El olor a café y pan tostado recién hecho inundó las cuatro paredes de la habitación tan pronto como Valentín cruzó la puerta con una bandeja en sus manos. Lo seguí con la mirada hasta que ubicó el desayuno sobre la mesa de noche y acto seguido apoyó el culo en el borde de la cama quedando sentado de espaldas a mi. Sin perder mucho tiempo me acerqué en su dirección posicionando las piernas a cada lado de su cuerpo, con mi torso desnudo pegándose a él y su sonrisa intacta que me recibió apenas nuestras bocas lograron cruzarse por primera vez en lo que iba del día.— Buenas mi dulce princesa, ¿cómo amaneció la mujer más hermosa del mundo? -murmuró aún rozando sus labios con los míos y antes de alejarse plantó un beso corto en ellos.
— No se, deberías preguntarle a ella.
— No te hagas la pelotuda, Gala.
Pellizcó mi cintura logrando que me sobresalte por las cosquillas y le dí un leve manotazo en la nuca para que se detenga cuanto antes ya que odiaba cuando se defendía con ese recurso del mal. Valentín suspiró al mismo tiempo que negaba, repartió cada taza de café y se removió en busca de mi mirada ya que por la posición debía rotar para alcanzar a verme de frente.
— Paso al baño primero. -avisé devolviendo la taza a la bandeja y luego de despedirme con un pico , me levanté y abandoné la habitación llevando conmigo el pequeño bolso que traje con mis pertenencias.
De su parte lo escuché decir nada más que me apresure porque no pensaba recalentar nada, así que acaté el pedido e hice mis necesidades tan pronto como pude una vez que estuve dentro del cuarto de baño. Allí me encontré con el tremendo desastre que lucía sobre la cabeza con el pelo totalmente enmarañado, un poco de ojeras y por último alguna que otra marca morada en el cuello, lo que me llevó a recordar la memorable noche que compartimos hace unas horas atrás.
No podría cansarme nunca de decir que Valentín es increíble en el sentido más puro de la palabra. Con su humor tan chispeante, esas ganas inmensas que le mete a todo, su lado picarón que nunca duda en sacar a la luz cuando estamos juntos y el amor que lo rodea y que irradia también. Por algo tiene tantos amigos, y por algo yo ansiaba formar parte de ese lazo indestructible que perdura en el tiempo sin importar la distancia.
Al terminar de lavarme la cara y los dientes, rebusqué en mi bolso el peine que guardé allí por las dudas y terminé encontrando de todo menos eso. Suspiré con fastidio ya que no había manera en la que pudiese regresar de este modo y mordí la parte interna de mi mejilla atreviéndome a revisar los cajones del mueble principal, logrando hallar un cepillo de pelo junto con tantas otras cosas que acapararon toda mi atención.
Había maquillajes, algunos accesorios como pulseras, aretes y una cadenita de la cual colgaba una inicial "M" en tono color plata. Y a no ser que Valentín sea uno de día y otro de noche, la única conclusión que pude sacar fue que todo eso le pertenecía a alguien más.
A otra chica más.
Regresé todo a su lugar y me detuve observando el objeto que tomé para desenredar mi cabello, percatándome de que en éste mismo había quedado una hebra de pelo rojizo que por obvias razones no salió de su cabeza rapada.
— ¡¿Estás ahí Gala?! -su voz alta a modo de grito apareció del otro lado y me obligó a reaccionar tras quedar atónita. Carraspeé la garganta y volví al mundo real para darle contestarle antes de que vuelva a insistir otra vez.
— ¡Ya salgo!
Dicho eso, y ahora sí, me apresuré en alistarme y al terminar ordené cada objeto como si no hubiese tocado nunca nada, llevándome solo el trago amargo que me quedó al descubrir aquello junto con un sinfín de teorías acerca de lo que podía llegar a significar lo que acababa de ver.