Querido diario:
Hoy pasaron tantas cosas y apenas es el tercer día de misión, voy a intentar escribir lo más detalladamente para no olvidarlo:
-Es hora de volver a la escuela!!- gritó uno de los chicos y mi cabeza solo podía pensar en que no estaba lista para irme todavía.
La actividad había salido muy bien, en realidad me morí de vergüenza y los tuve que callar muchas veces, pero se divirtieron y me dieron muchos abrazos, y para mí eso ya significa que salió todo perfecto, además de que me siento orgullosa de haber conseguido hacer todas las cosas que tenía planeadas.
Pero tenía que ordenar todo el lugar rápido y despedir a los niños todavía.
-Cande, mamá me dijo que nos ibas a acompañar a la casa de la abuela- me dijo Martiniano algo tímido y ahí me acorde.
Me había olvidado de que yo los tenía que llevar!!
-Sii Marti, anda a buscar a tu hermano, que agarro algo y vamos.
Otra cosa más para hacer.
Así que busqué a una de las chicas y le pedí que se encargue de acomodar lo poco que faltaba, agarré mi mochila y me fui con los niños sin decirle a nadie, muchas veces dijeron que no hay que comprometernos a llevarlos a sus casas, pero no pude decirle que no a la mamá, además de que realmente quería que ellos vayan al encuentro de hoy y solo nos separaban 2 cuadras del lugar.
Los agarré de la mano y los hacía correr, no importa lo cansados que estábamos, porque ya se habían ido más de la mitad de los otros misioneros y tenía que volver antes de que noten que no estaba, aunque se hacía difícil cuando no entendían el apuro que tenía y además se cansan más rápido con sus piernitas cortitas.
Llegamos a la casa de la abuela, y luego de dejarlos salí corriendo de nuevo a donde antes estábamos todos, la mochila me incomodaba y no me daba más el cuerpo con el calor y todo el ejercicio que me hicieron hacer los nenes, pero siendo tantas personas no esperaba que nadie notara que me había ido para otro lado y todavía menos que me esperaran.
Vi que solo quedaban dos personas cerrando el lugar, que usamos para rezar con todos los misioneros y jugar con los niños, y otros dos chicos parados en la calle mirándome y esperando que llegue a donde estaban.
Se notaba que habían arrancado a caminar con los otros y José me había visto, porque desde lejos llegué a ver el momento exacto en que Simón decidió retroceder para esperarme con José.
Y qué vergüenza que me vea corriendo así de deforme, pero a la vez no quiero que me espere, solo voy a desear no verme tan ridícula como creo que me estoy viendo.
Cuando llegué a donde estaban ya nos separaba casi una cuadra del resto, le pedí disculpas a José por el retraso, él era uno de los que más repetía que le avisemos cuando nos vayamos y que no lo hagamos solos, aunque fueran 2 cuadras, pero esta vez no me retó, supongo que estaba muy cansado siquiera para pensarlo.
José es uno de los rectores de esta misión, se encarga de algunas cosas para que todo salga bien, no tengo mucho que decir de él, solo que es una buena persona, me cae bien y no creo que alguna vez lleguemos a ser amigos muy cercanos y no nos molesta.
Aunque es alguien con quien se puede hablar de muchos temas, siendo tres la conversación se estaba volviendo más difícil.
No sabíamos mucho de qué hablar y no se me venía ninguna buena idea a la cabeza, agregándole que me ponía muy nerviosa el estar con Simón.
Al chocarnos con un grupo de chicas que se habían apartado del resto, José aprovecho la oportunidad para cambiar de tema y hablar con ellas, yo solo estaba agradecida de no tener que seguir remando la conversación, pero sabía que teníamos que seguir avanzando y dejarlas solas, así que cuando tuve la oportunidad pasé delante de todo y Simón me imitó.
Me daba cuenta que José no estaba entendiendo que querían que las dejemos solas, pero me olvidé de él tan rápido como comencé una conversación con Simón y casualmente nos arrancamos a alejar del resto, caminamos rápido y me encantaba que sin decirnos nada los dos estábamos haciendo lo mismo.
Charlábamos de cualquier cosa, lo primero que se nos venía a la cabeza, porque ya no había que sacar tema, fluía solo y no se sentía incómodo en absoluto.
Tanto había esperado este momento y al fin se me estaba dando!
Y cuando vimos a José caminando solo, aunque yo internamente no quisiera, lo esperamos, eran más de 20 cuadras de recorrido y ya estábamos bastante cerca de llegar a la escuela que nos habían prestado para dormir.
Llegamos a la plaza y solo faltaban tres cuadras, pero algo me impulsó a separarme de los chicos y acercarme a invitar a unos niños que había visto.
-Hola chicos, somos los misioneros y hacemos actividades de niños todos los días a las 17hs, por si tienen ganas de ir- seguí hablando un rato más con ellos, no estoy segura de que me hayan prestado mucha atención, pero me sorprendí cuando Simón apareció al lado mío.
-Y José?- le dije cuando nos despedimos de los niños.
-Ya quería llegar, así que siguió caminando solo.
Eso significaba que teníamos esas pocas cuadras de nuevo para nosotros dos, pensaba volver a hablar de cualquier cosa, pero me sorprendió cuando la conversación se desvió y me dijo:
-Siempre me veo tan alegre que la gente cree que no puedo hablar de verdad y solo digo chistes- es verdad que siempre estaba muy feliz y moviéndose para todos lados, pero no me había puesto a pensar eso, además ¿Por qué saltó con eso?
Seguimos hablando un poco más sobre ese tema, se notaba que era algo que le importaba, pero a la vez no era un super secreto, simplemente algo que no le pensas decir a alguien que es casi una desconocida.
Así que cuando llegamos y tuvimos que cortar la breve conversación que teníamos, solo podía estar muy feliz por el momento que pasamos y porque al fin había podido conversar un poco con él, por simple que haya sido.
Ahora me siento demasiado contenta, no puedo evitarlo, ya se cumplió todo lo que quería, no espero nada más. Aunque me encantaría volver a pasar más tiempo juntos, no quiero ilusionarme, porque yo solo deseaba conocerlo y lo hice, así que voy a seguir hablando con los demás e intentando no pensar tanto en él.
Cande.
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¿Y qué nos falta?
RomanceCande es una joven de 18 años, enamoradiza y con muchos sentimientos y emociones escondidas. Toda su vida había soñado con su príncipe azul, pero sólo unos pocos sapos habían querido besarla. Lista para darse por vencida en el amor, conoció a Simón...