15

2.2K 196 220
                                    

Narra Ochaco

No podía más. Retire las mantas y me levanté. Lo quería mucho, pero era imposible dormir con Monoma. Busqué una manta dentro del armario para irme al salón a dormir. Ni se dió cuando, cerré de un portazo la puerta del armario. Lo miré. Estaba bocarriba en un lado de la cama con los brazos uno para cada lado y roncando como un oso hibernando.

Conociendolo como lo conocía tenía que haberlo mandado a dormir al sofá, pero me dio pena y a la media hora de estar hablando tumbados en mi cama se había quedado frito, así que no le iba a echar. Al menos, a parte del favor que me hacía, su presencia sirvió para algo más. Era yo o ¿Izuku estuvo raro en presencia de Monoma? No sé de donde vino su actitud, no es que hubiera sido desagradable, pero no se comportó con Monoma igual que cuando conoció a Momo.

Salí del dormitorio y me fui al salón. Me llegó un olor extraño, ¿Tabaco? Asomé la cabeza por la puerta del salón, que estaba oscuro.

Oh Dios Mío

Izuku había movido el sofá de una plaza para ponerlo al lado de la ventana, que había abierto. Estaba sentado en paralelo al respaldo del sofá, apoyando la espalda en uno de los brazos y con las piernas colgando por el otro. Tenía puesto el pijama y fumaba un cigarrillo.

Sé que fumar es malo, a pesar de yo también de vez en cuando me fumaba algún pitillo, pero al verlo a él, con el cigarrillo entre sus dedos, acercarlo a sus labios, me derritió. La punta del cigarro se iluminaba en medio de la habitación oscura cuando aspiraba y a los segundos Izuku dejaba escapar el humo por la nariz, expulsándolo lentamente por la ventana.

Me derretí. Nunca vi nada más sexy.

Izuku se dejó el cigarro entre los labios, cruzó los brazos tras su cabeza y frunció el entrecejo. Gesto aireado, bíceps flexionados, cigarrillo en la boca, camiseta de pijama blanca. Tras esa visión, podía morir en paz.

Decidí acercarme, porque era o entrar en el salón o seguir aguantando los ronquidos de Monoma, y no estaba dispuesta a lo segundo.

-Ey, hola – musité.

Reí suavemente al ver el espaviento que hizo Izuku al escucharme. Menos mal que fue rápido y atrapó el cigarrillo antes de que se le cayera de los labios.

-¿Ochaco? – Izuku agitó la mano en el aire para esparcir el humo. Me acerqué hasta ponerme a su lado – yo… lo siento, ahora mismo lo apagó – se puso derecho en el sofá y tanteó el suelo en busca de algo.

-Espera, espera, no pasa nada – agarré su brazo para que parara – en el contrato de alquiler no ponía nada de que no pudieras fumar.

-Ya, pero no es un buen olor para que se quede en el salón – volvió a buscar en el suelo y cogió un cenicero – lo siento, no suelo fumar a menudo, sólo cuando estoy nervioso – golpeó el cigarrillo en el cenicero para dejar caer la ceniza.

-¿Nervioso? ¿Por qué? – me senté en el brazo del sofá al lado suyo.

Durante una fracción de segundo, Izuku me miró dubitativo y sus ojos brillaron brevemente. Luego, desvió la mirada.

-Ya sabes, las vacaciones y… - no me miró a los ojos – que odio volar solo en avión, me pone de los nervios los sitios tan cerrados.

No soy muy dada a identificar mentiras, pero supe que ahí había una. Izuku no me miró ni una vez a los ojos y la voz le tembló un poco al final de la oración. No quise presionarlo.

-No te preocupes del cigarro – se lo quité de las manos – yo también me fumo alguno cuando estoy estresada, para evitar morderme las uñas – le di una calada.

Mi Compañero GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora