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Un sonido sordo fue lo que hizo que saliera de sus turbios recuerdos legítimos manchados de dolor y asco, hacia su ser... Hacia la que hasta hace unas horas consideraba su "amiga". Pues ya habían pasado cinco semanas desde aquel incidente con el emperador. La maldición de Eda ya está parcialmente "curada" y aunque haya perdido su magia, ahora se encontraba con ellas Lilith, aunque débil por compartir ambas la maldición, era algo reconfortante saber que no era la mala... Del todo. Además de que en todo ese tiempo había logrado aprender sobre los glifos que utilizaba Luz. Su único problema actual fue el destruir el portal, portal que la hubiera dejado ir hacia los brazos de su madre, y quien es a quien más necesitaba en esos momentos para abrazarla y consolarla.

Su mirada se dirigió hacia la ventana. Notando como un pedazo de papel, de tono rosado distorsionado por la noche y la luz de la luna. Apenas vio el papel una imagen de cierta bruja vino a su mente, provocando una sacudida hostil por todo su cuerpo. Pues además de eso, la carta se encontraba con una especie de baba, oscura por la noche. Haciendo solamente una confirmación de sus sospechas con respecto a la dueña crezcan. Logrando que el miedo, la tristeza, la impotencia y sobre todo... Ira se apoderaran de su ser.

Ira... de que se atreviera a mandar a una de esas a dejar ese montón de palabras en un papel.

Ira... de no saber qué hacer, quemarla o tal vez leerla. Pero, algo dentro de ella le decía que solo empeoraría su inestabilidad.

Ira... de no saber qué sentir. Sí, ella la había dañado mucho y de una manera que no tiene reparo. Los sentimientos nuevos que había empezado a sentir semanas antes de que sucediera todo, o más bien de que se enterara, se contradicen en con su razón.

Sí, no iba a engañar a nadie si lo negaba, de todas maneras era muy mala para mentir. Pero era una profesional en ocultar esos impulso de hacer algo tonto más aún, de lo que ya era. No podría negar que aquella bruja de cabellos menta, había empezado a despertar cosas en ella... Cosas que ahora la torturaban por el simple hecho de ya existir, hacia quien le hizo tanto daño.

Todo se mantuvo en un silencio tenso, muy tenso. Pasados ya unos minutos, verificando así que no estuviese esperando que saliera. Se paró lentamente con su cuerpo temblando aún, y lentamente se dirigió a donde se hallaba la carta en la ventana.

Agilmente logró tomar la carta. La abrió mientras las manos le temblaban. La pulcra letra de Amity la confirmaban como la propietaria. Luz quiso quemar aquel pedazo de papel arrugado, posiblemente por el abominable que lo transportaba. La carta parecía ya tener algo de antigüedad, por las pequeñas en los pliegues al igual que se notaba un poco deteriorada. Armando un debate dentro de ella, de si debía o no leerla. La curiosidad, terminó ganando aquel debate interno y dirigiéndose hacia aquel saco de dormir que tenía la labor de ser su cama, comenzó a leer.

La nota del desprendimiento...

"Hola Luz se que has detar molesta, y no juzgo el por qué lo estás. Se que... Se que lo que hice fue quizá lo más aberrante de las islas hirvientes. Pero... Si lees esto es porque, ya descubriste la verdad. Solo puedo decirte que nunca más me verás de nuevo, pero, aun asi quiero explicartelo todo..."

...

En el piso de abajo, se encontraban Eda, Lilith y King sentados con calma encima de aquel sillón de terciopelo, rayado y maltratado por probablemente Hooty de más joven. Entre los tres había un silencio que parecía no ser interrumpido hasta que el sonido de Hooty atacando algo lo interrumpió.

"¿Qué ha sido eso?" Preguntó la mayor de los Clawthorne algo exaltada y preparándose para pelear, pues aún no se acostumbraba tan bien a su nueva vida fugitiva al lado de su hermana.

Tu Hechizo PerversoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora