Capítulo 7: compañía

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Los rayos del sol salieron y empezaron a cubrir Arendelle, desde las aguas del fiordo hasta los verdes e inmensos bosques que lo rodeaban. Los habitantes comenzaban sus jornadas laborales para dar sus servicios a todos los invitados de los distintos reinos que llegaron para la coronación de la reina Elsa el día anterior, mientras que otros descansaban en sus viviendas o salían a disfrutar del hermoso día que los acompañaba en Julio.

En el castillo, la servidumbre así como todos los días, comenzaban sus labores desde antes del amanecer, limpiando, ordenando y cocinando los desayunos de la reina y de la princesa para comenzar el día.

—¡Buenos días reina Elsa! —La llamó Gerda, una de las mujeres con más tiempo en servir a la monarquía, tocando la puerta de su habitación con sus nudillos levemente —¡El desayuno está listo!

—¡Buenos días Gerda, salgo enseguida! —Le contestó desde el otro lado, mientras se arreglaba para salir frente al espejo de su gran tocador, tomando su pelo en un moño detrás de su cabeza, colocándose cuidadosamente su corona, mientras pasaba con sus manos cubiertas con guantes blancos un lápiz labial color magenta en sus labios y por último colocando sombras de color morado lila en sus ojos, vistiendo un largo vestido morado oscuro como el que solía utilizar normalmente.

Al estar lista, sonrió alegremente a su reflejo, aunque por dentro no se sentía bien, pasaron tantas cosas el día de ayer que hubiera deseado que jamás pasaran, pero trató de despejar todos esos pensamientos que solo le destruían por dentro. Entonces se puso en pie, bloqueando cada recuerdo del día anterior, y caminó dentro de su alcoba hasta abrir la puerta para recibir a su fiel servidora que la esperaba desde afuera.

—Está hermosa como siempre majestad —Comentó Gerda al sólo ver salir a la platinada, sin duda la belleza de Elsa era única entre todas las mujeres del reino.

—¡Muchas gracias! —Le contestó con ánimos y un poco ruborizada —Mi madre decía que siempre debía de arreglarme bien para lucir como una verdadera reina.

—La reina Idunna era una mujer sabía alteza, sin duda usted heredó su inteligencia en todos los sentidos.

—Lo sé, ambos eran increíbles personas.... —Dijo Elsa bajando su tono de voz, y Gerda notó que de sólo nombrar a los antiguos reyes la tristeza empezaba a invadirla.

—Bueno... ¿Le gustaría disfrutar su desayuno aquí reina Elsa? —Le preguntó cambiando de tema al instante, para evitar que la platinada siguiera pensando en sus difuntos padres.

—Gracias Gerda pero... ¿te puedo pedir un favor? —Le preguntó Elsa, con un ligero tono de pena en su voz.

—¿De que se trata majestad?

—¿Puedo tener mi desayuno afuera? Me sentiría más cómoda comiendo en otro lado el día de hoy.

—¡Como guste reina Elsa! —Contestó la sirvienta sorprendida pero con mucha felicidad al saber que saldría de su habitación, para luego dirigirse rápidamente junto a la platinada hacía la enorme estancia que las esperaba, mientras hablaban entre sí con mucha confianza. Para ambas hermanas Gerda fue y era como su segunda madre, al igual que la mujer que más se acercó a ellas tras el fallecimiento de los reyes.

Al llegar, Gerda tomó rumbo a la cocina para avisar a los chefs que la reina esperaba el desayuno en la estancia principal, mientras Elsa continuó en sentarse sobre su respectivo asiento ubicado al frente de todas las demás sillas. Esperó ahí a que toda la comida se sirviera, y a los segundos de haberse incorporado cómodamente llegaron los meseros para prepararle el desayuno encima de la mesa con mucha elegancia, como haría cualquier profesional que trabajara en un castillo para servir a su reina.

AMOR DESCONGELADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora