Capítulo II

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El despertador suena a las seis menos cinco. Me levanto de la cama y saco de debajo de ésta una bicicleta estática desplegable. La abro y me subo encima. Pongo el contador a cero y elijo la velocidad. Me pongo los auriculares y comienzo a pedalear. Play.

Tras escuchar durante una hora a Rihanna, Lady Gaga y también algunas obras de musical me bajo de la bicicleta y entro en mi cuarto de baño. Abro la ducha para que salga el agua caliente. Echo el pijama ahora sucio a lavar. Normalmente me pongo ropa para hacer ejercicio, pero hoy se me ha olvidado. Cosa extraña en mí. Tras la ducha busco algo de ropa limpia y me pongo unos pantalones cortos, aunque no excesivos, por supuesto. Encima de ellos una camiseta blanca y unas sandalias. Aún hace tiempo de verano. Descorro las cortinas y me encuentro con que está lloviendo. Parece que voy a tener que cambiar el look.

Los martes tengo a primera hora Historia y por lo visto también parece que voy a coincidir con Jake. Tengo a ese tío hasta en la sopa. Miro distraídamente por la clase y veo que la gente habla con sus móviles por debajo de las mesas. Suspiro. Yo no tengo a nadie con quien hablar. Conozco a gente fuera pero… tampoco muestro demasiado interés por hacer amistades. Quizá si conociera a más gente, hablaría más por whatsapp, Facebook y otras redes sociales y no me sentiría tan… marginada. Pero como no tengo, me concentro en las clases y es por eso por lo que estoy bastante tachada en mi instituto. Ésa es mi vida, qué se le va a hacer. Pero sé que esto durará poco, yo no voy a ser así siempre, quiero decir, que llegará un día en el que se me reconozca mi talento y entonces triunfaré por encima de los demás.

La profesora de historia hace una pregunta pero no me he enterado. La gente permanece callada, por lo visto, no he sido la única que no ha escuchado nada. Algunos de los que están a mi alrededor se vuelven hacia mí como si esperaran que fuera a contestar, incluso la profesora me mira, pero no tengo ni idea. Sé que la sangre me llega hasta las mejillas, aunque tampoco soy de las que se ponen excesivamente coloradas. Noto cómo la garganta se me ha cerrado por completo y las pulsaciones me aumentan.

-En 1933 –contesta una voz que no es la mía.

Todos se giran para ver quién ha hablado. Yo también. Es Jake. Jake ha contestado. ¿No tiene suficientes amigos por móvil o es que realmente estaba atendiendo? Me quedo mirándole.

-Efectivamente, en 1933 –continua la profesora con su explicación.

Jake repara por un segundo en mí y me sonríe. Me vuelvo rápidamente hacia delante y me quedo mirando fijamente la pizarra. ¿Me ha sonreído? Creo que no veía hacer eso a alguien desde hacía... Tengo que concentrarme en la clase, pero no hay forma. No puedo evitar repetir una y otra vez el momento en mi mente.

Después de la clase, planeo darle las gracias a Jake o algo, pero enseguida me arrepiento. Menuda estupidez. Tampoco es para tanto; él ha contestado y punto, como un alumno aplicado, nada más. Recojo mis cosas y me voy para la siguiente clase que tengo: es matemáticas.

Mi día continua tan aburrido como siempre y no es hasta las cuatro cuando pasa algo interesante. Es la hora a la que empieza arte dramático y voy de camino al salón de actos cuando me encuentro a Jake yendo hacia el mismo sitio que yo. Es cierto, hoy salían las listas. Pienso en recorrer la distancia que nos separa pero… tampoco sé qué decirle. Sólo tienes que ser simpática, Amanda. Pero no resulta muy fácil para mí. Aparte de Jena, no hablo con casi nadie más en el instituto, así que tampoco es que tenga demasiada práctica. Por mi imaginación cruza la idea de que podría ser él quien me hablara, pero… no pasa. Sigo esperando ese momento pero… no llega.

Entro en el salón de actos y él ya está sentado, esperando. Veo a Molly subir al escenario para hablarnos a todos. Ha venido bastante gente, al final Molly se ha portado bien, aunque yo hubiera sido mucho más restrictiva.

La historia de Amanda BrightonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora