14

2.1K 200 176
                                    

Narra Ochaco

Cerré mi maleta y me dejé caer en la cama. Me quedaban diez minutos para irme. Tomé mi teléfono y marqué a Momo para despedirme de ella. Hablé brevemente y colgué. Mañana sería Acción de Gracias y me iba a pasarla con mi padre. Miré de nuevo el reloj. Seis minutos. Eso es lo que quedaba para que Izuku golpease mi puerta y me llevara a la estación de trenes. Izuku se había prestado a dejarme en la estación antes de ir al aeropuerto, donde cogería un avión con su amigo para ir a pasar Acción de Gracias con la familia de su amigo.

Izuku…

Habían pasado dos semanas desde que intente pillarlo con lo de la cera, no obstante la jugada se me volvió en contra. Primero, esperaba pillarlo excitado o medio loco con mi atuendo, pero el hombre, o tenía un autocontrol de oro o yo le ponía menos que una cucaracha, ¡y eso que odiaba ponerme esos micro pantaloncillos!

Segundo, iba a ofrecerle hacerle la cera con lo que sobrara o esperaba que él dijera si podía aprovechar y hacérsela él también, y en vez de eso, me suelta que él iba a un centro de estética ¡já! Él no ha ido a uno de esos ni por equivocación ni se ha hecho la cera en la vida. Por dios, ¡si le temblaban las manos cuando tiró de la banda la primera vez! ¡y me aplicaba la cera como si fuera mermelada!

Cuando terminó con mis piernas, iba a decirle que si le hacía la cera yo con lo sobrante, pero cuando me rozó con sus dedos lánguidos las pantorrillas, salí disparada a la estratosfera. ¿Y sus manos?

Oh…

Podría escribir toda una oda sólo a sus manos. Grandes, varoniles, cálidas, de dedos largos,… Todas mis células saltaron cuando puso sus manos en mis tobillos. No sé como dejé que me echara el aceite, desde el momento en que puso sus manos sobre mi piel estuve en sus manos, nunca mejor dicho. Sólo sentía su tacto, su olor en el ambiente, su respiración pausada y su pecho, ¡oh! Su duro y firme pecho, ¿por qué tuvo que quitarse la camiseta? O más bien, ¡gracias por quitarte la camiseta! Por un momento divagué en como sería sentir todo su cuerpo desnudo sobre mí si ya me estaba dejando medio lela con sólo presionar sus pecho contra mis pantorrillas.

Se me escapó un suspiro. El centésimo desde que empezó la semana, y sólo estábamos a miércoles.

Por culpa de su sesión de masajes, apenas me porté mal con él en estas dos semanas y eso que aún estaba cabreada por el asunto lésbico, pero era incapaz de soltar frases con dobles sentidos, rozarle distraídamente o jugar con su autocontrol. Era verlo y me temblaban las piernas y se me mojaba cierta prenda al recordar su pecho desnudo contra mi piel. Tendría que ponerme las pilas este fin de semana lejos de él.

-¿Ochaco? ¿estás lista?

Sentí el golpeteo de los nudillos en la puerta. Me levanté de la cama de un salto, lo que causó que me lastimara un poco el tobillo, porque no caí bien. Vamos, pero eso era normal

-¡Voy!

Froté mi tobillo dolorido, me puse mi abrigo y bufanda y tomé mi maleta. Abrí la puerta. Izuku me esperaba en el pasillo con su sonrisa y su abrigo también puesto.

-¿Preparada, pequeña?

Le asentí embobada ante su sonrisa y lo seguí fuera. Izuku se encargó de cerrar la puerta antes de salir a la calle. Desde dentro del portal, vimos que había comenzado a llover de forma casi torrencial. Genial, rodé los ojos. No habíamos cogido el paraguas.

-Espera aquí – Izuku dejó su maleta junto a mí – iré por el coche. Está a dos calles.

Antes de que yo pudiera añadir algo más, Izuku salió a la calle y se fue corriendo. ¡Estaba loco! ¡se iba a mojar! La puerta del portal se abrió con un sonoro portazo.

Mi Compañero GayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora