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Yoongi suspira y mira el mensaje de texto que recibió. Es de Jimin, quien le dice la hora y el lugar de su próxima cita, así como una sugerencia de usar algo bonito y agradable. Yoongi le responde diciéndole  que se meta sus sugerencias por el culo, y Jimin responde diciendo "si no quisieras esto, no lo estuvieras haciendo".

Es verdad.

La verdad de todo esto es que Yoongi se siente inexplicablemente solo.

Se ha acostumbrado a vivir solo, desde que Namjoon se mudó con su novia. Pensó que podría sobrevivir, que el silencio recién descubierto sería agradable y relajante, pero solo sirve para mantenerlo despierto por la noche junto con el zumbido en sus oídos. Nunca le ha dicho a Namjoon, no está dispuesto a admitir que extraña el ruidoso desorden del otro músico y su tendencia a quedarse despierto hasta las tres de la madrugada para luego quedarse dormido con Yoongi en su estudio.

Ahora su departamento está vacío, desarreglado y frío. Yoongi lo limpia una vez a la semana, pero eso es todo lo que puede hacer con la energía que consigue reunir. De alguna manera el caos lo hace parecer más lleno, menos espacioso; y lo último que quiere es espacio.

También extraña tener a alguien con quien hablar; Namjoon era como su mesa de mezclas parlante personal, la mejor forma de describirlo: siempre ahí para escucharle y luego darle consejos fuera de lugar.

Yoongi lo golpearía y luego se sentiría mejor.

Jimin le habló un día con la sugerencia de una cita a ciegas, afirmando que tal vez Yoongi debería empezar a salir con alguien de nuevo (no ha tenido una cita desde su última relación con una chica un año menor que él en la universidad. Dios, ni siquiera quiere pensar en eso) y ya que tiene veintisiete años, y nada de perspectivas románticas desde que su padre dejó de hablarle, Yoongi suspiró cansadamente y le dió el visto bueno a Jimin.

Ahora se siente estúpidamente nervioso, preguntándose si debería haberse arreglado mejor, pero luego supone que si va a estar saliendo en citas, no va a ser nadie más que él mismo. Se viste con una camisa blanca y un abrigo largo y negro, junto con un gorro, jeans azules rotos y unas botas.

Mientras camina por la acera para llegar al estacionamiento donde está su auto, se encuentra con una pequeña floristería y se detiene. Él quiere hacer una buena impresión sin importar que tanto se dice lo contrario a sí mismo y termina haciendo el desvío con un suspiro.

La entrada de la floristería es como una alcoba, con celosía blanca que la cubre de abajo hacia arriba con hiedra inglesa y enredaderas verdes. Aunque no hay flores en el exterior, Yoongi supone que están ubicadas dentro para mantenerlas a salvo del exterior, todavía se ve místicamente hermosa, como entrar en otro universo que pertenece a un libro o un juego. Las ventanas de cristal que miran hacia adentro muestran un desorden de vegetación, y el nombre de la tienda, escrito en Inglés con caligrafía cursiva, es algo que no puede leer fácilmente.

Cuando Yoongi entra, es asaltado por aromas frágiles y relajantes. Hay cascadas de rosas que cuelgan en macetas, jazmines blancos y amarillos, hibiscos en cajas largas de porcelana. Hay lirios púrpuras de los que Yoongi pensaba solo se encontraban en montañas, lirios de tigre y flores de perales coreanos. Yoongi tiene la más extraña necesidad de tocar uno de los pétalos con la yema de sus dedos, para comprobar si son tan suaves como parecen.

—¡Hola! —una voz, joven y agradable, flota hacia él desde algún lugar de la habitación—. ¿Puedo ayudarlo en algo, señor?

Yoongi se aparta. Se encuentra cara a cara con quien debe ser el dependiente, un chico de cabello oscuro y despeinado, ojos de ciervo y una bonita sonrisa. Lleva un suéter de gran tamaño de rayas blancas y negras que le cubre los dedos, jeans negros y botas. Tiene piercings en ambas orejas, pero se ve dulce con un delantal rojo con letras coreanas blancas y un par de tijeras en las manos.

—Sí —comienza Yoongi, sintiéndose incómodo. Se aclara la garganta—. Yo- uh, voy a tener una cita esta noche, así que... ¿cualquier cosa para eso? —hace una mueca, lamentando lo estúpido que suena.

El chico sonríe. —¿Supongo que es una primera cita?

Yoongi suspira y asiente.

—Bien —el chico ladea la cabeza y guarda las tijeras en un bolsillo. Mira alrededor de las plantas y luego su rostro se ilumina, desapareciendo en el mar verde. Yoongi se queda atrás, sintiéndose incómodo y sin saber qué hacer.

El chico regresa con un par de flores en las manos, con sus tallos cortados con esmero. Le hace un gesto para que se acerque y Yoongi lo hace con pasos vacilantes.

Huele suave y fragante, pero Yoongi supone que es de esperar. Estar cerca de la flora durante tanto tiempo daría lugar a tener un perfume natural, ¿no? Las flores que ha elegido son pequeñas y de un delicado tono rosa. Tienen pequeñas fibras en el medio y parecen frágiles al tacto; Yoongi no tiene idea de cómo las sostendrá sin romperlas.

—Estas son flores de manzano —dice el chico. Agarra un puñado de algo diferente de una maceta cerca de él, ya cortadas y lista para llevar—. Y estas son zanahorias silvestres. La flor de manzano eleva el ánimo y te hace más feliz; pueden mostrar una promesa y un nuevo amor —junta las dos flores entre sí, de alguna manera moviendo mágicamente sus dedos para que las flores se entrelacen en un simple ramo de blanco y rosa—. Es bueno para una primera cita. También puede servir para sacar tema de conversación, ¡y podría traerle buena suerte!

Yoongi traga, asintiendo con sorpresa; había estado tan cautivado por los dedos del chico, trabajando con destreza en envolver las flores con papel encerado y plástico transparente, que casi se perdió en la explicación.

—Ah, gracias —se rasca la nuca—. ¿Cuánto es?

El chico recita un precio y Yoongi lo paga de buena gana. No sabe cuánto valen las flores, así que da igual.

Sale de la tienda y se dirige a su coche. Las flores huelen bien y le dan ganas de encender la radio, así que lo hace.

el jardín del edén /// myg × jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora