Welcome To New York

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Como cualquier amor verdadero, este te vuelve loco.
Pero sabes que no cambiarías nada.
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El taxi ni siquiera había frenado por completo cuando una de las puertas traseras se abrió de golpe. Eiji le tendió al conductor un billete de diez dólares y salió del vehículo sin esperar a que el hombre le diera el cambio, entonces recobro un poco de su raciocinio para mirar a ambos lados antes de cruzar y llegar hasta el otro lado de la calle.

Estaba en una de las calles mas populares de New York. El transito de personas era sorpresivamente moderado, pero no lo suficiente para evitar que su gorro se desencajara y la pequeña planta que llevaba entre las manos se mantuviera intacta. No tuvo tiempo de respirar profundo e intentar tranquilizarse, las multitudes jamás le habían significado un problema, pero justamente ese día deseaba que toda Manhattan fuera solo un barrio fantasma y desolado, justo como su antigua calle en Japón. Sin pensarlo, tomo impulso para seguir caminando y reafirmo el agarre de la pequeña maceta en su mano y la mochila en su hombro. Estaba por llegar tarde a su primer día de trabajo, y tan solo pensarlo aumentaba la melancolía que llevaba cargando desde el día anterior, cuando finalmente llego a New York.

Ibe, amigo de sus padres, se había encargado de darle vivienda en aquella salvaje ciudad mientras que él lograba encontrar un lugar para instalarse permanentemente. Sin embargo, el hombre no pudo recogerlo en el aeropuerto, y eso no solo desato la sensación de soledad, sino que también hizo que Eiji comenzara a extrañar a su familia y recordara vivamente el hecho de que su primer empleo en New York no era ni por asomo lo que había añorado desde joven. Ante la complejidad del asunto y su inexistente experiencia, el joven nipón tuvo que posponer su propósito de diseñar para una casa de moda y aceptar la única vacante disponible en Mehen como asistente personal.

Trataba de ser optimista, su salario era decente y ahora residía en el lugar con el que tanto había fantaseado desde la preparatoria. Pensar en ello era un impulso para no tirar todos sus estudios por la borda.

Cuando finalmente llego al edificio de Compañías Mehen, acelero su trote para empujar la puerta giratoria y recobrar el aliento. No llevaba reloj, así que no podía saber si había llegado puntual o se había convertido en candidato para ser despedido. De cualquier modo, siguió corriendo hacia el ascensor hasta que su cuerpo termino chocando con el de alguien más. Escuchó un quejido de fondo, pero siguió su camino sin siquiera pensar en lanzar una disculpa al aire, lo único que tuvo cabida en su cabeza fue agradecer que la tonta maceta seguía viéndose bien.

El hilo de preocupaciones que estaba siguiendo su mente se cortó de pronto cuando miro hacia al frente y reparo en el sujeto con el que había chocado. Eiji se mordió el labio con culpa cuando noto que, por su torpeza, el contrario se había echado todo el café encima.

—¡Idiota! —fue lo único que pudo decir el desconocido antes de intentar acercarse hasta el elevador.

Eiji no lo pensó dos veces, presiono el botón de cierre reiteradas veces mientras observaba al sujeto junto a esas inminentes ganas que tenia de golpearle, pero las puertas finalmente cedieron, y el japones pudo suspirar de alivio cuando se vio a salvo en el interior del elevador.

Se bajo en el penúltimo piso del imponente edificio. Estaba seguro de que ya no contaba con posibilidades de llegar a la hora acordada, así que acelero el paso mientras practicaba algunas excusas con la diminuta planta que aun llevaba en la mano.

Finalmente, llego al lugar donde se llevaría a cabo la sesión fotográfica en la que debía asistir.

Era impresionante, aunque Eiji ya tenia conocimientos previos de que el dueño y director de Mehen tenia un piso exclusivo para desarrollar la publicidad de sus productos. Lo que realmente le sorprendió era la personalización que tenia toda el área, pues todas las paredes eran lilas y estaban decoradas al mínimo con cuadros y pinturas referentes a la mercancía de la compañía; cada mueble que encontraba era de felpa blanca, y le resulto sumamente irracional encontrar frascos de dulces y maquinas expendedoras por cada habitación a la que se asomaba. Era seguro afirmar que Mehen producía dinero, tanto como para acabar con cualquier otra compañía de moda.

1989 || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora