Capítulo 4

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Mina disfrutó su cena, y mientras comía, pensaba en que quizá no era buena idea marcharse sin agradecer primero. Si bien, Diamante tenía una conducta muy grosera casi todo el tiempo, ella no iba a comportase de la misma manera. Ella no era una persona desagradecida y menos rencorosa. Bastaba con que alguien tuviera un "bonito gesto" hacia su persona para que fuera capaz de olvidar cualquier mal rato del pasado. La cualidad de Mina a veces se transformaba en una debilidad: era demasiado buena.

Lavó lo que ocupó; observó la forma en que los demás platos y cubiertos estaba guardados en la estantería para poder guardar lo recién lavado de la misma manera, ya que Diamante era ordenado y organizado en demasía, así que le siguió la corriente para evitar un disgusto futuro. Se fue de vuelta a su habitación, pero no pudo dormir, pues lo había hecho durante todo el día, así que se mantuvo atenta por si él volvía. Las horas pasaban y no había rastro del sujeto. Salió de la habitación, caminó por el corredor; estaba ansiosa y demasiado despierta. Se le ocurrió buscar un libro para entretenerse en alguna buena historia. Sabía que Diamante tenía en su oficina un librero de pared a pared, lo vio el día en que llegó a la casona, mientras él buscaba unas cosas en su despacho, ella observó con disimulo.

— Tal vez se enfade si entro... pero técnicamente no rompería ninguna regla establecida. Él dijo que no podía entrar a su habitación y no tengo pensado hacerlo. Y no hurgaré en los rincones de la casa, iré directamente a buscar un buen libro, es todo —dijo Mina en voz alta. Caminó hasta el despacho de Diamante, la puerta no tenía seguro, así que asumió que no había nada allí que Diamante se molestara por ocultar. Se acercó para mirar de cerca los libros y aunque ella esperaba encontrar alguna novela, se sorprendió por la variedad en la colección; tenía algunos ejemplares sobre leyes, otros de medicina, arquitectura e idiomas.

Miró de soslayo y notó que en el escritorio había unos documentos. Se acercó curiosa y vio que eran diferentes títulos profesionales a nombre de Diamante Black, tenían modificaciones en las fechas, de seguro que lo hizo para ocultar su verdadera edad. Los libros que poseía no eran de simple interés, al parecer él era abogado, médico, arquitecto e interprete; Diamante hablaba siete idiomas.

— ¡Oh, por Dios! ¿Cuántos años tendrá? Se nota que ha tenido bastante tiempo para especializarse en todo lo que le interesa —dijo Mina observando en detalle, descubriendo más papeles con títulos profesionales—. Quizá yo también debería dedicarme a estudiar alguna cosa.

Miró otra vez el librero, tal vez ahora sí encontraba algo de su interés. Cogió un libro que le llamó la atención, no era muy grande, de tapa dura, oscuro, bastante viejo. Abrió el libro, estaba escrito con tinta y con data de 1020. A Mina no solamente le llamó la atención el año, también el nombre del autor: Kakyuu Black. ¿Acaso era pariente de Diamante? Se apellidaban igual.

Comenzó a pasar de hojas, notó que el libro estaba en un idioma desconocido, una legua muerta quizá. Sin embargo, había pequeñas notas en cada hoja, al perecer la traducción del texto. No era un libro como una historia realmente, se trataba de una especie de diario de vida. Su autora, era una hermosa mujer y aunque no había fotografías de ella, sí varios retratos. Pero lo que más le despertó curiosidad, fue la traducción de la primera página:

"La inmortalidad es deseada por el hombre, porque no comprende el precio que se paga por ello."

Definitivamente ese era el libro que quería leer, y aunque presintió que aquello podría traerle problemas, también sintió que era necesario, había algo, un no sé qué, una corazonada, un presentimiento. Así que se lo llevó a la recámara, lo tomó prestado, lo devolvería una vez terminado, se dijo.

Se sentó en la cama, comenzó a admirar las imágenes dibujadas como retratos. Había un hombre bien parecido, elegante y de mirada intensa. El texto que acompañaba a la foto decía:

𝕷𝖚𝖟 𝖊𝖓 𝖑𝖆𝖘 𝖙𝖎𝖓𝖎𝖊𝖇𝖑𝖆𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora