El pozo de los deseos

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La primera vez que me asomé al pequeño agujero, tenía unos siente años de edad. Profundo, oscuro, mojado, frío. Nunca olvidaré cuando deje caer la pequeña moneda de bronce con una K en medió, choco contra el agua del fondo, provocando un eco que tardo pocos segundo en salir al exterior. Mí madre preguntándome el deseó que pedí y yo guardándolo como si fuera información de los guardias.

Las campanas que sonaron luego, dando a entender que las puertas del pueblo se cerrarían y que los aldeanos tendría que ir a refugiarse a sus casa. Aunque por las noche me quedara desde la ventana de mí habitación viendo como los aspirantes a héroes luchaban contra los monstros de afuera. Aspirante a Héroe, sin duda eso era mí deseó

¿Qué habrá ocurrido con ese pozo en aquel incendió?

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El golpe de la botella de cristal contra la pared lo hizo reaccionar en un instante, estaba soñando despiertos nuevamente, tanto que no se dió cuenta cuando su amigo de pelo anaranjado empezó a discutir con un hombre y este le había aventado un botella de cerveza.

Suspiró algo cansado y ignoro por completo como su psicópata acompañante empezaba a sacar su pequeño y afilado cuchillo. Héroes de Karmaland, los mejores sin duda.

Miró a otro lado y tomó otro sorbo del alcohol de mala calidad de su vaso, ebrio estaba, pero aún podía distinguir un buen alcohol. Suspiró nuevamente al escuchar un grito justo del otro lado de su mesa, volteó un poco, encontrándose a su colega encima del otro hombre, proporcionandole puñetazos en la cara.

—Joder, no otra vez Lolo—hablo algo avergonzando por la actitud del noveno héroe, no era la primera vez que ocurría cosas como estás. Carraspeo un poco y luego elevó la voz hablándole al chico—ire a fumar, no lo mates me escuchaste

—Claro Auron, no aceptes dro..—su oración fue interrumpida por un cabezazo.

Se levantó ignorando los gritos de los demás y salió de esa taberna que se encontraban a las afueras de su nuevo pueblo.

El silencio de la noche lo inundó y se sentó en uno de los pequeños taburetes que se encontraban junto a sus caballos. El pequeño cigarro ya encendido fue a parar a sus labios, dando una calada a este, se sintió tranquilo bajo el cielo estrellado, el sonido de los grillos inundó completamente su mente.

Volvió a recordar como llego a este mismo momento y en como uno de sus sueños de niño se hizo realidad, pero que a la edad de 20 solo deseaba que le echarán de los héroes. Sonaba ridículo, ¿Por qué querría alguien dejar esa lujosa vida?, apesar de estar rodeados de lujos, nunca podían hacer cosas que quisieran.

La explicación es simple, tenían, cada uno de ellos, un itinerario muy organizado. Una de sus labores era darles sesiones de terapia a sus compañeros, cada uno de ellos. Auron era uno de los más jóvenes, lo nombraron el sexto Héroe a una temprana edad, estudió y entreno en su momento con mucha ilusión, para luego darse cuenta que solo tenía una responsabilidad en la vida. Proteger.

Cuando empezó a ver todo tan aburrido, como a los diecisiete callo en cuenta que él no era como los demás de pueblo, siempre tratándole con respeto y dándole la razón, aplaudiendo sus actos aunque fueran cuestionables. Nunca tuvo la oportunidad de ir a una fiesta con gente de su misma edad, solo reuniones con otros pueblos y firma de acuerdos.

El sonido de su movil lo saco de sus pensamientos, lo observo desanimado y al leer el mensaje no pudo evitar suspirar y quejarse por lo bajo. Era Alexby, avisando de una nueva reunión mañana apenas saliera el sol, algo que sin duda no era algo por lo cual entusiasmarse.

Tiro el cigarro al suelo de piedra y lo piso apagándolo mientras se levantaba del asiento, camino nuevamente hacia dentro del establecimiento y vio a su colega sentada limpiando un poco su fino cuchillo, la nombro por lo alto haciendo que se levantara y se dirigiera hacia él. 

Montaron los caballos y fueron hacia la gran casa que usaban y compartían con sus demás compañeros héroes, entraron por la puerta principal siendo recibidos por los soldados y mientras avanzaban algún que otro aldeano los saludaba o los miraba, como si fueran dignos de la admiración de los demás. No tardaron más en llegar, ataron a los caballos en el pequeño establo y se adentraron por la puerta principal de la gran casa echa de mármol pulido.

Las voces de sus otros compañeros se escucharon detrás de la sala de reuniones, algo que extraño a los recién llegados.

—Ya llegaron por quienes lloraban—dijo el pelirrojo abriendo la puerta con dramatismo y captando la atención de todos los demás

—¿La reunió no era mañana?—hablo el menor alzando una ceja mientras caminaba a su asiento correspondiente en aquella gran mesa de madera de roble oscuro

—Ya que ustedes dos llegaron por fin podemos empezar como es debido—contesto el primer héroe, Vegetta—Nos llego un informe de la parte sur del pueblo, un joven minero encontró esto

El chico de orbes moradas levanto su mano derecha, mostrando entre sus dedos un pequeño cristal con forma de rombo  de color bordo. Parecía uno de esos rubíes de uno de los pueblos vecinos del sur-oeste.

—Para eso nos llamaste en plena noche del sábado, para un rubie...que es muy bonico, me lo puedo quedar?—dijo Rubius, que extendió su mano llevándose un golpe en esta por parte del mayor.

—No es un rubie, según el chico encontró este pequeño objeto flotando y brillando como si nada en medio de una mina—continuo mientras miraba a los demás en la mesa—Fargan, qué es?

—Y yo que voy a saber?, si desprende luz roja puede ser una bomba—comento el búho, tomando el objeto en sus manos y mirándolo, intentando inútilmente abrirlo para ver si quizás tendría algo dentro—Dame dos días y quizás te descubra que es

—Bien, ya nos podemos ir a dormir?—cuestiono Auron con notorio cansancio en su voz.

El primer héroe asintió leve, generando que sus compañeros se levantara de los asientos y se marcharan a sus respectivas habitaciones hablando de algunas cosas entre ellos. 

Recostado ya en su cama, miro al techo blanco de la habitación, pensó en varías cosas, su colegas, sus amores del pasado que fracasaron por culpa de ser héroe, en el pueblo y en las reuniones que tendría que asistir hasta el día que termine con su labor. Carajo, se sentía horrible al pensar en ello. 

Hace ya tiempo no pasaba nada, con tiempo se refería a dos años desde que aquel pueblo vivía en paz con otras criaturas, era aburrido y aún si pasara algo, al ser el mas joven, no le dejaban muchas cosas que hacer, su vida se había vuelto atender los problemas mentales de sus amigos y ofrecer sesiones a gente del pueblo que las necesitara. Pero quería aventuras y ser que las personas le dejaran de tratar como si todo lo que hiciera estuviera bien, quería que nadie le conociera. Ese era su nuevo deseo. 

Quizás solo exageraba un poco, pero más de una vez pensó en huir de Karmalad, con suerte a los lugares donde iría nadie le conocería.

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