Tadeo se las ingenió para cortar una botella de plástico con un cuchillo que al parecer no tenía filo y Valentín se metió en el medio con la intención de ayudarlo, acabando con un dedo mal herido por la torpeza de su amigo a la hora de manejar el utensillo de cocina. El grito de horror que pegó acaparó la atención de todos allí presentes y cuando una cantidad importante de sangre comenzó a brotarle de la yema dió la sensación de que en cualquier momento se largaría a lloriquear.— Para que mierda te metes si lo estoy haciendo yo pelotudo, andá a darle bola a tu jermu antes de que te la afanen. -comentó Tadeo en un tono medio burlón y con el mismo cuchillo amenazó al ojiazul con tal de que éste tome distancia y lo deje trabajar en paz.
— Encima que te quiero dar una mano, gil.
— Dale una a la piba pobre, debe tener un embole acá con nosotros.
Valentín se mordió el labio inferior sin llegar a considerar que la teoría de aquel chico fuese cierta, y estuvo en lo cierto al desconfiar de él. Mientras que ellos dos se encargaban de preparar el fernet, los demás me sacaban bastante charla y me integraban al grupo como si fuese una más del montón haciéndome sentir bienvenida.
Así, el temor de no poder darles una buena impresión se esfumó y ahora mismo me encontraba riendo a carcajadas con las anécdotas que relataban todos allí acerca de su vida cotidiana donde compartían lo que sea, desde los calzones hasta el cepillo de dientes. A simple vista estaba la confianza que sembraban como grupo día a día y justamente a eso aspiro yo para mi futuro no tan lejano.
— ¿Te gusta el fernet, no? -soltó Valentín al tomar asiento a mi lado y pasó su brazo izquierdo por encima de mis hombros atrayéndome hacia él.
— Sí pero no tanto como vos. -saqué provecho de la cercanía y deposité un beso corto en sus labios teniendo aún una sonrisa imborrable en los míos.
— Guarden un poco para después. -dijo a lo alto Tadeo a la vez que se sumaba en la ronda que formamos todos juntos en la sala, haciéndose un lugar justo entremedio de Valentín y yo antes de comenzar a compartir la jarra que acababa de preparar.
— ¿No me dijiste que la entretenga para que no se aburra?
Valentín suspiró con fastidio y echó el cuerpo hacia atrás apoyándose mejor en el sillón al relajarse, con las manos sobre su regazo y la mirada dispersa entre sus amigos y mi figura al otro extremo del sofá. Poco a poco la conversación fue retomando su rumbo, con la diferencia de que ahora sí estábamos todos juntos y el único parate se daba cuando era el turno de beber.
Hablamos de sus noches de desvelo donde todo era risas, porros y alcohol, también de los planes que tenían en grupo para el verano siguiente y de cómo Tadeo aprendió a andar en bicileta con ayuda de Valentín y Martín, otro de los chicos, hace poco. Preguntaron por mi vida en general y el resumen que comenté los dejó impresionados, como si fuese la gran cosa vivir sin depender de mis padres y estudiar una carrera en la universidad.
— Entonces querida mía, bienvenida a la banda, mañana te bautisamos y listo. -anunció Martín a lo alto y con su brazo rodeó mis cuello pegándome al costado de su cuerpo.
— Te faltaría el tatuaje y nada mas. -agregó Tadeo revolviendo mi pelo estando yo aún apegada al otro chico y los demás aplaudieron abalando dichas palabras.
— De a poco te vamos convirtiendo en uno de los nuestros. -se acercó mi chico con su simpática sonrisa y sujetando mis manos tironeó con cuidado hasta desprenderme del abrazo de Martín para llevarme a los suyos.- pero igual no te pienso compartir.
Aquello último generó discordia con el resto del grupo que tan pronto como lo escucharon saltaron a mi favor con la intención de adueñarse de mi persona alejándome otra vez de Valentín. Y lo que empezó como un juego se volvió una guerra de fantasía donde yo era el trofeo mayor.