En la hora que te moriste...

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* * *
[Cambia el color del fondo a negro]

* * *

Todo es oscuro y vacío.
Desde que no estás, mi vida es
como estas pequeñas letras
blancas en un oscuro fondo.
Dependen de tres puntos
suspensivos y, en el amplio
sentido de esa frase, estás tú.

No te veo pero estás tanto, que el
abismo que llevo por dentro podría tener ecos tan profundos como imposibles de oír terminar...
Infinitos... ecos infinitos de voces
que hablan desde dentro...

Pero ninguna de esas voces, es la tuya. Ni siquiera recuerdo bien cómo sonaba.
Ya siempre me suena como en
los últimos días. No parecía la misma...
Y hasta sin poder oírte, muy
dentro de mí, si busco entre el
sonido difuso e inacabable de
esos ecos que todavía quedan de
ti, puedo oírte decir que estás aquí.

No estás. Pero sigues. La huella
de todo lo que dejaste, no se
puede borrar... Es tan fuerte, está
tan marcada, que me gustaría
volver a pisar con fuerza y encontrarme
de nuevo en lo que quedó atrás.
En ese camino a medio terminar
que estará a medias para siempre

En la hora que te moriste...
Y ni siquiera ahora que lo escribo
me parece que esa frase pueda
encajar contigo...
En la hora que algo decidió que tu
vida debía pararse aquel diciembre...
Todo está desencajado ahora...
Ya no hay orden. Ya nadie puede colocar las piezas del rompecabezas.
Ya parece que todo se ha venido
abajo... Ya nada volverá a ser como antes...

Te echo de menos y me echo de menos. No soy quien era. No somos sin ti...

Te quiero.

La inmarcesible limerencia de lo inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora