Capítulo 13: Un buen corazón

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Durante la noche, horas después de que la reina Elsa escapara de su reino tras revelar su magia, una poderosa tormenta de nieve proveniente del norte hizo presencia, cubriendo cada casa con la densa nieve que la conformaba.

Una vez amaneció en Arendelle, en los pasillos del castillo, alumbrados por el fuego de las velas que colgaban en las paredes, Hans caminaba desde la habitación en la que se hospedaba, con su mirada puesta al frente y distraído con los recuerdos acerca de lo sucedido en la noche anterior.

En el camino se encontraba con gente de la servidumbre; todos avanzaban apresurados a hacer sus labores correspondientes, pero saludaban educadamente al joven príncipe con reverencias, asentimientos de cabeza o con una sencilla sonrisa, a lo que él respondía de igual manera.

Al final de su camino, se topó con unas puertas hechas de vidrio, y al abrirlas, accedió a la terraza con vista a Arendelle, sintiendo toda la congelada brisa que golpeaba directo en su rostro.
Al asomarse, notó lo vacías que estaban las calles, únicamente eran cubiertas por la gran cantidad de nieve por la ventisca que golpeó el reino mientras todos descansaban, sin siquiera recibir los alegres rayos del sol como era de costumbre en el verano.

Aún con su vista reposando en el pueblo, algo poco usual le llamó la atención. Entrecerró sus ojos para forzar su vista y observó a lo lejos a un hombre con su pequeño hijo, ambos totalmente abrigados de pies a cabeza y cargaban leña junto con otros utencilios hacia lo que parecía ser su humilde hogar, preguntándose a si mismo a que se debía tal acto, hasta que recordó la orden de su hermano Caleb cuando asumió momentáneamente el cargo sobre el reino:

"Cada familia se quedará dentro de sus hogares hasta nuevo aviso, mientras que los líderes de sus naciones, junto a la servidumbre de la monarquía, permaneceremos dentro del castillo"

Recordar esas palabras era un fastidio, ¿Cómo dejarías depender de ellos mismos a la gente que te necesita? No podía creer que su hermano fuera un imbécil y tomara el camino fácil, dejar a la población para que sobrevivieran por su cuenta mientras que ellos descansaban con todas las comodidades que les ofrecía el castillo. Tenía que hacer algo al respecto por todas las personas, no quería quedarse de brazos cruzados y ver sufrir a los demás de una manera injusta.

Apoyando sus codos en el barandal, perdido en sus pensamientos, sintió a alguien acercándose a su espaldas, que paso a paso se incorporó hasta quedar junto a el.

—Buenos días príncipe Hans —Lo saludó Kai, con su mirada puesta en el horizonte al igual que el joven.

—Buenos días... —Dijo igualmente en un susurro, manteniéndose en la misma posición.

—Es un día un poco... Soleado, al parecer. —Comentó con gracia, tratando de mejorar el estado de ánimo tan bajo del joven.

—Bueno, siempre me gustó este tipo de clima —Le respondió con sinceridad, esbozando una pequeña sonrisa. —El frío nunca me molestó, siempre fue mi estación favorita.

Ambos mantuvieron el silencio por un momento, sin dejar de apreciar la infraestructura tan ordenada del reino, recordando como este sonreía por su belleza y alegría tan única e incomparable entre todas las naciones que conformaban el mundo.

—Y bueno... ¿Se le ofrece algo majestad? —Preguntó el mayordomo servicial —Puedo ayudarlo en lo que necesite.

—No gracias... Solamente quisiera hacer algo por el reino... —Le respondió, bajando su mirada al sentirse lleno de impotencia.

—¿Algo por el reino? —Volvió a preguntar Kai con curiosidad, esa respuesta lo dejó ligeramente sorprendido —Si no me equivoco, quiere ayudar a los habitantes a no pasar frío ¿verdad?

AMOR DESCONGELADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora