4.-No es como pensaba.

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La mañana del 21 de Enero amanece fría y seca. Un ligero viento se levanta en la Plaza de la Revolución, donde miles de franceses piden a gritos que las cabezas de los reyes sean separadas de sus hombros, y el olor a sangre recién derramada animaba el ambiente.
La Orden de Asesinos debía vigilar los actos por si se cometía algún altercado o percance.
A nuestro casaca morada le dieron el mandato de avisar a la joven Amélie de la vigía que realizaban, puesto que ella se encargaba por las mañanas de ayudar a Madame Gabette en la floristería.
Él entró por la ventana de su cuarto, pero no la vió.

—¿Amélie? —La llamó—. ¿Amélie? —Repitió un poco más alto.

Samuel notó como de una puerta de madera oscura, situada en la pared izquierda del cuarto, salía una tenue nube de vapor. De la cual podía observarse la femenina silueta de Amélie. Ella frotaba su húmedo pelo. Luego de que la nube se desvaneciese, vió que no estaba sola en su cuarto. Al ver a Samuel se quedó perpleja. Estaba muy expuesta, sólo la cubría un corsé y unos pololos hasta la rodilla.

—¡N-no me mires! —Tatamudeó—. ¡No p-puedes verme así!

—S-sí. Lo siento mucho —Se disculpó dándose la vuelta con el rostro sonrojado.

Amélie caminó hasta la mesita de noche, sacó una cuerda y ató sus ondulados cabellos castaños en una coleta.

—¿Ha que has venido?

—Sé que solo puedes acudir a las misiones de las tardes, pero hoy decapitan a los reyes y precisamos de todos los miembros —Explicó sin darse la vuelta.

—Está bien, pero... ¿podrías esperar fuera? Un hombre no debe ver a una mujer descubierta hasta haber contraído matrimonio.

—L-lo entiendo. Disculpa de nuevo.

Samuel se agarró a la cornisa, trepó y esperó en el tejado. Luego de unos minutos, Amélie terminó de vestirse, repitió sus acciones y partieron a la Plaza de la Revolución. Una vez allí, vigilaron desde las alturas.
Los ajusticiamientos se realizaban como se esperaba. Todos los Asesinos observaban las cruentas decapitaciones y sus siguientes celebraciones. Cuando le llegó la hora a Luís XVI, Amélie cerró los ojos, esperando a que pasara y no los abrió hasta que su cuerpo fue sacado de la guillotina. Un revolucionario, triunfante, alzó la cabeza del Rey, provocando un gran alboroto. La muchacha sentía indiferencia, pero un poco de tristeza. Samuel se percató de aquello y le cogió la mano, entrelazando sus dedos.
Ahora le tocaba a Marie Antoniete y en el rostro de Amélie se formaba una pérfida sonrisa. Un rápido y certero filo acabó con la vida de la Reina. La muchacha apretó la mano del joven.

—¡Francia, por fin es una república! —Gritó eufóricamente un ciudadano que subió a la tarima— ¡Somos libres! ¡Guiaremos a Francia por el buen camino!

Los aplausos y gritos llenaban la Plaza.
La Orden de Asesinos se retiró por el momento y volvieron a la iglesia. Allí, Guillerme les concedió el día libre, algo que a ellos les encantó.

—Oye, Amélie —Le susurró Samuel— ¿Tienes pensado hacer algo por la tarde?

—No. ¿Por qué lo preguntas?

—Porque, si no tienes inconveniente, ¿aceptarías verte conmigo?

—P-pues claro —Tatamudeó ruborizada.

—Nos veremos sobre las 6 —Le da un corto beso en los labios.

Amélie se queda pasmada y siente como si miles de mariposas revolotearan en su estómago. Ella nunca había tenido una cita, si lo que proponía Samuel, lo era. En todo caso, no sabía muy bien como actuar.

***

Eran las 6 de una plácida y fría tarde. En una pequeña plaza en el centro de París, un atractivo joven esperaba a su, podríamos decir, novia. Sus nervios se incrementaban y se toqueteaba el pelo más de lo habitual.
Mientras trataba de calmarse, notó como dos dedos daban ligeros golpes en el hombro. Giró sobre sus talones y vió a Amélie, vestida con una hermosa falda azul claro, corsé negro, blusa de manga larga, pero podían verse sus hombros. Llevaba el pelo recogido en un moño y se había aplicado un ligero maquillaje.

Amor parisino. [One-shot/Vegetta777 y tú] |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora