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Seis de la mañana marcaba en reloj, los primos rayos de sol asomando por la enorme ventana decorada con bordes dorados pero que eran bloqueados por las enormes cortinas de seda roja. Para cuando el reloj de la pequeña mesa de noche que decora la espaciosa habitación sonó una de las varias sirvientas que trabajan en la mansión de los May entró a la para dar el mismo aviso que el sonar del reloj, abriendo cortinas y ventanas.

Un joven y apuesto chico de 18 años ante los reflejos de luz solar poco a poco fue abriendo sus ojos color avellana que eran golpeados por los primeros rayos de sol, haciendo que estos se arrugan con el fin de opacar un poco la fuerte luz del nuevo amanecer.

- Buenos días joven May, ya es hora de levantarse. En 15 minutos el desayuno estará servido- Avisó mientras se iba retirando de la enorme pieza- Y una cosa más, su padre lo está esperando en la mesa ya que necesita hablar con usted. Con permiso- Salió cerrando la puerta tras sus espaldas.

El bello joven somnoliento que reposaba en aquella enorme pero vacía cama, se removió con pereza para luego levantarse y quedar sentado en el borde de la misma, frotando sus ojos y luego su rizado cabello. Se incorporó por completo y se dirigió al baño, ya en este avanza en dirección al lavabo que era adornado por un hermoso espejo en el cual vio su reflejo con odio y desprecio, lavó sus dientes y su rostro aún adormecido, se deshizo de sus pijamas dejándolas en el cesto de ropa ubicado en la esquina derecha del baño, se metió a la regadera y giró ligeramente la manija que bloquea y desbloquea el paso de agua hacia la derecha dando paso a un lluvia artificial tibia que recorría cada rincón de su largo, pálido y delgado cuerpo, mientras en su cabeza los rizos perfectos que posee se convertía en un cabello un tanto liso que se pegaba a su delicada pero seria cara poco a poco iba abriendo sus ojos contemplando el vacío sintiéndose pobre, no en el sentido económico, sino del alma, se colocó shampoo en su cabello, masajeando de manera desenfrenada mientras que el agua ya no salía de aquella regadera que de seguro costaba más que mi teléfono, luego agarró el jabón que yacía en un stand a su izquierda, pasando la barra espumosa por su cuerpo la cual no sólo dejaba un olor delicado a chocolate, sino que también dejaba su piel totalmente suave al roce de los pétalos de la rosa más delicada del mundo, culminó su baño abriendo una vez más la regadera y así removiendo toda la espuma que estaba estancada en su cabello y dispersa en su cuerpo, salió del baño ubicando una toalla al rededor de su fina y angosta cintura tapando su masculinidad, pero que dejaba ver una ligera venas en su abdomen bajo que no dejan nada a la imaginación de cualquiera que lo viera de esa manera, mientras que con una toalla más pequeña secaba su cabello haciendo ligeros apretones hacia arriba para definir sus aún húmedos rizos, ya con el cabello y el cuerpo un poco más secos, procedió a colocar su elegante pero incómodo uniforme escolar, mientras se realizada el nudo de su aburrida corbata miró de reojo el reloj que marca 6:12 a.m. con prisa salió de su pieza que estaba ubicada en el tercer piso de su vivienda, la casa soñada de cualquiera y que no dudaría ni un segundo en vivir allí, no obstante para él era un martirio, no el vivir en esa preciosa casa, sino el hecho de subir y bajar muchas escaleras que para él era casi infinitas y como ya casi era la hora de desayuno, la bajó salió cayendo ya que a su padre no le gusta que sea impuntual a los horarios restringido por su persona, 3 minutos exactos bajando a último piso en el cual yacía el monedero familiar, una mesa enorme la cual acaparaba 12 personas, pero estaba casi vacía a excepción de la única presencia ahí sentada, nada más y nada menos que el empresario más famoso de todo Reino Unido por no decir del Mundo con una fortuna anual de 800 Millones de libras, Halord May, su presencia era casi inexistente hasta que se sumó Brian May su único hijo que tuvo con su recientemente fallecida esposa y el único amor de su vida, Ruth May, madre de Brian.

- Buenos días padre- Dando una reverencia ante su padre, se sentó en una de las tantas sillas del la enorme mesa. - Sarah me ha dicho que querías hablar conmigo.

𝐂𝐥𝐚𝐬𝐞𝐬 𝐒𝐨𝐜𝐢𝐚𝐥𝐞𝐬 [𝓜𝓪𝔂𝓵𝓸𝓻] ~AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora