tres

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La incomodidad flotaba en el aire de una manera muy notoria y difícil de sobrellevar. El único sonido que se escuchaba era el goteo de la cafetera acompañado del aromatizador de ambiente que cada un minuto y medio irrumpía y nos sobresaltaba del susto. Mi hermana Romina arrastró sobre la mesa el frasco de mermelada, lo destapó y untó una tostada antes de recargarse en el asiento fijando la mirada en ambos.

Valentín permanecía estático en su lugar junto a mí. De vez en cuando me observaba como si buscara aprobación para hablar y ante mi negativa por la cara de culo que tenía impregnada desviaba sus ojos y se quedaba callado. Mi hermana, en cambio, disfrutaba del hecho de torturarme y no decir una palabra, manteniendo una sonrisa que derrochaba superioridad ante mí, esa que siempre tuvo simplemente por ser la mayor.

Rodé los ojos estando fastidiada por la situación en general y apoyé los codos en la mesa queriendo terminar con el sufrimiento que me atormentó por su culpa desde que arrancó el día.

— Si vas a decir algo hacelo ahora, pero te recuerdo que no sos mi mamá y que ya estoy grande como para que me mires así por haber traído un pibe.

Ella se tomó su debido tiempo para terminar de masticar y luego tragar. Valentín acercó su mano a mi hombro en un intento de tranquilizarme y yo suspiré a la vez que negaba estando sobrepasada de ver como Romina abusaba de su supuesto poder sobre mí por haber nacido primero.

— Yo nunca te dije nada de que hayas traído un pibe, y ya que lo nombras, ni siquiera me lo presentaste. -cruzó los brazos delante de su pecho y mis ojos se entrecerraron cuando dió vuelta el panorama.

— Soy Valentín. -se metió en la conversación sacudiendo una mano a modo de saludo y acompañó el acto con su sonrisa tan linda de siempre.

— Un gusto Valen. -ella le devolvió el gesto y una vez más posó su fría mirada sobre mí.- es una pena que tengas una amiga tan mentirosa pero bueno, ya es grande como para que le diga lo que tiene que hacer.

Me molestó que use las mismas palabras que empleé yo para dirigirme hacia ella, pero supuse que cualquier cosa que viniese de su parte ese día me iba a dar por los ovarios.

— Te mentí, está bien, lo admito. Pero te juro que no pasó nada, además de que la casa está en órden y nadie tocó tus cosas.

— Y seguís mintiéndome. -apretó sus labios al formar una sonrisa y se puso de pie para ir en busca de la cafetera que acababa de cumplir su función.

— ¿Por que no le decís que estás saliendo conmigo y listo? -susurró Valentín muy por lo bajo y me quedé mirándolo un momento mientras repasaba su pregunta.

— Porque seguiría mintiéndole.

Dolió.

El ojiazul negó con la cabeza y mi hermana se encargó de repartir una taza de café caliente para cada uno, sirviéndose una tostada más antes de encaminarse hacia el pasillo de las habitaciones.

— ¡Las mentiras tienen patas cortas, Gala!

— Vos también pelotuda. -murmuré acomodándome en mi lugar y arrugué la nariz en un acto de desagrado por su manera de ser tan insoportable.

Romina se encerró en su cuarto y el ojiazul no demoró prácticamente nada en sacar provecho de ello. Enganchó su dedo en la parte de abajo de mi asiento y tiró del mismo para acercarme hasta quedar pegados, tomando mis piernas y pasándolas de costado por encima de las suyas al mismo tiempo que fijaba sus ojos en mí.

— Sos linda cuando te enojas.

— Entonces soy linda todo el tiempo.

— También, pero hasta ahora te había visto con cara de culo solo por cámara y me encanta como se te hace esta parte de la nariz cada vez que estás en desacuerdo con algo.

pureza; wos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora