Style

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...Y cuando nos desmoronamos, regresamos cada vez.
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El ruido hueco lo produjo la puerta del automóvil al cerrarse. Eiji Okumura, sentado al borde de la ventana, tan solo giro un poco el rostro cuando vio a su novio caminar hacia la puerta principal de la casa. 

No tenia idea de que el rubio llegaría a su casa sorpresivamente aquella noche, prácticamente Ash desapareció de un día para otro sin avisarle a donde, o con quien, aunque para Eiji existía la posibilidad de que haya querido enfocarse en su trabajo y alejarse un poco de él. De cualquier modo, fueron dos semanas donde ningún mensaje de texto fue enviado y las llamadas estaban lejos de ser una opción para ambos.

Y lo peor del caso era, sin duda alguna, que eso estaba bien para los dos. 

Eiji encontró su chaqueta preferida justo antes de que el timbre resonara por toda la casa. Sabia que Ash lo había visto en la ventana, no entendía la manía del rubio por anunciar su llegada siendo ese el caso. Se metió las llaves al bolsillo antes de verificar que todas las luces de la residencia estuvieran apagadas, entonces abrió la puerta con el clásico latido acelerado al que ya estaba acostumbrado. 

Algo que el japonés jamás seria capaz de negarle al mundo seria la sonrisa que se le escapaba involuntariamente cuando veía a Ash Lynx. Ese rostro perfecto, los ojos mas alucinantes que pudo conocer en esa vida, ese porte ilustre y el reconocimiento de gente desconocida. Eiji lo admitiría innumerables veces: amaba a Ash Lynx, y amaba que estuvieran juntos sin pensar en las razones. 

—Te he dicho que avises antes de venir. —protestó Eiji— Por poco y me encuentras en pijama y durmiendo. 

—No era necesario, sabia que te encontraría en esa ventana como siempre. 

—¿Qué quieres decir? —preguntó antes de subirse al auto y tomar el lugar del copiloto. 

—Nunca sales de casa, hace mucho que tus amistades te agobiaron. —respondió Ash luego de encender el motor.— Soy el único que te saca de este lugar. 

Pareció fuerte al mencionar lo ultimo como una verdad absoluta, algo de lo que no había ni la menor duda, pero Eiji no era lo suficientemente torpe para saber que estaba tratando de engañarlo a él y así mismo. 

Estaban juntos desde hace siete meses, pero aun así, Eiji desconocía por completo los rostros de sus suegros, si es que los tenia; también era ajeno a detalles tan básicos como la profesión de Ash, y es que solo estaba enterado de que el rubio trabajaba en el Hospital Presbiteriano en un horario altamente demandante. Lo anterior no le daba una pista al japonés para saber si su novio era psiquiatra, o tal vez doctor, solo imaginaba que debía ser un puesto respetado por el estilo de vida que llevaba. 

Eiji también estaba seguro de que Ash desconocía sobre su trabajo en la agencia de talentos de New York. Pero a esas alturas de la relacion, no estaba dispuesto a preguntarle al rubio sobre su cargo ni a responderle a este la misma pregunta. Eso debió ser una alarma para Eiji, y el hecho de que no estaban progresando en nada. 

Estaban a pocos minutos de aparcar en la casa de Ash, aquella ubicada cerca del bosque y junto al lago que pocos neoyorquinos lograban ubicar por la zona. El mayor se negó el acto impulsivo de estirar la mano y tomar aquello que logró captar su atención en medio de la penumbra.

—Has estado saliendo con alguien más. —dijo Eiji, y no sonó en lo mas mínimo como una interrogante. 

Se encorvo un poco desde el asiento del copiloto para tomar aquello que estaba tirado en el suelo frente a él. Era una delgada pulsera de plata que jamás podría pertenecer a Ash. El menor odiaba usar cualquier tipo de joyería, desde el pendiente mas diminuto hasta el anillo mas ligero. Eiji no tardo en afirmarse así mismo que no había sido el primero en subir al auto y tomar el lugar que supuestamente, le pertenecía. 

1989 || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora