Es sábado por la mañana. La semana ha sido interminable para mí. A pesar de mis intentos por convencer a Molly, nada ha cambiado. Jake sigue siendo Romeo y yo sigo siendo Julieta. Pensaréis que está bien porque sigo siendo protagonista, pero no me conformo. De todos modos, he intentado cambiarlo y no ha funcionado. Además, Molly está muchas veces ausente, seguramente pensando en cómo tiene que hacer ese final. En cualquier caso, tengo que concentrarme en la obra, en mi papel. Lo haré del mejor modo posible. No. Lo haré del mejor modo.
Llaman a la puerta y Laura entra en mi habitación. Estoy tumbada en mi cama con los guiones de la obra en mi mano izquierda y un bolígrafo rosa en mi izquierda.
-Tienes visita.
-¿Visita?
Laura se marcha y yo me miro en el espejo. Podría haberme dado más datos sobre quién es o algo. Bajo las escaleras y entonces veo a Jake en el recibidor.
-¿Qué haces aquí? –me entran ganas de pegarle o algo.
-Hola –dice levantando una bolsa de papel marrón- ¿quieres desayunar?
-Ya he desayunado –le espeto.- ¿Qué quieres? –me cruzo de brazos cuando llego al último escalón.
-Charlar contigo y… pedirte un favor.
Laura aparece en el recibidor. Busca rápidamente mi mirada.
-¿Está todo bien, Amanda?
-Sí, Laura. Es… un compañero de clase –le digo para que se tranquilice. Ella asiente y desaparece por el pasillo que hay al lado de la escalera, que lleva al interior de la casa.
Le miro cuando Laura desaparece y me sonríe.
-¿Seguro que no tienes hambre?
Coloco dos tazas encima de la mesa. Una con café y otra con té.
-¿Azúcar? –le pregunto mientras echo dos cucharadas en mi bebida.
-No, gracias.
Miro a Jake, que está sentado en una parte del sofá. Me siento en la otra y cruzo las piernas.
-No sabía que llevaras gafas.
Recuerdo que las llevo puestas e, instintivamente, me las quito y las dejo en la mesa. Prefiero no decir nada.
-Qué quieres –le pregunto con un matiz de enfado, sin duda, por lo de las gafas. Me avergüenzo de ellas. Una persona perfecta no tendría por qué llevarlas.
-Tu ayuda. Creo que lo del papel de Romeo me viene… un poco grande.
-Sin duda –digo antes de tomar un sorbo de té.
-¿Perdona? –dice abriendo los ojos.
-Sí, bueno, qué quieres. Tu audición estuvo algo… floja –me encojo de hombros y tomo otro sorbo.
-¿Qué hiciste tú para la tuya?
-Eso no te incumbe.
Nos quedamos en silencio.
-En tal caso… -continua, haciéndome sentir peor- podrías enseñarme a mejorar. Sin duda, eres la mejor que hay en el club de arte dramático.
-¿Y cómo sabes eso?
-Porque… puedes demostrármelo y porque… puede que la directora Molly me lo dijera.
Sonrío ocultándome con la taza. Así que Molly eh…
-O sea que hablaste con ella.
-Sí.
-Y te dijo que era la mejor.
-Algo así.
Bueno, con eso me conformo.
-Pero a ver –le digo, incansable en mi intento por llevarme mal con él- ¿te crees que esto es Un paseo para recordar o algo así?
-¿Un paseo para qué?
Doy un largo suspiro. Por supuesto no ha leído ese libro; ni visto la película. Estoy segura de que si le preguntara por Nicholas Sparks, se quedaría igual… en fin.
-Está bien, te ayudaré.
En realidad, una pequeña parte de mí lo está deseando.
-Gracias –dice sonriente mientras saca un donut de la bolsa que ha traído.- ¿Quieres?
-No, no puedo –le contesto.
Quizá con el “no” hubiera sido suficiente, pero es cierto que no puedo. Bueno, mejor dicho, no debo.
-¿Amanda?
-¿Mm?
-Que cuándo te viene bien.
-Eh pues… bueno, de lunes a jueves lo tengo ocupado por las tardes.
-Bueno, es lo normal, tienes que estudiar, ¿no?
-Se trata de otras cosas pero… sí, además tengo que estudiar.
-¿Entonces los viernes?
-¿Viernes? –él me mira esperando la respuesta. Intento hacerme la interesante como si tuviera algo en mi agenda pero ni siquiera tengo así que…- El viernes es perfecto.
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La historia de Amanda Brighton
Novela JuvenilAmanda Brighton. Así se llama esta joven chica que no encuentra su lugar en el instituto en el que se encuentra. A sus 17, piensa en que se acabe el curso lo antes posible para poder salir de allí. Aún no sabe qué hacer pero sí sabe algo en su vida:...