Egoismo pt. 2

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Un año después.

--- Escuché que el temible jade asesinó al líder Jiang.

--- Dicen que el líder Jin lo usó para poder escapar.

--- ¿Pero de verdad alguien como el primer jade cometería tal error? No le veo confundiendo al líder Jiang con Jin XiZuan.

--- Tonterías, ni lo usó ni escapó, los Jin eran respetables cultivadores que no correrían de una pelea. Apenas le he visto saliendo de Yunmeng, en perfecto estado de salud y en compañía de su esposa.

--- ¿Pues si eran tan respetables, por qué el jade mataría a casi todos ellos?

--- ...

--- ...

--- ¡Envidia!

--- ¿Envidia?

--- Piénsalo, nadie podía igualar las riquezas del clan Jin, el tamaño de su territorio y ni mencionar en número de seguidores. Después de ser repudiado por su clan, el jade estaría envidioso de las bendiciones de otros.

--- En especial con las compañías que tenía.

--- ¿Te refieres a los Wen?

--- Esos mismos. Tan despreciables como eran, lograron convencer al mejor discípulo de Yunmeng de ayudarles.

Los cuatro cultivadores, sentados alrededor de una mesa, continuaron hablando con voz estruendosa, contentos de notar la atención que les prestaban y los lejanos asentimientos de aceptación de algunos de los huéspedes.

Tal era el alboroto en el comedor de aquella posada, que ni siquiera el dueño o las meseras pensaron en detenerles, tan deseosos de escuchar, que solo fingían trabajar absortos.

--- No debes levantarte antes de terminar de comer --- la fría y suave voz, detuvo al pequeño de seis años que estaba a punto de dejar la mesa con todo y palillos en mano.

--- Pero, pero Hanguang- jun.

Lan JingYi hizo gestos desesperados con las manos, más que dispuesto de explicarle a esos hombres que Zewu-jun no lastimaría a nadie, que Zewu-jun siempre le daba dulces y juguetes cuando lo acompañaba a la ciudad.

Pero esta vez fue detenido no por un tranquilo Hanguang-jun sino por un joven Wen Yuan de ocho años, quien sosteniéndolo del hombro, hizo un gesto negativo con la cabeza.

--- No nos escucharían.

--- ¿Y por qué no?

Con una calma un poco impropia de su edad, Wen Yuan se señaló a sí mismo, antes de señalar a JingYi.

--- Somos muy pequeños.

Lan JingYi parpadeó confundido, como si hasta este momento notara que de hecho, tener seis años era edad suficiente para alcanzar la mesa con comodidad, pero no para convencer a un grupo de adultos de que Lan XiChen era una buena persona.

Sin embargo, como cualquier niño, sus ideas eran simples y por tanto cambiaban en direcciones que ningún adulto sería, jamás, capaz de comprender.

Brincando un poco en su asiento, señaló enérgico a las dos figuras frente a ellos, el blanco y el negro de las túnicas en un contraste curioso.

--- Pero el señor Wei y Hanguang-jun sí nos escuchan, ¡así que ellos también lo harán!

--- No debes señalar a la gente.

Lan JingYi bajó de inmediato el brazo, murmurando una disculpa pero reacio a dejar el tema, sus piernas inquietas moviéndose sin descanso debajo de la mesa.

Besar la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora