Lisa
DÍA DEL BAILE DE SAN VALENTÍN…
Nos detuvimos a un lado, mirando la escena que teníamos delante en la pista de baile. Todos los de la escuela estaban allí, pero para mí solo había una persona en esta sala, y estaba metida debajo de mi brazo, exactamente donde la quería.
—¿Todavía tienes frío? —bromeé.
Ella sacudió la cabeza y sonrió.—No.
—¿Quieres que te deje ir?
Ella rio.—Nunca.
—¿Te he dicho lo hermosa que te ves esta noche? —pregunté.
Su sonrisa se volvió suave y dulce. Este era un lado completamente nuevo de Jennie que estaba empezando a conocer y lo amaba.
La amaba.
Oh, aún no se lo había dicho. Era demasiado pronto para usar la palabra con A. Acabábamos de empezar a salir, después de todo. Sin incluir las citas falsas, solo estuvimos solos dos veces. Su padre accedió a dejarla salir conmigo, pero ella tenía un toque de queda estricto y solo podía ciertas noches de la semana.
Sin embargo, estaba bien con eso. Mientras ella estuviese en mi vida, era feliz.
Además, logramos encontrar tiempo juntas en la escuela; aunque la señora Talbot me ha prohibido oficialmente ir a la biblioteca gracias a un poco de PDA el otro día. Y siempre estaban las llamadas telefónicas y los mensajes de texto nocturnos.—¿Ya has visto a Rosé o a las demás? —le pregunté.
Ella sacudió la cabeza. Incluso después de la forma en que había dejado las cosas con el grupo, acordamos reunirnos aquí para discutir los resultados finales.
—¿Te importa cuáles sean los resultados? —pregunté, pero pensaba que ya sabía la respuesta.
Efectivamente, Jennie se burló.
—Por supuesto que no. Una aplicación podría sacar algunas conclusiones lógicas con suficientes datos, pero no hay forma de que pueda saber qué hay en mi corazón.
Me incliné más cerca para hablar en voz baja en su oído.
—¿Y qué hay en tu corazón?
La sentí temblar, pero esta vez dudé mucho de que fuera por el aire acondicionado.
Inclinó la cabeza hacia atrás para encontrarse con mi mirada.—Tú.
Lo dijo de una forma tan simple que me dejó sin aliento. Parecía tan segura, tan a gusto, tan… feliz. Quería asegurarme de que siempre estuviera así, y si eso no era amor, no sabía qué era.
La aplasté contra mí, besando sus mejillas, su mandíbula, y finalmente capturando sus labios, olvidando todo sobre el voto que había hecho antes de comportarme lo mejor que pudiese esta noche para que no nos prohibieran tanto los bailes como las bibliotecas. Sin mencionar que tenía miedo de desordenar su cabello y maquillaje. Aparentemente había dejado que su madrastra hiciera el cambio de imagen con el que la había estado amenazando durante años y el resultado final fue hermoso. Sin embargo, ella siempre había sido hermosa para mí: con o sin maquillaje, cabello suelto o atado. Ella era hermosa por dentro y por fuera.
—Estoy tan contenta de que estés aquí conmigo —susurré cuando un acompañante que pasaba se aclaró la garganta en una señal para que dejara de besarme con mi novia en el abarrotado gimnasio.
—Me alegra que me hayas traído —dijo.
Ambas miramos hacia la multitud.—¿Crees que deberíamos bailar? —pregunté.
Ella asintió.—Probablemente deberíamos. Vinimos todo el camino hasta aquí.
Ninguna de nosotras hizo un movimiento. Cuando miré hacia abajo, ella estaba frunciendo los labios.
—¿Qué es?
—Estaba pensando que los bailes son como los partidos de baloncesto.
—¿Oh, sí? ¿Cómo es eso? —pregunté con una risa.
Ella me sonrió.—Estoy bastante segura de que tampoco sería una fan si no estuviera contigo.
Envolví mi brazo alrededor de ella de nuevo y reprimí una sonrisa idiota mientras se acurrucaba contra mí, sintiéndose como en casa.
—Estoy bastante segura de que pasaré un buen rato en cualquier lugar, siempre que esté contigo —dijo.
Me incliné para besar la parte superior de su cabeza.—Te ves hermosa esta noche.
Se rio.—Ya dijiste eso.
—Sigue siendo verdad.
Sacudió la cabeza.—Eres la única que piensa eso.
Abrí la boca para protestar pero se dio la vuelta para poner una mano sobre mi boca.—Olvida que dije eso —ordenó—. No me importa lo que piensen los demás. Me haces sentir hermosa… y divertida, e inteligente, y como si fuera perfecta tal y como soy.
—Tal vez es porque creo que eres perfecta tal y como eres.
Suspiró alegremente, girándose para que una vez más estuviéramos envueltzs en los brazos de la otra.
—¿Cómo tuve tanta suerte?
Me reí mientras me inclinaba para besarla de nuevo; que le den a las reglas. Si nos prohibieran futuros bailes, ambas estaríamos totalmente de acuerdo con eso.
—Bueno, ya ves —murmuré mientras me acercaba—. Todo comenzó con una tarea de clase…
Todavía se reía cuando la besé.
Fin, oh, ¿tal vez no?