5.

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       Despierto por dos razones. Tengo un terrible e indescriptible dolor en mi mano, y no puedo mover las piernas.

       Abro los ojos, y noto que mi cuerpo se encuentra en la sala, al lado del teléfono. Tengo un sabor salado en mi boca, y no recuerdo haberme dormido la noche anterior.


       No sé qué hora o día es. No sé qué pasó anoche. Y no sé por qué estoy aquí en el piso de mi sala.


       Recuerdo a mi tía Penny. Recuerdo que no podía respirar. Recuerdo haber escucha cómo los huesos de mi muñeca se rompían. Recuerdo las botas negras y brillantes. Y recuerdo el rostro vacío de aquél hombre.


       Sólo cuando estoy sobre mis pies, noto una parte del hueso sobresalir de mi muñeca y manchas de sangre seca a su alrededor. Me altero.

        Comienzo a llorar y a entrar en pánico. Mi lado hemofóbico* sale a flote y no puedo parar de gritar. Gotas frías caen en mi brazo y me doy cuenta de que es mi sudor mezclado con mis lágrimas.

         Bajo las escaleras corriendo, los gritos presentes en mí. Nadie sale de su respectivo apartamento. No entiendo el por qué nadie se preocupa por mis gritos, pero yo no me preocupo en los absoluto por minimizarlos.


        Llego a la calle de la parte trasera del Arks, y no sé a dónde ir.


       Mi antiguo trabajo como asistente de limpieza –por decirlo amablemente- en Loks Kingstone era lo suficientemente cerca del Arks. Nunca salía del apartamento, a excepción cuando iba a trabajar. Y es ahora cuando me doy cuenta de que ya no trabajaré más en el Loks Kingstone, y ya no tendré dinero. Lloro  –si es posible- más.

      Ningún carro pasa frente a mí, y es ahí cuando me doy cuenta de que, o son las 11 de la noche, o son las 4 de la madrugada. Mi cabeza observa frenéticamente las esquinas, y no encuentro nada.

      Mi sentido común toma el control en mi mente, y me dirijo al comino de la izquierda. El dolor parece aumentar con cada paso, y de un momento a otro, dejo de llorar. Dejo de caminar; dejo de respirar.

     Me detengo fijamente observando un pequeño local que se encuentra frente a mí. No sé por qué, pero el hecho de que un local se encuentre tan alejado de la ciudad, extrañamente me llama la atención. También me llama la atención el dolor que siento en la boca de mi estómago, y siento algo subiendo por mi garganta. Me inclino, y comienzo a escupir mi propia saliva pero nunca vomito; a pesar de que la sensación permanezca.


     Vuelvo a respirar, vuelvo a caminar pero no vuelvo a llorar.

      Llego a una carretera vacía. Tiene un montón de baches llenos de agua y sé que es una carretera poco usada.


      Vuelvo a caminar hacia la izquierda.

       Me toma –lo que parecen- horas llegar a ver un par de luces asomarse en el horizonte. Mi mano deja de doler, bajo la mirada y es cuando observo mi brazo morado.

    

      Cuando llego a la ciudad, es cuando también me doy cuenta de que probablemente sean las 4 de la madrugada, porque no parece haber ni un perro en las calles. Sigue el cielo con un aura oscura y es ahí donde me apresuro al centro de la ciudad, sin saber qué hacer.

—¿Qué tal?

      Un hombre me llama desde el otro lado de la calle. Una punzada de dolor se extiende por mi muñeca vendada y suelto un quejido. Suelto otro quejido más alto, cuando veo al hombre que me defendió en el lobby.

      No articulo ninguna palabra, porque no me creo capaz de hacerlo. Sólo lo veo. Lo observo detenidamente cruzando la calle. Veo su ropa negra. Veo las mismas botas negras y brillantes. Y veo el rostro vacío, que ahora está adornado por una sonrisa.

—¿Qué te pasó en la muñeca?

—Estoy bien.

      Las palabras se escapan rápidamente de mis labios, y suena a las dos palabras más hipócritas que he dicho en toda mi vida.

—¿Vas al hospital? Mi...- sus palabras se cortan y sé que notó mis lágrimas.— Mi auto está cerca. Puedo llevarte.

—No te conozco.

—Vi lo que pasó... hace dos días. Estuve ahí. Déjame ayudarte.

        Muero mi labio fuertemente y trato de no gritar. Pasé dos días en el piso, y no lo sabía. Hay un desconocido que conoce a Albert y me quiere ayudar.

—¿Sabes dónde queda el hospital?—Pregunta con un toque de burla y gracia.

        Niego y miro mi muñeca. Aparto la mirada rápidamente, al ver la acumulación de sangre.

—Vamos.

       Apoya su brazo en mis hombros y me guía a un auto que parece ser de hace un siglo.

      Me sube en la parte del copiloto, y antes de cerrar la puerta, me ve y agrega lentamente:

Soy Harry.






*Hemofóbico: La hemofobia o hematofobia es el miedo a la sangre y también a las heridas en sí. Las personas que tienen fobia a la sangre temen las heridas, cortes y las jeringuillas.

Where? -H.S au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora