Capítulo 3

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—¿Entonces qué dices?

La bailarina se quedó callada en su lugar, sin saber qué hacer o como reaccionar.

—Si me dices que te pruebe, lo haré. Muestrame el otro lado de Samanatha Rivers— soltó cada palabra como si no tuviesen peso alguno.

Samantha quería el papel protagonista por lo menos una vez, sí. Estaba en sus sueños poder mostrarle al público su talento y poder salir adelante con ello. Pero, ¿tanto lo deseaba cómo para hacer lo que el señor Johnson le estaba pidiendo?

—Bueno— el hombre suspiró alzando las cejas y aplastando los labios, volvió a sentarse en el sillón tras su escritorio —En ese caso supongo que seguiremos con nuestro mejor bailarín, no creo tener objeciones de Victoria-

—¿Dónde y cuándo?— interrumpió la castaña pero sin encararlo, tenía los ojos perdidos en cualquier lugar del despacho.

En el rostro del director se formó una sonrisa tirando de una de sus comisuras hacia arriba al oírlo aceptar, parecía un niño que había logrado convencer a otro de hacer alguna travesura.

—Esta noche, diez en punto. Te veo en Luxury Club. Ni un minuto más, ni un minuto menos— advirtió el hombre con una mirada sombría.

—Ahí estaré.

...

El día estaba resultando más agotador de lo que pensaba a cada minuto y hace solo un rato el reloj recién marcaba las cinco en punto. Limpió las gotas de sangre que habían caído en su revólver con un pañuelo blanco de seda, le estaba pareciendo tedioso el tener que lidiar con todas las mierdas que tenía estorbando en su camino, estaba considerando seriamente encargarle el resto a sus hombres e irse a descansar a su mansión de una vez por todas.

—Jefe— se volteó a ver quién se daba el privilegio de interrumpirlo en una ocasión así. Vió a su empleado con un sobre amarillo en su mano derecha —Llegó esta información, el investigador dijo que le sería interesante saber esto.

Blake le arrebató el sobre a penas se lo tendió, sabía de qué trataba todo el asunto.

Desde que su obsesión había comenzado a aumentar con la bailarina, contrató a uno de los mejores investigadores para que lo mantuviese informado sobre cada movimiento que daba su dulce ángel. Sabía desde el lugar donde había nacido hasta la dirección de donde residía.

Samantha no lo sabía pero estaba siendo cuidado desde las penumbras por el hombre más peligroso del país.

Abrió el pedazo de papel en sus manos rasgando el inicio para sacar una hoja tamaño oficio, comenzando a leer el contenido al tenerla fuera. Frunció el ceño causando que sus cejas se juntaran un poco más. ¿A qué se debía todo esto?

—Prepara la camioneta— ordenó el pelinegro al empleado —Daremos una visita al club de Daniel esta noche.

Guardó la hoja en el sobre que venía. Esperaba que dentro de todo lo que podía pensar y los diversos escenarios que imaginaba con respecto a la situación se llevara una jornada pacífica. Estaba al tanto de que en ese lugar iban hombres como él y que no eran sinónimo de pacíficos, para una persona normal era un lugar sumamente peligroso y un mal paso ahí era un boleto gratis a un pleito seguro; razón por la cuál estaba extrañado por lo que acababa de leer.

Aunque, sabía que no le molestaría soltar un par de balas mientras se tratara de cuidar de Samantha Rivers.

...

Revisó la hora en la pantalla de su celular, en dos minutos más serían las diez de la noche y ya se encontraba cerca del club en el que había sido citado, no entendía porqué había aceptado hacer eso y mucho menos porqué estaba dirigiéndose al lugar si todo le creaba un mal presentimiento y la voz interna en su cabeza le gritaba que diera mieda vuelta y fuera a su casa, se metiera a su cama y ya al otro día pensaría en cómo enfrentar a su director. Sin embargo, no obedeció.

White AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora