Capítulo 4

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–Lo siento... –la voz de Dawson perdió intensidad cuando encontró su mirada – Sienna –concluyó.

–Hola –habló atropelladamente–. No hay problema. Adiós.

–Espera. ¿Estás ocupada?

–No sabía... –habló al mismo tiempo. En ese momento, la más pequeña llamó la atención de su padre y él dejó de mirar a Sienna– bueno, yo...

–¡Papá, papá, mira! –esta vez la mayor de ellas lo haló de la otra mano–. Quiero ir, apresúrate. ¡Papá!

–Espera, cariño...

–Pero, es...

Dawson elevó su mirada suplicante hacia Sienna. Ella lo miró, confusa, antes de comprender. Ah, ¿debía ir...?

–Por favor –pidió por lo bajo mientras limpiaba la ropa de la más pequeña.

–De acuerdo –murmuró.

–Cariño, ve con Sienna. No te apresures.

–¿Papá?

–Es una amiga, está bien. Ve –aseguró. La pequeña miró, dudosa, pero la siguió.

Sienna no estaba segura de lo que estaba sucediendo, aunque parecía que había alguna clase de evento en el centro comercial. Estaban obsequiando toda clase de chocolatinas. No obstante, la niña de Dawson parecía más interesada en los personajes con disfraces, así que solo se quedó mirándolos.

–¿Eres amiga de mi padre? –inquirió la pequeña de pronto–. A mi madre no le gusta que mi padre tenga amigas.

–Oh... bueno, nos conocemos hace muchos años. Yo... –¿debía preguntar? No, no debería, pero...– ¿tu padre tiene acaso muchas amigas?

–No, los hombres casados no tienen amigas bonitas.

–Ah. Tú eres muy linda –dijo, porque no sabía cómo salir de aquella conversación.

–Me parezco a mi madre. Es hermosa.

–Sí, lo es –reconoció. Y es lo único positivo que podría decir de aquella mujer. Inclusive ser civilizadas la una con la otra había requerido todo su esfuerzo–. ¿Quieres regresar...?

–Tú también eres linda –reconoció la niña a regañadientes. Sienna sonrió levemente.

–Gracias. Tu padre nos estará esperando... –intentó de nuevo.

–¿Te gusta mi padre?

–Es una buena persona –y eso era todo lo que diría sobre él. Dawson Salvatore era atractivo, pero más allá de eso, era una buena persona, lo que verdaderamente lo hacía irresistible. Al menos para ella, así había sido desde que lo conociera–. Regresemos –insistió.

Cuando se acercaron, Dawson tenía a la más pequeña de la mano y sonrió. Sienna desvió la mirada y trató con esfuerzo de no devolverle la sonrisa.

–Tus hijas –soltó nada más estar frente a él.

–Sí. Ciara y Martina

–No sabía que tenías dos niñas –exclamó Sienna, observando como la más pequeña se aferraba a la mano de Dawson, mientras la otra niña se había detenido a mirar una vitrina de juguetes–. Son preciosas –soltó, aunque a sus propios oídos aquellas palabras sonaron extrañas y poco naturales–. Que tengan una buena tarde.

–Sienna... –la detuvo del brazo. Ella suspiró.

–No lo hagas –pidió, ladeando el rostro con una media sonrisa.

Una historia (Sforza 7.5 - Sienna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora