༻ 38. Nueva vida I ༺

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HALLEY

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HALLEY

El viaje resultó ser sencillo y rápido, la única consecuencia que sufrí fue una leve sensación de vértigo. Nunca antes había pasado tanto tiempo en altamar, debo de admitir que me resulta más cómodo vivir en tierra firme.

El puerto me recibe de manera discreta, no hay ninguna cámara o reportero esperando por mí y aliviada, permito que mi vista admire al gran paisaje que se extiende ante mi vista. Pese a que la playa está compuesta de pequeñas piedras y no de arena, el clima permanece cálido y ninguna nube del cielo amenaza con arrastrar a una llovizna.

Mientras bajo del barco, me percato de que no escucho a ningún caballo relinchar y se debe a que ningún carruaje o carroza espera por mí. En su lugar hay un automóvil cuya carrocería fue ensamblada con metal pesado y pintado con resina oscura.

Es la primera vez que puedo ver a uno tan de cerca.

Los asientos están borrados de terciopelo y una vez que cierran a la puerta tras que yo suba, me tomo mi tiempo para sentir a la textura.

Permanezco en silencio tras saludar al conductor y por la ventanilla admiro el recorrido, conforme nos alejamos del puerto veo más y más campos de flores que son custodiadas dentro de invernaderos.

Fascinada, trato de capturar a cada imagen mental y veo a calle adornada con enormes edificios cuya arquitectura mantiene un estilo clásico. Los negocios venden mercancía exclusiva, cada rótulo ensamblado en una placa de oro y los faroles albergan luz eléctrica en lugar de una vela solitaria.

Los campos se extienden a lo lejos, pintados con una paleta de colores que danzan con la brisa suave. El aire está impregnado con el aroma dulce de las flores recién florecidas, y el canto alegre de los pájaros me envuelve en una sinfonía natural.

A medida que me acerco al palacio, mis ojos se agrandan ante su magnificencia.

Sus torres se alzan hacia el cielo como dedos que tocan las nubes, y sus muros están decorados con enredaderas florecientes que parecen susurrar secretos al viento. El sol de la tarde baña el palacio en una luz dorada, haciendo que sus paredes de mármol parezcan fundirse con el cielo azul.

Y, en cuanto la majestuosa residencia imperial aparece ante mis ojos, termino sin aliento pues se trata de un monstruoso palacio que ondea banderas hechas de tela negra en cada una de sus torres.

Alucinada, miro de arriba abajo a la gran edificación y termino con la boca bien abierta al divisar los formidables jardines que están repletos de flores cuyas tonalidades van desde el rosado pastel hasta el magenta.

Mientras miro a mi alrededor, lo que consigue llamar mi atención son los dos enormes leones de mármol negro, con ojos de zafiro, que se yerguen en la entrada y al grupo de Violetas que espera paciente por mi llegada. Todos ellos agachan la cabeza en una reverencia en cuanto me acerco.

SiderealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora