Capítulo 45

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La Vida que Merecemos

El camino de regreso a la ciudad fue bastante caótico

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El camino de regreso a la ciudad fue bastante caótico.

Una vez que el equipo del FBI, Royce, Namjoon y Jimin entraron para atrapar a Wang y ponernos en resguardo a Lisa y a mí; la tomé en mis brazos y sin mirar ningún momento atrás salí del hangar a la noche helada en donde tres SUV, cuatro autos de policía y una ambulancia estaban estacionadas y hacían brillar el pastizal con luces rojas y azules.

No escuché ninguna de las palabras que Jackson Wang me gritaba, tampoco miré como los agentes del FBI lo sometían, lo arrestaban y finalmente lo esposaban. Simplemente dejé aquél maldito lugar donde Lisa había pasado los momentos más terribles de su vida, y dejé a Royce y a Namjoon encargarse de aquello sin mirar un solo instante atrás.

Estaba seguro que esa sería la penúltima vez que vería a Jackson Wang en mi vida. La última vez sería en su juicio, donde me encargaría que lo encerraran de por vida.

Sin olvidar un instante que mi esposa estaba inconsciente en mis brazos, la aferré contra mí mientras un montón de policías entraban al hangar y tres paramédicos se cernieron sobre mí acompañados de una camilla y equipos médicos.

—Está…— comencé atropelladamente— Está inconsciente, solo se desmayó y…

Fui incapaz de decir algo más mientras la depositaba en la camilla de ruedas y los paramédicos la llevaban a toda prisa a la ambulancia, tomaban su pulso, la acomodaban y hacían anotaciones. A mí lado, Jimin se encargó de lidiar con los fotógrafos, paparazzi y prensa que por supuesto se había enterado de lo sucedido y habían acampado a unos metros de distancia, separados del lugar de los hechos por un simple cordón amarillo que la policía había puesto. Oía sin escuchar el montón de preguntas con mi nombre, el de Jackson y el de Lisa hechas de la manera más grotesca e irrespetuosa posible mientras corría a un lado de la camilla de Lisa y aferraba su mano fría e inerte.

Una vez en la ambulancia, subieron a Lisa y me trepé para sentarme a su lado mientras los paramédicos la preparaban para irnos y uno de ellos se iba al puesto de piloto para encender el motor.

—¡Te veré en el hospital!

Fue el último grito que escuché de Jimin antes de que las puertas se cerraran, y en menos de dos segundos arrancamos en dirección a la ciudad mientras aferraba la pequeña mano de mi esposa, con ganas de no soltarla nunca más.

Treinta minutos más tarde llegamos al hospital más caro de Seúl mientras otro montón de reporteros y fotógrafos lidiaban con la policía en la entrada. Rodeamos el camino para entrar por la puerta de emergencias y en menos de lo que esperé ya estaba fuera de la ambulancia siendo recibido por cuatro médicos y Lisa era arrastrada en la camilla por el pasillo rumbo a las salas de observación mientras yo corría a su lado sin soltar su mano. Su conciencia iba y volvía a cada tanto, aferrando mi mano débilmente en ocasiones, mirándome en otras, diciendo mi nombre mientras volvía a desmayarse.

The DealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora