Alicia en el país de las mentiras

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Uno no sabe lo qué es la tristeza hasta que naufraga en su maleza...

Somos de ahogarnos en un vaso medio lleno pensando que está medio vacío... Para cuando sí está medio vacío, la última gota colma el vaso.

Las contradicciones de la vida nos confunden los días y nos cambian patrones.
Dan la vuelta todos los trajes y crean camuflajes donde nos escondemos por miedo al desastre.

Saltamos como hienas a su pedazo de carne sin darnos cuenta de que nos convertimos en la presa y, ya entre las garras, no nos queda otra que quedarnos entre la espada y la pared con la vista puesta en lo que no ven.

Etiquetas con letras demasiado grandes donde la pequeña no se lee... Instrucciones de uso que no saben usarse y que ya nadie se molesta en mirar.
Daños que se sacan con un punzón clavado entre las costillas pero que nunca se llega a clavar... la sangre que se escapa no es más que agua y sal.

Lo pintan de románticas tonalidades aunque esté en escala de grises...
pero nadie se da cuenta de que no se puede pintar encima de un color sin dejar matices.

Gris. Siempre gris... A veces se oscurece y a veces se aclara. Un exterior repleto de colores y con brillos de escaparate, pero un interior tan gris y confuso como un domingo lluvioso en agosto.

Igual que la manzana envenenada,
el zapato a las doce,
la voz robada,
ser el Príncipe Feliz hasta que se desbroce...

La aguja en la rueca,
el traje viejo del emperador
la rosa encantada ya seca
un Peter Pan que nunca voló...

Alicia no sabía lo que era llorar hasta que se ahogó en su propio mar...

La inmarcesible limerencia de lo inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora