ADVERTENCIA: Este capítulo contiene algunas descripciones de pensamientos suicidas y gaslighting
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Casi murió. Lo salvaron.
Duró dos semanas en cama, dormido, con la espalda hecha pedazos, con el alma..., con todo hecho pedazos. Y luego despertó
Su maestra le contó lo que había sucedido. Ella no encontró ni a su hermano ni a Leifhite en los días posteriores. Ella buscó por días sin encontrar rastro, y entonces, los maestros concluyeron que ya estaban demasiado lejos. Si su hermano estaba muerto o no, no era de importancia para los maestros. Y de cierta forma, para él... No le importó. Si su hermano moría o no, no importaba, él seguía ahí.
También su maestra le contó lo que le sucedió. Después de que ambos regresaran de cazar y se separaran, ella regresó y lo vio caer por las escaleras, aquello fue lo que alarmó a todos. La maestra le dijo que la fiebre le subió demasiado, las heridas sangraban sin parar, y los phens de fuego estaban tan profundos en su piel, que fue difícil detener la sangre. Trataron de curarlo rezando, pero no mejoró. Luego intentaron con rituales, con hierbas medicinales que Leifhite dejó, con aquellas escritas en los diarios de los antiguos guardianes, con mil cosas, con plegarias y más plegarias. Rezaron y rezaron. Y en algún punto, los tres lloraron a Kirán, a An' Istene, con tal de que se recuperara.
Pero él no abrió los ojos. Lo alimentaron, le untaron medicina, le cambiaron las vendas, lo arroparon, rezaron, lloraron y pidieron mil veces que despertara, imploraron, admitieron que fue un error.
Él siguió sin despertar. Entre sus pesadillas, las sombras que rezaban lo devoraron, y en la vida, los maestros rezaban porque volviera. En sus pesadillas, el halcón caía, él lo atrapaba y juntos morían. Las sombras alcanzaban al halcón y a él. Y luego despertó.
Pero no había nada.
No había vuelta atrás para nadie.
Su espalda seguía adolorida pese al descanso y moverse siquiera un poco hacía que su visión se nublara un segundo y le faltara la respiración. Y tal vez por eso, y por culpa, fue que, por otras dos semanas, no le pidieron hacer ninguna de sus labores.
Esos días permaneció en silencio, solo veía la lluvia caer por una de las ventanas, observaba como sus maestros entraban y salían. Si hablaban, o decían algo, su mente los ignoraba de inmediato... o quizá era que ignoraba todo, incluso el sonido de la lluvia sobre el templo, el de su respiración y su corazón, los pasos de los maestros en el templo, el canto de los pájaros, los graznidos de los buitres y el grito de un halcón libre del templo.
Se odiaba por odiarlos. Lo habían cuidado, lo salvaron de morir, lo salvaron de huir y romper la promesa de los guardianes. Además, esa vez parecía que lo querían y lo trataban del mismo modo que a su hermano, quizá incluso mejor: lo dejaron descansar pese a todas las labores en el templo, y parecían estar arrepentidos de verdad. Aun así, no encontraba un motivo para verlos a los ojos o responderles, y solo de escucharlos, el asco lo invadía. Los odiaba, y era un malagradecido.
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La muerte en las montañas y el rey buitre | El Legado Solar #1
FantasyDurante mil años el Templo del Rey Kirán ha permanecido inamovible y protegido por sus guardianes: hombres y mujeres sin nombre con el deber de proteger su castillo entre las montañas. Aquel viejo templo posee los tesoros más hermosos de todo el mun...