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Los chicos solo quieren amor si este es una tortura.
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Tan solo había pasado una semana desde el día en que la familia Okumura termino de instalarse en el pueblo de Guaduas, pero el único que parecía completamente irritado por el cambio era el hijo mayor del matrimonio. 

Eiji había preparado sus documentos de inscripción para entrar a la preparatoria de magia incluso antes de que las convocatorias fueran abiertas. El adolescente era reconocido en su antigua ciudad por ser demasiado correcto, exageradamente responsable como para tener padres que, hasta el día de hoy, olvidaban la lista de compras y terminaban improvisando en el supermercado. 

Sin embargo, Eiji intentaba mantenerse optimista. El ambiente pueblerino estaba fuera de su conocimiento, incluso cuando el pueblo parecía mas una ciudad ambientada a las viejas épocas. Las personas eran amables, y tenían esa costumbre de saludar a cualquiera que se les atravesara por el camino. Aquello no pasaba en su antigua ciudad, ni por asomo. 

—Va a ser sencillo, va a ser sencillo... —murmuro Eiji mientras ingresaba a la escuela de magia.

Al ingresar, sintió que finalmente estaba en el único lugar de Guaduas que podría generarle la sensación de pertenencia que ya creía perdida. Existía Magia, y era todo lo que le rodeaba. Eso era lo único que debía sentir su anatomía para lograr apaciguar los sueños hasta el día de su deceso. 

El alumnado iba de un lado para otro con sonrisas contagiosas, unos tantos mas con rostros de total horror ante el primer día de escuela, pero todos parecían desprender escarcha encantada de sus ropas moderadas, aunque en realidad, solo era la imaginación del muchacho luego de notar las varitas y libros mágicos que cargaban entre las manos como si no fuera nada. 

Eiji se acomodo mejor la mochila y espero con ansias a que la primer clase diera inicio. Se entretuvo un rato caminando por los pasillos de fuste hasta que finalmente hallo el casillero con el numero que le pertenecía y entonces tuvo la brillante idea de intentar formar amistad con su vecino de taquilla. 

Pero, ¿Cómo podría conseguir aquello?.  Eiji no era introvertido, pero existía algo en esos apáticos ojos verdes que lograba apagar cualquier palabrería que su boca deseara soltar. 

—No me mires así. —escucho del muchacho. Su voz sonó sorpresivamente tímida mientras agachaba la cabeza un poco y dejaba que los cabellos rubios le taparan el ojo izquierdo.

Eiji ni siquiera había notado que sus ojos se enfocaron en inspeccionar cada detalle de la anatomía contraria.

—L-lo lamento. —dijo casi sin aire, las palabras salieron mas por inercia que por deseo propio, y de algún modo, agradeció aquello.— Soy Eiji, el nuevo. —dijo lo ultimo como si fuera necesario de aclarar. 

El rubio le miro con una ceja levantada, y de manera que Eiji no pudiera notarlo, examino su entorno antes de permitir que una sonrisa mas amigable se mostrara en sus labios. 

—Soy Ash. —informo con simpleza, pero busco algo mas que agregar con la intención de alargar la platica con Eiji— Estudio aquí desde la primaria, así que si necesitas algo...

—Te buscare. 

Extendió la mano para cerrar el momento en que se conocieron, pero Ash no alcanzo a aceptar su gesto cuando se escucho la insufrible voz de Yut Lung Lee desde el otro extremo del pasillo. 

—¡Niño nuevo! —grito sin escucharse ordinario, y enseguida los orbes de Eiji le prestaron total atención. 

Se señalo así mismo, y la única respuesta fue un asentimiento demandante por parte de Yut Lung. Ante ello, Eiji se encogió  de hombros y se excuso brevemente con Ash para poder hablar con el vocero del cuerpo estudiantil mágico y saber lo que ocurría. ¿Acaso había hecho algo malo tan pronto?

1989 || AshEiji Donde viven las historias. Descúbrelo ahora