5.- Yo. Tú. Nosotros...

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Amélie despertó a la mañana siguiente, con los ojos ligeramente humedecidos por no haber dejado de llorar en toda la noche. El recuerdo de Samuel besando a esa ramera la atormentaba.

Se levantó de la cama y se dirigió al lavabo anexo a su dormitorio. Allí refresco su rostro. Se miró al espejo y trató de sonreír, al final consiguió mostrar un pequeña y triste sonrisa.

Bajó a ayudar en la floristería.

***

Esa misma tarde, un mensaje clavado en su pared con una daga, le notificaba una misión. Se vistió con su respectivo uniforme y salió camino de la iglesia. Una vez allí, Samuel intententó darle un beso, pero ella retiró rápidamente su rostro. Él la miró de forma extraña.

—¿Te ocurre algo? —Preguntó sosteniéndo su mano.

—No. Nada —Contestó seca y separando su mano.

—¿Segura?

—Sí. Muy segura.

Samuel asintió no muy convencido ante su respuesta, sabía que algo le ocurría.

Amélie se acercó al altar donde se encontraba los demás Asesinos y preguntó cual era la misión por la que la habían hecho venir.

—¿Cuál es la misión?

—Como sabrá los jacobinos son los nuevos gobernantes, tratan de cambiar los errores y acabar con todo rastro de monarquía —Explicó Guillerme—. Pues hemos recibido un soplo de que ajustician a personas que son revolucionarias.

—Y no podemos permitir esta carnicería -Continuó Xacobe—. Por eso debemos rescatar a los inocentes.

—De acuerdo —Dijo Amélie.

—Durante el ocaso, nos colaremos en el palacio, ahora lo usan como cárcel, y salvaremos a los inocentes. Tenemos una lista con sus nombres.

Cada miembro cogió la susodicha hoja, amarillenta y gastada, y leyeron atentamente los nombres. Luego partieron raudos hasta el palacio. Una vez allí entraron por las ventanas de los pisos medios y buscaron las celdas con los revolucionarios. Pero antes de que Amélie las hallase, una mano misteriosa tiró fuertemente de ella y la acorraló contra la pared. La Asesina desenfundó su daga, trató de rasgarle el cuello, pero el hombre lo esquivó y ella solo consiguió hacerle un pequeño corte en la barbilla. La agarró de las muñecas.

Amélie se tranquilizó y vió quien era su atacante. Era Samuel.

—¡Acaso no piensas! ¡Podría haberte matado! —Gritó furiosa.

—...

—¿Qué quieres?

—¿Qué te ocurre?

—Te he dicho que nada —Contestó apartando la mirada.

—Sé que te ocurre algo. Por favor, cuentámelo.

—Hay vidas en juego, ¿lo olvidabas?

—Está bien -Dijo soltandola. Ella se acarició las muñecas para relajarlas—. Pero luego debes contármelo. ¿Vale?

—Vale.

Ambos se dirigen hacia los lúgubres pasillos.

Los demás Asesinos preguntan por su tardanza y ellos ponen cualquier pretexto creíble. Registraron las celdas, asegurándose de que liberaban a los hombre correctos y estos les agradecieron la salvación que le otorgaron.

Después de la misión cada Asesino regresó a su hogar. Amélie se estaba cambiando cuando Madame Gabette llamó a su puerta.

—Amélie, cielo, ha venido a verte un hombre. Dice ser tu enamorado.

Amor parisino. [One-shot/Vegetta777 y tú] |Editando|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora