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        Me levanté del sucio piso y traté vagamente de limpiar la tela de mis jeans.

        Corrí desesperada al baño, y abrí la puerta. El vidrio del pequeño espejo estaba roto y manchado de rojo. Algo en mí se agitó.

        Regresé a pasos lentos a la sala y me senté en el mueble tratando de pensar.


     Claramente algo iba mal. Era martes, y ella sólo salía los jueves. Al salir de casa me despedí, y todo estaba en orden. Al mediodía me escribió y respondí. A las 11:00pm le escribí diciendo que iría a casa, pero no respondió. Asumí que dormía por el cansancio. De repente llego al departamento, y encuentro todo destrozado.


—Rompieron todos los vidrios... — Susurré con mi cara enterrada en mis sucias manos.


      Quería llorar, pero eso significaba rendirme. Debo encontrar a Penny. Debía estar con ella.

       Pensar en un buen plan en estos momentos era más complicado que cualquier cosa que me haya propuesto antes.

      ¿Debería llamar a la policía? ¿Me quedo sentada, esperando por la probabilidad de que quizás –y sólo quizás- ella esté bien, y que esto no es lo que parece ser? ¿Hace cuánto se habrá ido?


     Luego de unos 10 minutos eternos, me pongo sobre mis pies y decido rápidamente por la primera opción que cruza mi mente: salir.

      Me caigo tres veces en total cuando llego al primer piso y mi respiración es inexistente.


—¿Albert?

    

      Recorro el "lobby" del edificio con la mirada y no encuentro nada. Camino perezosamente al improvisado escritorio de la secretaría.

—¿Albert?... ¡Albert! — Grito a todo pulmón.


—¿¡Qué mierda quieres!?


      Al localizar a Albert y su inmundo aspecto, me le acerco rápidamente y presiono mis puños firmemente, y sin vacilar, clavo mi puño en su nariz.


—¿¡Dónde está Penny!? ¿¡Qué le hiciste, desgraciado!?

—¡Aléjate de mí, puta! — Albert toma mi cara y la estampa directamente contra la pared. Aunque desearía más que nada tirarme en el piso y llorar, simplemente lo veo fijamente -con lágrimas saladas en mis labios- y continúo el altercado.

—¡Tú te la llevaste!

    Albert vuelve a tomarme con sus manos, las cuales se dirigen a mi cuello y rápidamente y sin piedad, aprietan.

—Nunca... jamás en lo que te queda de vida... vuelvas a tocarme —  Escupe cada palabra y sigue apretando más a cada segundo.

     Después de un par de minutos, ya no soy capaz de respirar en absoluto, y comienzo a sentir mis piernas y prácticamente todo mi cuerpo desfallecer.


    Escupo palabras incoherentes mientras cierro fuertemente mis ojos, y espero.

Where? -H.S au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora