《DOCE》

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Todo estaba sumido en completa oscuridad. Negro por todas partes.

Se escuchaba el alegre canto de los pájaros a lo lejos y el olor fresco de la naturaleza llegaba apenas a sus fosas nasales. Casi como si fuera un sueño a un paso de la realidad pero sin poder retenerla completamente.

Sus sentidos comenzaron a activarse uno a uno: oído, olfato... vista.

Lentamente y haciendo un enorme esfuerzo, Xie Lian abrió los ojos. Estaba aturdido y un terrible dolor de cabeza y pecho le recibieron cuando estuvo plenamente consciente. Frunció el ceño y dejó escapar un leve suspiro agonizante, sentía que le martillaba la cabeza. Sus ojos se entrecerraron cuando giró la cabeza y se encontró con una luz cegadora que se colaba por su izquierda.

Pasó un largo tiempo hasta que se acostumbró a la luz y pudo sentarse, sus manos sujetaban fuertemente su cabeza que aún dolía mucho. Jadeó un poco y solo entonces se hizo la pregunta.

"¿Dónde estoy...?"

Movió la cabeza con cuidado por su alrededor sorprendiéndose un poco por la decoración minuciosa de un lugar tan rústico, algo no encajaba allí. Bajo su cuerpo, había una manta roja y suave con bordes dorados, su corazón se inquietó al darse cuenta de que no tenía idea de cómo había llegado a ese lugar. ¿De qué se había perdido?

El dolor lentamente comenzó a disiparse y el entumecimiento de sus músculos se aflojó gradualmente, estirándose un poco se forzó hasta ponerse de pie, era extraño pero sus músculos estaban tan tensionados que tenía la loca idea de que había estado acostado durante mucho tiempo. Dio un vistazo más exhaustivo a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en una cueva bastante peculiar, y que las paredes estaban llenas de pinturas.

Eran murales amplios y llenos de color.

Xie Lian miró la primera pintura. En ella estaba un joven vestido de blanco con detalles de dorado y rojo, lucía atractivo e imponente pero con un atisbo de sinceridad y dulzura, llevaba puesta una máscara de oro y en sus manos sujetaba un espada y flores. 

Ese joven era él.

Rozó con sus manos la pintura con mucha delicadeza y sus ojos ardieron, sintió una extraña comezón que los hizo humedecerse.

Miró todos los murales, y se dio cuenta de que cada uno de ellos contaba sucesos importantes de su vida. Como si fuera una historia que se contaba de generación en generación, pero él encontraba doloroso y ridículo este acto. ¿Quién había hecho eso? Plasmar recuerdos tan... dolorosamente inútiles, como si fuera algo de lo que sentirse orgulloso.

Se sentó en el borde de la cama con la mirada perdida. Los sucesos que narraban las paredes por alguna razón había olvidado, de alguna manera se dio cuenta de que si no hubiese visto esos murales, quizás no habría recordado esas cosas, pero... ¿valía la pena recordarlas? 

La sola idea de olvidar su identidad lo llenó de miedo, pero recordar de un momento a otro todo el camino recorrido... lo desestabilizó.

Lloró tanto hasta que sus ojos se tornaron rojos como la sangre.

Las pinturas le hicieron recordar varios hechos que lo llenaron de tristeza, impotencia y dolor. Era como si alguien hubiese puesto deliberadamente un baúl de memorias en la habitación de una persona senil. Fue un alivio y a la vez una tortura.

Había sido el príncipe heredero de un magnífico reino.

«... Xian Le, mi reino era alegre y próspero» 

Ascendió a la edad de 17 años.

«Era tan joven, ¿Por qué ascendí tan joven? ¿A quién rayos se le ocurrió?»

VEN A MI LADO || Bai Wuxiang x Xie LianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora