Capítulo 2

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   No sé a donde ir.

   No sé a quién o qué buscar.

   No se que es lo que está pasándome.

   No se que hacer.

   La gente no puede verme, atraviesan mi cuerpo como si no estuviera allí, de un momento a otro es 2021 y no tengo ni puta idea de lo que pasa a mi alrededor.

     Busqué en callejones, barrios bajos, boliches y subterráneos, pero no encontré a mis chicos por ningún lado. Una semana ha pasado y no he encontrado ni una maldita pista que me diga que es lo que debo hacer.

    Tampoco encontré a Max, probablemente esté con su pequeño hijo y Jessica en Los Ángeles, pero yo no puedo ir hasta allá. Tengo miedo de irme y que todo vuelva a cambiar.

    Tampoco encontré a Cain. Mayormente se encontraba en ese oscuro y algo deprimente bar, pero al llegar a ese lugar, solo encontré latas de cerveza, drogas y ropas tendidas en el suelo.

   Eiji... Eiji es a quien más deseo ver. Seguro se encuentra en Japón, pero siempre voy a la biblioteca con la esperanza de verlo sentado allí, con un gran suéter de NoriNori y leyendo el primer libro de Stephen King que se hubiera encontrado.
   
   Aún vivo con la esperanza de encontrarlo caminando en las calles de Nueva York, siendo que sea el único en poder verme y escucharme, para poder disculparme por el no haber llegado a estar junto a el.

   Pero aunque más quiera buscar a Eiji, necesito averiguar qué es lo que me está pasando.

   Ser invisible tiene sus ventajas. Todo es gratis, nadie me molesta y puedo hacer lo que quiera. Pero nadie puede escucharme, eso dificulta toda mi búsqueda y hace que pierda la paciencia.

    Ahora mismo me encuentro en Chinatown, sentado junto a Nadia en el restaurante Wong. Fue a la única persona conocida que encontré y que podría serme de utilidad para avanzar, pero no había ni un solo rastro de alguno de los chicos aquí. Nadia no hablaba nunca y cuando intentaba seguirla, simplemente desaparecía en la oscuridad.

   Ya van tres días en los que solo me siento en una silla esperando a que un Ángel aparezca y me guíe en este maldito camino sin sentido.

   —Esto es aburrido.— Me levanto y sigo a Nadia hasta la cocina. Me pregunto si podría jugar un rato con ella.

   Sin hacer mucho ruido, tomo un paquete de harina y comienzo a decorar la cocina.

   Los chinos tenían muy al gusto, pero Ash iba a cambiar eso. Las paredes del lugar se encontraban repletos de harina y tomates, con garabatos de peces y bananas. No se que se supone que está haciendo Nadia, pero no sale del baño desde hace una hora.

    Dando los toques finales de mi obra de arte, un chico bastante alto -no más que yo.-, fornido -obviamente no más que yo.- y apuesto -definitivamente, no más que yo.- entra a la cocina, mirando perplejo la situación que tenía en frente.

  Al mismo tiempo Nadia salía de el baño, encontrándose con el joven de ojos rasgados en medio de el vil acto hacia su cocina. Nadia se veía furiosa y era más que obvio que comenzaría a gritarle, decidí alejarme del lugar ya que me asusta ver a esa mujer enojada.

    —¡Sing! ¡Que mierda haces en mi cocina! ¿Acaso crees que es gracioso?

    Solo había dado dos pasos, para que luego de escuchar ese nombre de detuviera en ese mismo instante.

   —¿Sing?— Me acerqué a el para observarlo mejor, definitivamente no era el niño de 15 años que había conocido hace un tiempo. —¿Pero que demonios te pasó? ¿Que haces aquí? ¿Donde están los demás?

   Lo había tomado de los brazos y comenzar a moverlo, pero no servía de nada ya que Nadia estaba regañandolo de igual forma.

   —Nadia, ¡te dije que yo no fui!— Dijo a punto de llorar. Después de todo sigue siendo como un niño. —Pero como soy demasiado bueno, te ayudaré a limpiar. Solo dame las cosas, debo apurarme ya que se me hace tarde para cenar.

   —Wow, me conmueve tu generosidad.— Le dije en un tono sarcástico, aunque no pueda oírme. Este chico a cambiado mucho desde la última vez que lo vi.

       Me encontraba sentado frente a él, esperando a que Nadia llegue para poder irse a su casa

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    Me encontraba sentado frente a él, esperando a que Nadia llegue para poder irse a su casa. El silencio reinaba en el lugar, siendo su respiración cansada la única en escucharse.

    —Voy a seguirte, Sing. No te asustes.— Sing era uno de los chicos más cercanos que tenía en el circulo pandillero, solo el podrá ayudarme en esto. —Solamente necesito saber que fue de mi o de los demás.

    Nadia llegó con las llaves y Sing salió a toda prisa hacia su auto. Un modelo viejo, pero muy lindo y cuidado. Era muy gracioso, porque apenas cabía dentro por su gran estatura.  Me senté a su lado, atravesando la puerta. Aún no puedo acostumbrarme a esto, no me agrada el sentimiento.

    La lluvia caía fuertemente sobre las ventanas y las luces de la ciudad se reflejaban en la calle mojada. Era una preciosa vista que por primera vez, podía admirar con algo de tranquilidad.

    Sing aparcó el auto perfectamente por encima del cordón.

    —¿Al menos tienes licencia, Sing? Estaciónaste increiblemente mal, viejo.— Comenté saliendo del auto. Al dar la vuelta, un bonito y gran departamento se encontraba frente a mis ojos. Seguí a Sing hasta la entrada.

   Quien diría que viviera tan bien.

   Al abrir la puerta, entré a la casa con gran rapidez antes de que Sing cerrara la puerta. No quiero atravesar más cosas, al menos no por lo que queda del día.

    —¡Ya llegó el Dios chino!— Gritó dejando un maletín en el suelo. Diablos, sí que era egocéntrico.

    —¿A quién le hablas?— Comencé a reír. Me agrada este Sing.  —Me apiado de la persona que vive contigo, aunque para aguantarte debe ser igual que tú.

     De pronto, una silueta no muy alta sale de la habitación continua a nosotros. No logro descifrar quién o qué es, ya que las luces se encuentran apagadas.

   —¿Sing...? ¿Que hora es? Lo siento, me quedé dormido.

    ¡Esa voz...!

   La luz se enciende, dejándome ver completamente la silueta frente a mi. Mi corazón latía desenfrenado y mis ojos dejaban escapar gruesas lagrimas que se deslizaban por mi cara hasta caer al suelo.

    Estaba ahí...

    Estaba bien...

    ¡Eiji!

   —Bienvenido.

Mi Alma Siempre Estará Contigo | AshEijiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora