Capitulo 38.

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— Necesito que me cuentes toda la verdad, siempre he evitado preguntarte muchas cosas Altagracia.

—Ahora soy Altagracia, Mónica?

—Siempre lo has sido.

—Pues si, tengo que decirte muchas cosas, pero con tu actitud no creo que lleguemos a ningún lado.

—Disculpame, pero me siento en un lugar equivocado, un día soy tu hija confidente y al otro no se quien eres, si eres una ase...

—Dilo Mónica, una asesina? Pues si fui yo. Pero no me considero una asesina... Hice justicia por la muerte de Cesar, de mis padres y mía.

—Ellos me mataron en vida, nunca pude ser una buena madre para ti, una buena mujer para nadie y solo hasta que los mate, solo ese día pude ser feliz otra vez, sin miedos, sin nada.

—y Braulio por que se culpo en esa carta?

—Pues Mónica , el siempre me amo y apesar de mis desprecios, sabía que todo iba a salir a luz.

— Sabes algo mamá, estoy entre entenderte y no. Aveces siento que hiciste lo correcto y aveces pienso que pensaste más por la venganza que otra cosa.

—Tu lo llamaras venganza, pero hice justicia y saque de este mundo a hombres que solo hacían daño, digamos una limpieza ambiental.

— Me descoloca tu forma de tratarme y decir las cosas.

— querías sinceridad? Pues eso te tengo, quiero que sepas algo Mónica te quiero en mi vida y mucho, pero no quiero sentirte así como estas.

— Sabes, tengo que pensar las cosas mejor me voy, te quiero mamá.

(...)

Los días pasan y cada vez Altagracia y Mónica se alejaban más, cada una queriendo apoyar a la otra, pero el orgullo podía más y ninguna cedía.

—Por otro lado Altagracia estaba centrada en la búsqueda de los responsables de la bomba, su corazón decía Eleonora pero su mente sabia que ella no era tan inteligente y tampoco Tenia ni las personas o el dinero para semejante atentado.

—Muy dentro de sí sabía que tenía muchos cabos sueltos,  la familia de los monkeys,  las personas que pisoteo en el pasado, la familia de Felipe y hasta Diego el hijo de Braulio Padilla, quien siempre la culpo de la muerte de su padre.

—Pero quien podría atacarnos de esa forma y si no es por mí, era la pregunta que siempre tenía en su mente y si José Luis tiene algún enredo y pues viendo sus amigos podía ser.

—José Luis, era amigo del 50% de los empresarios de México y enemigo del otro 50%, pero nadie por un proyecto mataría a dos bebés.

—un dolor cevero de cabeza hizo que parara su caos emocional y mental y como no, pues su familia estaba en riesgo.

—No todo podía ser malo, pues recibió un mensaje de texto de su sobrina el cual le daba algo de alegría a pesar de sus problemas.

—Ver a su sobrina dar el primer paso y saber que aún sentía amor por ella y recordaba su pasado, el como ella rompía la coraza de la Doña y tenía una tía alcahueta dispuesta a darlo todo por esa niña.

—Pero bueno, su relación como con la de Regina estaba destinada a fracasar, tenían demasiadas heridas abiertas y nisiquiera la llegada de Anastasia pudo romper esas barreras.

—Solo quería llegar a casa, tomar una ducha y abrazar a su oso de peluche humano Jose Luis Navarrete.

— No duda en enviar un mensaje a su flamante esposo a quien no había visto todo el día por motivos laborales y agendas apretadas.

Navarrete, donde andas?

—Cariño, ando con ganas de ti.

—Siempre tienes Ganas de mi.

— Perdóname, por ser tan trabajolico

—José, ya voy por ti a tu empresa, te quiero en mi casa, en mi cama, para mi.

—Siempre estoy para ti, pero no tienes que ir a mi empresa, estoy subiendo por el ascensor a tu oficina.

Eran ese tipo de cosas que los mantenía activos, a pesar de sus problemas, a pesar de sus cargas laborales.

Altagracia no dudo y corrió al baño a mirarse en el espejo y arreglar su cabello, sabía que sólo la vigilancia de la entrada estaba laborando y no le importo más que recibir a su esposo sentada en el escritorio en ropa interior.

—José Luis no se imagino, encontrar a la mujer que lo enloquecia sin nisiquiera tocarle un pelo así para el y al ver semejante cuadro dejó caer su portafolio y se fue hacia donde su mujer.

— Sumergirsen en besos, caricias y jadeos era lo mejor para los dos, no sólo se desmotraban cuanto se amaban, también se destestrezaban bonito.

—Nunca dejaban de mimarse, se acoplaban a la perfección.

—Jose Luis no podía sentirse más excitado, ver a la mujer que siempre le gustó, que siempre la veía como un modelo a seguir en la industria acostada a su merced esperando sus caricias.

— Ser el encargado de atender a la doña, a la madre de sus hijos y en un futuro su esposa, mientras penetraba a su mujer y recorría su cuerpo con besos y caricias no podía evitar pensar en cómo le daría ese anillo.

—Ese anillo que era para ella y solo para ella, sii el anillo que le dio su abuelo a su abuela, algo que solo se lo merecía ella.

—Altagracia era dueña de ese anillo, desde el principio lo supo que ese diamante y su corazón eran de ella.

Solo busca el momento correcto, no acá en su oficina, en su escritorio, tiene que ser perfecto.





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