Mi Naturaleza

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Estábamos sentados en sillones grandes y rojos, uno enfrente del otro, nos encontrábamos en una cabaña pequeña a las afueras de la ciudad, era un día lluvioso pero muy silencioso, nadie quería hablar de lo que había pasado hace unas horas, o eso creí.

- Tú sabes lo que sentía, ¿por qué lo hiciste? –preguntó Pablo decepcionado.
- Yo no quería que sucediera eso –respondí despreocupado.
- No vengas con eso, tú lo deseabas.
- ¡Claro que no! La amaba.
- Eso me dijiste a mí y míranos ahora –dijo un poco alterado.
- Fue diferente.
- Claro que lo fue.

Ahora pensaba en lo que Pablo me dijo, al acostarme solo podía pensar en Sophie, en lo que le hice. Toda mi vida he hecho lo mismo, me enamoro de las personas, las "absorbo"; robo cada rastro de inocencia y felicidad que tienen y luego me voy. Creo que me voy, pero ellos son los que se alejan, y no es mi intención alejarlos, es parte de mi naturaleza.

Al despertarme estaba ella a mi lado, creí que nunca iba a volver a pasar después de lo que hice.

- Yo tenia un futuro y tú lo arruinaste –se quejó Sophie.
- Lo siento, yo solo...
- ¿Por qué ayer? Justo en el día de nuestra boda.
- Enserio lo siento, no sabes lo mucho que me duele –dije viéndola fijamente y notando como poco a poco desaparecía ante mis ojos.

Desperté, solo había sido una horrible pesadilla, lo único que era verdad era la persona que estaba al lado mío. Pero ya no sabía que era real, no podía confiar en mi mente, no podía confiar en mí.

- ¿Estás bien? –Preguntó Camila.
- Si, fue solo una pesadilla –dije algo exaltado–, estoy contigo y eso es suficiente.
- Creo que es hora de hablar de algo importante.
- ¡No por favor, no lo hagas!
- Cuando despiertes, ahí estaré.

Por fin desperté, seguía en esa cabaña, se sentía tan fría y tan vacía; y es que así era, me encontraba solo. Pero me equivoque, ahora nunca estoy solo, no desde la primera vez que lo hice; no me podía arrepentir, no les iba a dar ese lujo. Yo soy más fuerte que ellos, así que no me rendiré, aunque eso me haga perder la cabeza.

- ¿Sigues haciéndolo?
- John me asustaste –dije algo nervioso viendo al chico al lado de mi puerta–. ¿Cómo me encontraste?
- Tú nunca escaparás de nosotros –dijo John acercándose.
- Nunca –dijo Pablo entrando a la habitación detrás del otro chico que ya se encontraba sentado en la cama.
- Siempre estaremos contigo.

Sophie se encontraba recostada en una esquina del cuarto cerca de una mesita de noche que tenía, allí guardaba todo lo preciado que había recolectado en todos estos años de oficio, eran cosas muy importantes y de gran valor sentimental para mí.

- Ahora somos parte de ti –comentó Camila acostada al lado mío.
- ¡Váyanse! –exclame.
- ¿Creías que al enterrarnos todo acabaría? –preguntó John con lágrimas en los ojos –pensé que me amabas.
- Yo te amaba –le dije–, yo los amé a todos.
- Entonces, ¿por qué nos mataste? –preguntó Sophie.
- Es mi naturaleza –dije–, cada vez que mataba a alguno de ustedes me sentía con vida otra vez, al perder a mi familia en ese accidente creí que nunca volvería a sentir, pero ustedes cambiaron eso.

Los cuatro me observaban y poco a poco se acercaban, hasta terminar rodeado de ellos, no era miedo lo que sentía, era, ¿paz?

- ¡Cállate! –me pidió Camila que, al igual que John, estaba llorando.
- Todos son especiales para mí, por eso utilice un arma diferente con cada uno; un hacha, una pistola, un cuchillo y una soga, cada uno es especial a su modo.
- ¡Termina con esto ya! –me gritaron al tiempo enojados.
- Okey –dije mientras quitaba la silla que estaba debajo mío, la que evitaba que no me ahorcara. Ahora no había nada. Nunca hubo nada.

Okey era la palabra que utilizaba antes de matar a mis víctimas y ahora se convertía en la última palabra que diría antes de morir; antes de que mi cuerpo se quedara sin aire, antes de dar su suspiro final. Esa es mi verdadera naturaleza.

Relatos cortos de una mente sin imaginaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora