Acariciar al animal agonizante no había hecho más que traerme un susto, si es que se puede llamar a mi reacción como tal, un susto.
Tocaba el pelaje del animal con delicadeza, tal vez no podía entender muchas cosas, pero comprendía bien que algo no cuadraba. Su sufrimiento parecía ser prolongado a propósito, como si al cazador le disfrutase ver la agonía de su victima. No se cuanto tiempo estuve palpando al animal, pero en mis recuerdos todo se hace eterno. Incluso el momento exacto en el que alcance a divisar dicha aberración.No se con que velocidad aleje mi mano, pero gracias a Dios pude hacerlo justo a tiempo, de lo contrario sería muy probable que en la actualidad yo ya no tuviese un brazo, o posiblemente no estaría vivo como para poder contar todo lo ocurrido.
Aquel ente maligno había puesto sus retorcidas manos (si es que realmente esa cosa tuviese manos) justo donde anteriormente se encontraba la mía. La presa soltó otra clase de melodía agónica, esta vez con más fuerza mientras sus patas se agitaban con mayor brusquedad en un intento fallido por levantarse. Esa espantosa criatura crujía, tal cual lo hacen las hojas. Y en lugar de agarrarme a mi también para devorarme o desintegrarme como parte de otras de sus presas...dejo que me marchara, o al menos eso creo. No estoy seguro del motivo claro de su acción ¿Tal vez era muy pequeño como para saciar su apetito? ¿O sería capaz de saber lo que ocurriría en el futuro? Siendo sincero me voy más por la primera opción. Sin embargo no iba a dejar que me marchase con la mente limpia, no...claro que no. Esa monstruosidad quería dejarme marcado de por vida, torturarme mentalmente como hacía con aquel animal moribundo.
No se si me sonrío, como dije antes, no lo recuerdo demasiado bien, pero mi mente no me deja descansar en paz, me atormenta y me dice que si, que efectivamente aquella cosa me mostró su espantosa boca, un pensamiento permanente que tendré hasta los últimos días de mi existencia, como un alfiler que se queda pegado en alguna pizarra sin jamas moverse de sitio, empolvándose y hasta oxidándose por la humedad.La abominación asegurándose de tener toda mi atención procedió a inclinarse hacía el cuello del animal, no parecía morderlo, pero igual sufría. Este se forzaba en hacer ruidos lo suficientemente fuertes para ser escuchado, pero ya era demasiado tarde para que alguien pudiese salvarlo. De pronto y sin remedio alguno, calló de golpe. Su lengua se encontraba afuera, desparramada y estática.
El monstruo agarro con firmeza la cabeza del animal, parecía derretirse a su tacto y de repente, de un solo tirón la desprendió de su cuerpo con una agilidad que me hiela la sangre de solo recordarlo, sabía lo que hacía, y le encantaba hacerlo.
Aún después de haber perdido la cabeza sus patas seguían moviéndose, los espasmos estaban presentes y de la parte de su cuello, donde anteriormente estaba unido a su cabeza, salía sangre, demasiada.
Tarde en reaccionar, contemplaba como aquella cosa sujetaba la cabeza como si se tratase de algún valioso trofeo. Se que mientras la tenía entre sus manos se iba derritiendo poco a poco. Al principio se apreciaba a ver la carne roja, hasta llegar al cráneo del animal y con lentitud iba desapareciendo de una forma irreal.
Al ver que no me movía de sitio por lo impactado que me encontraba, procedió a acercarse más, su cuerpo crujía con cada movimiento que hacía, como las hojas secas de otoño. Quería tocarme, agarrarme y derretirme para terminar igual que todas sus presas anteriores. Y a pesar de estar fuera de mi, sin control de mis piernas, eche a correr. No se si gritaba, pero era seguro que no quería mirar hacía atrás, sentía que si lo hacía en cualquier momento perdería valioso tiempo para salvar mi pellejo. Oía crujir las hojas de una forma agresiva, pasos si puedo describirlos de alguna manera. No quería voltear, pero lo hice, esa cosa se acercaba hacía mi como si estuviese andando en cuatro patas igual que algún animal. Se que podría haberme alcanzado sin chistar, matarme sin previo aviso y desintegrarme de la faz de la tierra. Pero a mi corta edad de tres años comprendí de forma inconsciente el significado de la palabra "sádico". Esa cosa estaba disfrutando mi sufrimiento.Seguí corriendo aún escuchando los crujidos detrás de mi, me perseguía y se divertía. Y sin detenerse me agarro.
Solté un alarido mientras pataleaba, sentía que era mi única esperanza para sobrevivir. Me agitaba como un demente y hasta gritaba entre sollozos pensando que era mi fin.—!Atrape al niño!— Grito mi padre. Oír su voz era como un calmante para mi mente traumada. Deje de moverme de forma brusca y procedí a llorar de lo asustado que estaba.
Se que el jamas lo comprendió, era seguro que pensaba que, al haberme atrapado, yo me había frustrado enormemente porque no podría seguir huyendo...pero nada de eso tenía que ver, porque él no había visto lo que yo vi, no había sido perseguido ni atormentado por quien sabe cuanto tiempo ni distancia, él no había visto como aquel monstruo le había arrancado la cabeza a...—Ciervo.— Dije mientras mi llanto cesaba de golpe. A estas alturas se que lo que vi morir de una forma desgarradora no era un ciervo, sino un alce por su corpulencia.
—¿Así que en tu travesía viste un ciervo? Eso es asombroso campeón.— Pero él no sabía que aquella experiencia no había sido nada "asombrosa".— Oh, te has hecho del baño, vamos a tener que cambiarte.Y así sin más, mi padre me llevo de regreso a la casa. Incomodo en mi andar con mis pantalones mojados, asustado, mirando hacía atrás porque desconfiaba de aquel sonido ya poco agradable.
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El paso de las hojas
Horror"Cuento esta historia, mi historia. Para salvar a todas las vidas que me sean posibles y advertirles que el terror proviene de los lugares menos esperados. Jamás hay que olvidar estar alerta. Es primordial siempre mirar hacía atrás y estar atento a...