II

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El reloj marcaba las cinco de la madrugada cuando el rubio despertó, sin hacer ruido y a penas movimientos. Alcanzó la ropa tirada por el suelo de la habitación y la guardó en la maleta previamente hecha. Tan solo tuvo que sacarla de debajo de la cama y abrirla despacio para luego meter lo último que quedaba y cerrarla del mismo modo.

Miró de nuevo a través de la ventana, como lo hizo la noche anterior. Ahora el cielo estaba más oscuro que nunca, las estrellas dejaron de tintinear y la Luna se había escondido por vergüenza.

Se regañó a sí mismo, incluso estuvo a punto de comenzar a llorar de nuevo, pero no lo hizo. Aguantó el nudo en su garganta mientras miraba por última vez aquella habitación de hostal, rememorando cada recuerdo en distintos rincones. Algunas risas, besos y palabras que no deberían haber sido nunca dichas.

Deslizó con sus dedos la única lágrima salvaje que se atrevió a salir de sus ojos y pestañeó varias veces hasta enfocar su visión. Sus ojos se fueron hasta la cama, dónde yacía el cuerpo cansado de Jungkook de espaldas.

La sábana tan solo llegaba hasta su cintura, su expresión denotaba paz interior, sus cabellos desordenados perdidos por la almohada y sus extremidades estiradas sin fijarse o no si seguía solo en aquella fría cama.

Como cada día, Jungkook pensó en que Jimin bajaría a la cafetería y él le esperaría en su cama en la mañana. Pero esa vez, se sentiría frío para el más alto.

Jimin buscó la ropa más sencilla y delicada entre las demás y se la colocó mientras no dejaba de ver al menor. A veces, sus ojos le traicionaban dejando caer algunas lágrimas, pero no era nada que no pudiera evitarle seguir adelante con esto.

Ir, conocer Francia y volver.

Ese era su propósito.

En ningún momento planeó enamorarse, ocultar su mayor secreto o tener una de las amistades más bonitas de las que pudo disfrutar en su vida.

Así que mordiéndose el labio inferior con fuerza para no sollozar desgarradoramente, se acercó a Jungkook y depositó un casto beso en su hombro, acariciando la cadena que decoraba su cuello.

Aquel detalle que Jungkook tuvo con él cuando dejaron sus candados en el puente. El menor se encargó de buscar una cadena de plata para cada uno e incrustar la pequeña llave en ella, para no olvidar de dónde venían y dónde se habían amado.

Agarró la suya entre sus dedos y dudó si dejarla sobre la mesita. Sería uno de los pocos recuerdos que llevaría consigo, además de las cartas en lo más oscuro de su maleta.

Realmente lo dudó.

Terminó negando y quitándola de su cuello para abrir la mano del menor y dejarla sobre ella, luego cerró el puño.

— Je t'aime, mon amour. —Murmuró.

Alzó la maleta para no hacer ruido y abrió cuidadosamente la puerta. La cerró tras él y apoyó su espalda sobre ella respirando con dificultad. Le estaba doliendo más de lo que pensó y la fina línea que le separaba de quedarse y perder el vuelo para volver a ver a su familia estaba en constante tensión desde hacía meses.

Bajó las escaleras a pasos apresurados y al salir a la calle, chocando con el aire fresco y mañanero, se encontró con Taehyung, el chico de la cafetería y su fiel amigo por estos meses.

Ese chico que no solía entenderle porque su dialecto se perdió hace mucho tiempo, quizás cuando llegó a Francia de pequeño. Le parecía muy curioso a Jimin.

Sin más, se acercó al chico que pretendía abrir el local y le abrazó sin permitirle recapacitar. Taehyung de inmediato le devolvió el abrazo y frotó con cariño su espalda.

— ¿Hoy? —Preguntó, Jimin salió del escondite de su cuello y asintió tratando de contener las lágrimas—. Cuídate, pequeño pollito.

— Te quiero mucho, Taehyung. —Sonrió nostálgico—. No lo olvides nunca.

Taehyung lo envolvió de nuevo entre sus brazos y Jimin por fin pudo ser capaz de despegarse de su amigo tras largos minutos. Su reloj casi apuntaba a las seis de la mañana y si no iba ya, perdería el vuelo. Saludó al chico con su mano y alcanzó la maleta para llevarla con él.

— No me odies. —Habló el más alto, susurrando cuando Jimin se perdió entre la multitud de la espesa niebla que decoraba las calles de París.

Jimin no llegó a escucharle, pretendía caminar lo más rápido para llegar al aeropuerto. Intentaba no mirar a su alrededor y crear un posible recuerdo. Intentaba mantener la sonrisa y felicidad de que volvía a su país, pero simplemente no podía cuando dejaba al amor de su vida, alma y corazón en la capital francesa.

Llegando, escuchó como a lo lejos llamaban desde su vuelo y no esperó más para salir ajetreado y buscar la terminal por la que llegar hasta su avión.

Ya no había vuelta atrás.

Era un cobarde. Y siempre lo había sido, durante toda su vida.

Pensó en todos los buenos momentos, en los malos también y en las pocas discusiones que acababan con ambos haciendo el amor como ladrones guardando sus pecados.

Era un imbécil, con todas las letras, sílabas y acentos.

No se merecía a alguien como Jungkook. Él era un ángel, no podía compararse a alguien como el rubio.

Su mente viajó en espacio y tiempo hacia esos bonitos ojos brillantes que a veces le observaban despertar, a esos labios y ese lunar bajo ellos que le encantaba besar y a esa alma tan pura que había sido deseada por él mismo.

Se sintió mal por no haberle dicho nada sobre su partida. Lo sabía, Jungkook sabía que partiría pronto, pero no la fecha exacta.

Así que para ese entonces cuando se enterara, el pelinegro tendría el corazón tan roto como Jimin sentía el suyo en ese instante.

Sin saber, que mientras él cogía un vuelo, en la otra parte de la ciudad, alguien se despertaba y sollozaba abrazando la cadena de plata entre sus dedos.

Mientras la puerta se abría y otro chico lo sacaba de ahí a la fuerza.

Mientras la puerta se abría y otro chico lo sacaba de ahí a la fuerza

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When I was Young ➶︎ Kookmin TSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora