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-Pónganse el gorro de sus sudaderas... -nos dijo Ryan, temblando de miedo mientras veía fijamente a los lobos-. Después... ¡Corran, muchachos! ¡Corran y no se detengan hasta llegar a casa!
Claus se puso la capucha de la sudadera y salió corriendo como el chico indicó. Se echó a correr, llevándole ventaja a ambos chicos. La hierba sea le rozaba los chamorros debido a que llevaba unos pantalones cortos. No quería voltear para atrás, sabía que si lo hacía sentiría más miedo. Pero quería asegurarse de que Ryan y Dylan también se encontraban bien. El poder escuchar a los chicos respirar agitadamente era lo único que le decía que lo seguían.
Llegó hasta donde estaban las púas y las cruzó rápidamente sin tratar de hacerse daño, debido a que era un chico delgado y pequeño pudo pasar rápido, pero terminó con su sudadera algo desgarrada.
Dylan y Ryan también cruzaron y siguieron corriendo hasta la plaza donde estaban las canchas de fútbol. Tomaron unos tablones que por suerte encontraron en el suelo y se dieron la vuelta para enfrentar a los perros, pero para cuando habían volteado se dieron cuenta de que ya nada los seguía.
Dylan se rascó la cabeza preguntándose a dónde pudieron haber ido, pero como no se le ocurrió nada mejor se quedó callado.
-Es que la verdad me vieron y estos se asustaron -comentó Ryan, orgulloso, como si fuera un héroe.
Dylan se rió y luego le metió un zape:
-La verdad es que al que temieron fue a mí, ¿qué no has visto lo guapo que soy? -Dylan le siguió el juego y Claus soltó una carcajada.
Se regresaron a casa, riéndose de lo que hace unos instantes les había provocado un susto para morirse.
Se despidieron frente a casa de Ryan y luego los dos hermanos se dirigieron tranquilos a su casa bromeando.
El resto del día Claus no hizo nada más que estar sentado en su cama dibujando en su cuaderno. Eran más garabatos que dibujos. Parecían cosas deformes que un niño de 9 años haría, aunque a decir verdad, Claus no era el maestro del dibujo. Finalmente se dio por vencido de no poder hacer una cabeza.
-Dylan, ¿me ayudas? -le preguntó a su hermano con el cuaderno y el lápiz en alto.
Dylan se acercó y examinó detenidamente el dibujo, después suspiró y le dio suaves palmadas a Claus en la espalda.
-Con gusto te ayudo, hermanito -le respondió Dylan con una voz un tanto presumida, ya que él sí sabía dibujar, y muy bien, por cierto-. Pero primero déjame decirte que esto es un desastre, comencemos desde cero.
Claus primero apachurró la cara pero después soltó una gran sonrisa.
Cambiaron de página y Dylan comenzó a explicarle detalladamente como hacer una cabeza, trazo por trazo, de qué tamaño y también de qué manera, después de una media hora a Claus ya le había salido una cabeza casi tan perfecta como la del trazo de Dylan en otra hoja.
-Y bueno, así te tiene que quedar una cabeza, ya sólo es cuestión de detalles y también de práctica. Ahora sólo nos falta terminar el cuerpo, ponerle ropa y todo lo que quieras agregarle -le dijo Dylan sonriente, mientras contemplaba el trabajo de su hermano, le había salido mejor de lo que esperaba.
-¡Pues sigamos! -exclamó el pequeño Claus emocionado por la idea de poder aprender a dibujar como su hermano.
Dylan asintió con su cabeza, se paró de la cama de Claus y se fue a la suya por su mochila para sacar su cuaderno de dibujo, regresó para acercarse una vez más con Claus y... PLAFF... Se desplomó en el suelo, sabrá Dios si desmayado, o... Muerto...
Claus se asustó al ver a su hermano caer y luego no reaccionar, se levantó corriendo de su cama lanzando su libreta por los aires y corrió a auxiliar a su hermano.
Se postró sobre él y le dio unas ligeras palmadas en las mejilla, pero no respondía.
-¡Dylan! -gritaba el pequeño, su voz ahogada le impidió gritar más fuerte. ¡No me hagas esto, hermano, responde!
Pero el cuerpo tendido del muchacho seguía sin responder.
Claus giró su cabeza y gritó llamando a su madre quien estaba en la planta de abajo seguramente viendo el televisor o preparando la cena:
-¡MAMÁ! -Claus gritó con todas sus fuerzas, después comenzó a llorar.
La madre se presentó corriendo unos treinta segundos después.
-¿Qué pasa Clau...? -pero ni el nombre de su hijo pudo terminar en cuanto vio el cuerpo de su otro hijo tendido en el suelo, sin moverse. Se llevó la mano al rostro, trago saliva y quiso dar un grito, pero lo asustada que estaba se lo impidió.

Al menos Dylan no había muerto...
Pero sí lo habían internado en el hospital, casi cuarenta minutos más tarde una ambulancia había pasado por él, aún seguía sin moverse, pero según los doctores mostraba signos de vida. En una camilla, en el tercer piso de un hospital se encontraba el muchacho acostado, le tomaban los signos vitales y lo revisaban constantemente.
Ya eran las 9 de la noche y aún no sabían que le había pasado al chico. Claus se encontraba en la sala de espera, sentado a un lado de su padre, con la cabeza recargada en su hombro. Traía un par de audífonos puestos y escuchaba «Teenage Dirtbag», su canción favorita, nunca supo si fue la letra o la música lo que hizo que el niño amara esa canción.
Claus sólo esperaba a que Dylan se despertara, quería irse a casa, quería ver a su hermano, platicar o jugar con él. No quería que nada malo le pasara. Se rehusaba a perder a su único amigo...
Cuando Ryan se enteró de la noticia acudió de inmediato al hospital, su madre lo había llevado y ahí lo había dejado.
El hospital se encontraba alejado de Clarity Port, estaba en Kinney, en el centro se esa ciudad, donde había grandes edificios, todos altos, a Claus siempre le había gustado verlos, pero ese día para él no fue igual, veía todo gris, como si su mundo se hubiera acabado.
Ryan estaba sentado en un sillón enfrente del que estaba Claus, cuando lo vio, apagó el reproductor de música de su viejo iPod heredado de su tío, lo guardó en un bolsillo de sus pantaloncillos y alzó la vista para verlo. Ryan le sonrió al verlo y se acomodó las gafas. A su lado había un asiento vacío así que Claus se acercó a él y se sentó a su lado.
-Todo estará bien, no te alteres, Claus... -le dijo Ryan volteándolo a ver-. Dylan es un tipo fuerte, uno de los más fuertes que he conocido, aguanta cualquier cosa... Yo lo sé, confío en él... No creo que sea nada grave...
Le costó un poco decir sus últimas palabras, pero en verdad quería animar a Claus.
-Eso espero, Ryan... -Claus se esforzó por sonreír, pero aquello le costaba trabajo.
El muchacho le sacudió el cabello y luego se levantó de su asiento. Se estiró y se sobó la barriga.
-Tengo hambre... -le dijo a Claus-. Mi mamá me dio algo de dinero, tal vez podamos ir a comprar algo para cenar, ¿tu no tienes hambre?
-Sí, tengo hambre -dijo el chiquillo-, demasiada, para ser sincero.
-Deberíamos ir a comprar algo...

Los dos chicos salieron a comprar algo de comida a una tienda de autoservicio que estaba ahí cerca, regresaron unos minutos más tarde y se pusieron a comer sentados en la sala de espera.

-Afortunadamente su hijo ha despertado, no hemos detectado nada grave en el, tan sólo... De desvaneció, nada grave de lo que puedan preocuparse, se puede ir a su casa, sólo asegúrese de que guarde reposo los próximos dos días, sólo es precaución, pero más vale prevenir...
Afortunadamente, Dylan salió del hospital a eso de las 11 pm, en la madrugada, los padres de los niños llevaron a Ryan contento a su casa, y luego llegaron a dormir.
Dylan estaba recostado en su cama mirando al techo al igual que Claus.
-No tengo ni idea de lo que me pudo haber pasado, no sé ni siquiera por qué me desmayé...
Claus dio un suspiró, estaba feliz de que Dylan ya hubiera despertado y no le hubiera pasado nada grave.
-Pues la verdad yo tampoco sé, sólo estoy feliz de que estés bien... Mejor deberíamos dormir, hay que descansar...
Dylan sacó su celular de su buró y lo encendió.
-Será mejor que le diga a Cecilia lo que pasó, seguramente ha de estar enojada o preocupada porque no he hablado con ella...
Y Dylan se puso a divagar en su celular...
-¿Quién es Cecilia?
-Es mi novia.
-¿Tienes novia? -le dijo Claus enojado-. Mamá se molestará si se entera...
-Por eso tú no le vas a decir nada...
Claus refunfuñó pero luego accedió.
-Está bien, Dylan, no lo diré nada a mamá. Mejor vámonos a dormir...
Se escuchaban las teclas que presionaba Dylan.
-Bájale el volumen, mamá puede escuchar... -se quejó Claus.
Dylan se rió y luego apagó su celular.
-No te preocupes ya he acabado... Buenas noches hermanito y feliz cumpleaños, ¡mañana todos comeremos carne asada! -exclamó Dylan emocionado.
A Claus se le dibujó una sonrisa en el rostro y luego se paró de la cama para echarse arriba de Dylan, le dio las gracias y lo abrazó fuertemente. Se quedó dormido abrazado de su hermano...

Sueño de NiñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora