Hambre... mucha hambre.

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Chuuya Nakahara, heredero de grandes fortunas y dueño actual de varias escuelas secundarias privadas en Yokohama, hacía una visita a una de sus escuelas para revisar cómo se encontraba después de la muerte de sus padres.

Odiaba ser el dueño de tantos bienes. Le parecía una responsabilidad enorme con la que tenía que lidiar hasta tener un heredero, y por supuesto, antes de morir.

Nakahara-san, hemos llegado—. Avisó su chófer. El mayordomo, que iba al lado del chófer en el mismo lujoso auto, bajó para abrir la puerta al pelirrojo.

Chuuya bajaba con cuidado del auto, le avergonzaba un poco tener un chófer y un mayordomo cuando no los necesitaba. Pero no quería dejar a esas personas sin trabajo, y además, podría necesitarlos por seguridad, después de todo, es de uno de los tres hombres más ricos de Japón, después del presidente.

— Matsumoto-san, ¿podría acomodar el auto en el estacionamiento por favor?—. Dijo a su chofer, de manera educada.

— Sí, señor.

Se alejó conduciendo el auto, dejando a Chuuya con su mayordomo.

∆∆∆

Mientras tanto, en otro lugar de Yokohama...
El joven Detective desempleado, Osamu Dazai, intentaba convencer a la señora de las crepas para que le regalara una, por tercera vez en la semana. Siempre simpático, sabía que podía ablandar el corazón de las personas, pero no siempre había sido así.

— Por favor, Tanaka-san—. Sujetó las manos de la mujer y las besó.
— Mi pequeño compañero y yo tenemos mucha hambre y necesitamos de sus deliciosas crepas—. Insistía.

Traía a Natsu colgado a su espalda, envuelto en una manta. Apenas sacaba la cabeza y sus manos, asomándose un poco.

— Ya me debes cuatro crepas, Dazai-kun. ¿Y todavía tienes el descaro de seguir pidiendo?—. Reclamó la mujer.

— Y se las pagaré, madam. Sólo necesito que un caso criminal llegue a mí. Pero no ha muerto nadie en Yokohama...—. Dijo con decepción.

Una pareja llegó a comprar crepas y se llevó las últimas que quedaban.

— Me las pagarás, pero hoy no quedaron para tí. Tendrás que buscar en otro lado. Te recomendaré uno... Ve a la zona de los millonarios, ahí llegan personas que tienen dinero y puedes pedirles ayuda—. Aconsejó. Le entregó la dirección en un papel.

— ¡¿Enserio?! ¡Muchas gracias, Tanaka-san!—. Hizo un par de reverencias y se fue apresurado.

Caminaba con esperanzas de encontrar a una o dos buenas personas que lo podrían apoyar con dinero, tan siquiera un poco, o sino, que alguien le permitiera comer gratis en un restaurante. Tenía hambre, demasiada que podría colapsar en cualquier momento, pero no se daba por vencido, no podía morir por hambre ni dejar solo a su hijo. Debía continuar por Natsu.

— Papá—. Nombró el niño desde la espalda de su padre.

— Dime—. No se detenía. Miraba cada vez más cerca ese lugar recomendado por la mujer.

— Duele tómago—. Se quejó.

— Sí... A mí también me duele el estómago, Natsu... ¡Pero ya verás que pronto comeremos algo sabroso!—. Animó.

Una hora más tarde...
Al llegar al lugar, era observado de pies a cabeza por su apariencia humilde. No tenía la ropa rota, ni sucia, ni siquiera olía mal, ni Natsu, pero al ser ropa sencilla y al llevar vendajes en su cuerpo, era ignorado y mal visto por los ricos.

— ¿Papi? ¿Dónde comer?—. Apretaba sus puños en la gabardina negra de Dazai, mientras éste buscaba dónde pedir comida.

— ¡Oh! ¡Es por allá!—. Dijo a sí mismo, ignorando a todos los que lo miraban raro.

Iba tan apresurado y mirando todos los lugares que olvidaba mirar hacia enfrente, chocando contra otro chico de su edad, de cabellera pelirroja y mucho más bajo que él. Ambos cayeron al suelo, con Natsu en la espalda del castaño.

— L-Lo siento, disculpe. De verdad no estaba atento—. Dazai se levantó rápidamente y extendía su mano al adolescente, quien volteó hacia arriba para saber de quién se trataba.

"Él es bastante... Atractivo... Pero ¿Por qué viene vestido así en un lugar como este?".

Pensó Chuuya. Tomó la mano del castaño y se acomodó el sombrero que siempre llevaba consigo, ocultando parte de su larga cabellera.

— N-No te preocupes—. Respondió avergonzado. Por alguna razón, Dazai le pareció especial.

Chuuya había estado buscando "la llave", esa habilidad o poder que anulaba todos los demás, y que él necesitaba en su forma Corrupta. Le dió la impresión de que ese alto castaño podría ser una persona dotada, y estaba en lo cierto. Dazai era esa llave que tanto necesitaba.

— Bien. Ya me voy. Tengo que seguir buscando comida—. Iba a alejarse pero el pelirrojo carraspeó, haciendo que volteara.

— Mi nombre es Chuuya Nakahara, mucho gusto—. Extendió la mano para saludarlo.

Dazai sonrió.

— Osamu Dazai. Un placer—. Lo saludó. Rápidamente, dejó de sujetar su mano para desamarrar esa sábana que traía colgada en la espalda.
— Disculpa, me duele mucho la espalda.

— ¿Quiere que llame a un médico?—. Preguntó preocupado, pues él tenía dos hospitales de su propiedad en Yokohama también.

— ¡No hace falta! Ya se pasará—. Dejó al niño sobre el suelo, quien se ocultaba detrás de él.

— ¿Ah? ¿Traías un niño?—. Cuestionó. Se puso a la altura del pequeño pelirrojo para simpatizar con él.
— ¿Cómo te llamas?

Natsu volteaba hacia arriba, viendo a Dazai, esperando que éste respondiera por él.

— Na-tsu—. Contestó tímidamente, saliendo de su escondite.

— Tu hermanito es muy tímido, Dazai-kun. Pero me agradan los niños—. Comentó Chuuya.

— ¿Eh? Bueno, Nakahara-kun—. Sujetó una de las manos de Natsu y se dispuso a caminar.
— Fue un placer, pero debemos irnos.

"Que tipo tan extraño ese Chuuya Nakahara. Parece que no tiene amigos y está deseoso de hablar con alguien".

Pensaba con fastidio.

— ¡Hola, Rey del Ramen!—. Llamó a un señor, dueño de una venta callejera.
— ¿Sería tan amable de regalarnos un tazón de ramen a mí y a mi compañero?


DAZAI [SOUKOKU] [MPREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora