La estrella fugaz

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𝑬𝒍 𝒏𝒂𝒄𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝑴𝒐𝒓𝒐𝒉𝒂 𝒇𝒖𝒆 𝒎𝒂́𝒔 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 𝒅𝒆 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒏𝒐𝒔 𝒄𝒓𝒆𝒆𝒏... 𝒀 𝒉𝒂𝒚 𝒖𝒏𝒂 𝒄𝒂𝒏𝒄𝒊𝒐́𝒏, 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒏𝒖𝒏𝒄𝒂 𝒑𝒐𝒅𝒓𝒂́ 𝒐𝒍𝒗𝒊𝒅𝒂𝒓.

𝑳𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂 𝑭𝒖𝒈𝒂𝒛

....

Hacía ya cinco largos años desde que Kagome llegó a la época feudal para quedarse definitivamente. Las cosas habían cambiado bastante, por no decir del todo. Antes estaban acostumbrados a las luchas interminables, peligros amenazantes todos los días y muchos dramas amorosos alrededor de Sango, Shippo, Miroku, Kagome e Inuyasha.

Pero ya no más.

Habitaban tiempos pacíficos, llenos de tranquilidad y estabilidad.

Sango y Miroku cuidaban de su gran familia, cada día con más alegría saludaban a Inuyasha y Kagome. Lucían realmente cansados a veces, pero las sonrisas eran transparentes y sinceras cuando decían que valía la pena cada noche en vela.

Shippo estudiaba para ser un poderoso zorro mágico. Era popular entre las niñas de la aldea, quienes siempre que él se asomase por allí lo perseguían dando grititos y risas. Era un zorrito apuesto― señalaba Kagome― No podía evitar todas sus conquistas, aunque tenía muy en claro que no quería ser como Miroku en el pasado, por lo cual amablemente rechazabas a las muchachitas.

En cuanto a Inuyasha y a Kagome... bueno, ellos habían avanzado en su relación amorosa al fin del cuento. Estaban casados― asumían todos, puesto que Inuyasha nunca había dicho palabra a cerca del matrimonio, pero la llamaba mi mujer cada mínima oportunidad que tenía de entablar conversación― y vivían en una pequeña cabaña en las afueras de la aldea de la anciana Kaede.

Habían decidido vivir más cerca del bosque por como Inuyasha amaba los árboles. Algunas veces Kagome y él discutían― muy a menudo, decían los aldeanos ― entonces ambos encontraban mucha paz en el bosque para tomarse espacio, mientras Kagome miraba las estrellas en las alturas, Inuyasha permanecía encaramado en los árboles hasta que uno de los dos cedía y ocurría una esperada reconciliación.

Los primeros tiempos de matrimonio habían sido difíciles debido a la timidez del medio demonio, quién estaba siempre avergonzado de las demostraciones de amor de Kagome. No estaba acostumbrado ― se excusaba él― y Kagome le creía, ya que nunca había sido cariñoso con él en el pasado.

Pero con el tiempo, la Miko logró hacer del muchacho un apasionado esposo. La ternura era algo que formaba parte de cada encuentro que tenía la joven pareja en el lecho matrimonial, pero Kagome le había enseñado algunas cosas que ella afirmó leer en libros de su época. También tenía muy bien controlada su fertilidad, puesto que no había quedado embarazada en un largo tiempo.

De todas formas y sin entrar en detalles, ellos estaban realmente bien.

En tiempos pasados ninguno de los dos hubiera pensado que tendrían esa vida tan calmada, un matrimonio estable y mucho menos un hogar que no fuera destruido por demonios en tanto tiempo.

Un día, después de una larga tarde de trabajo en la aldea; tanto Kagome como Inuyasha ansiaban llegar a su casa para dormir profundamente.

Él se dio cuenta de lo agotada que parecía Kagome, así que se ofreció a llevarla en su espalda y esta aceptó gustosa con una sonrisa en el rostro. Se recostó totalmente en la ancha espalda de su amado y cerró los ojos con tranquilidad.

En medio del camino, el sol ya había caído y dio lugar a la noche.

Kagome se removió para poder observar el cielo entre los árboles.

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