III

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~ Aquí empieza lo insano, perdonen la mala redacción ~

Corey abrió los ojos lentamente mientras percibía un olor salado, alguien usaba la cocina.
El cuarto estaría oscuro de no ser por las cortinas claras que dejaban entrar una poca porción de luz.

Paso sus manos por su rostro al sentir el dolor de cabeza y mareo a consecuencia de su consumo sin medida del día anterior.

— mierda — dijo entre dientes. Apenas levanto su torso con ayuda de sus brazos, se quedó un rato agachado intentando recordar, pero las punzadas al rededor de su cabeza no le dejaban ordenar sus memorias borrosas.

— por fin despiertas —  aludía el número 1 entrando al cuarto con un vaso de agua y lo que parecían ser pastillas para las molestias del contrario con resaca. — sigues vivo después de todo —

— ¿ Joey? ¿Tu qué haces aquí? —  cuestionó el contrario logrando identificar a su compañero.

— anoche te pusiste como perro con dolor anal y te traje a casa —

— oh no... — susurró el vocalista llevando su mano a su frente.

— no es para tanto, al menos no fue como la noche de hace una semana —

Ambos se callaron abruptamente.
Joey suspiro, camino hacia el mayor dandole la solución a su problema.

— vamos, mejor toma esto y luego ven a la cocina, necesitas comer algo... Habla si necesitas ayuda o alguna cosa, no te ves muy bien — pasó suavemente su mano por el cráneo del mayor, yéndose al lugar de donde vino.
Corey se quedó estático, con un escalofrío que bajaba de su nuca hasta terminar por su espalda, con el corazón acelerado, ¿Qué rayos le pasa a Joey?
Él no se quedaría sentado a pensar, por lo que acató las órdenes de su amor, apesar de las náuseas sabía que necesitaba algo de comida.

En la cocina había mucho más iluminación por la enorme ventana en donde saludaba el sol. El desayuno servido en la mesa, el olor del café en toda la habitación  y el hermoso cocinero recibiéndole con una sonrisa. Nada, absolutamente NADA  era mejor que ver esta escena desde la perspectiva del vocalista, su pecho se calentó, él se estaba derritiendo.

— siéntate. Ni creas que te daré café, ahí hay jugo de naranja — señaló el baterista.

— s...si — titubeó tomando asiento.

Huevos con un par de salchichas, pan tostado y ese vaso de jugo de naranja, todo hecho por su amado (o más bien la mayoría), especialmente para él, ¡Dios! Sabía tan bien, casi olvidaba sus náuseas.
En el contexto en el que estaban, una mañana tranquila con el amor de su vida cuidando de él, comiendo pacíficamente, rozando miradas y devolviéndose sonrisas. Una sensación hogareña qué tanto le hacía falta. Memorias rotas que curaban.
Definitivamente querría estar con él por la maldita eternidad.

— Corey... Dime... Que realmente querías decirme cuando te pregunté sobre tu cambio de humor —
El mayor salto de la sorpresa por el comentario.

— ¿eh? No... No sé a qué te refieres — bebió un sorbo de jugo tratando de evadir la fija mirada del pelinegro, él sabía que Joey notaba su nerviosismo.

El contrario suspiro y se levantó, pronto se acercaría peligrosamente al rostro de Corey, quien retrocedió un poco.

— no te hagas el imbécil, sabes perfectamente a qué me refiero, si quieres decirme algo será mejor que lo digas antes de que te estampe el puño en la cara — tomó el cuello de la camisa del rubio.

Corey salió rápidamente del agarre levantándose.

— este... Yo... ¿Quién te lo dijo? —

— me lo dijo el idiota que tuve que llevar a su casa porque estaba en el país de las maravillas — camino de nuevo en dirección al número 8.

Damn! (Jorey) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora