Guardería del Patriarca Yiling

VI

Parte 6

Jiang Cheng se bajó de su sitio dando un portazo sin apartar la vista de la camioneta estacionada al lado de la camioneta de Lan Huan; aquella maldita rata había aprovechado que él no se encontraba en casa para ir ¿No le bastaba con verlo en el trabajo? Parecía que no. Rodeando su auto, Jiang Cheng ayudó a Yunlian a bajar del auto, la niña estaba un poco dormida así que para evitar un accidente la cargó en brazos, dejó las bolsas con lo que habían comprado dentro del auto para evitar que Lan Huan las viera luego, se suponía que sería una sorpresa.

Al entrar en la casa pudo escuchar claramente la risa de su esposo seguida por otra risa que le causó un poco de migraña. Jiang Cheng se dio a notar cerrando la puerta principal de un portazo, no podía pasar un fin de semana tranquilo con su hija porque al instante aquella rata de dos patas ya quería meterse en su matrimonio, quién sabe qué barbaridades le habrá contado a Lan Huan mientras él no estaba en casa; no desconfiaba de Lan Huan porque nunca le daba razones para desconfiar, pero en quién no podía confiar era en Jin Guangyao...

—A-Cheng, ¿qué tal les fue? —al instante Jiang Cheng tuvo a Lan Huan rodeando con un brazo sus hombros y un beso en su mejilla, no pudo evitar mirar de reojo a Jin Guangyao con una desafiante mirada—. Lamento no haber podido acompañarlos.

—No importa. No me dijiste que Jin Guangyao iba a venir.

—No tenía planeado que viniera tampoco, vino solo por trabajo, me comentó que hay algunos terrenos privados que nos pueden ayudar a resolver el caso.

Jiang Cheng asintió lentamente tratando de no demostrarle a su esposo que se encontraba molesto en ese momento. Lan Huan tomó de entre sus brazos a Lan Yunlian y se dirigió a la habitación de la pequeña para acostarla en su cama, mientras tanto Jiang Cheng y Jin Guangyao mantenían una pequeña guerra de miradas, con un claro objetivo.

—Tanto tiempo sin vernos Jiang Cheng —Jin Guangyao fue el primero en romper el hielo mientras Jiang Cheng se deshacía de sus zapatos y su abrigo en la entrada, lo que menos quería era hablar con aquella rata de dos patas.

—Me hubiera encantado que siguiera en el no vernos en absoluto —respondió el Jiang con los dientes apretados dirigiéndose a la cocina, debía preparar la cena ya que ese día le tocaba cocinar a él—. ¿Y qué haces aquí tan tarde? ¿No tienes tu propia vida? Pudiste haberle enviado un correo a Lan Huan con la información que encontraste.

Jin Guangyao se encogió de hombros y se sentó en uno de los taburetes de la cocina, como si fueran los mejores amigos de toda la vida, Jiang Cheng chasqueó la lengua mientras ponía a cocinar un poco de arroz. Con un poco de desinterés Jin Guangyao tomó de entre el frutero una mandarina y empezó a pelarla, Jiang Cheng deseo que le saliera bien ácida y se ahogara con el jugo.

—Quise pasar a visitar a un viejo amigo, aparte de que me comentó que no te molestaste en recordarle que era fin de semana... —Jin Guangyao le dedicó una mirada de arriba a abajo, como si lo estuviera analizando—. No comprendo aún cómo es que Lan Huan está casado contigo, las malas lenguas dicen que simplemente están casados porque le dijiste que esperabas un hijo de él. Déjame decirte que si eso es verdad me parece algo muy bajo de tu parte, Jiang Cheng.

Aquello tocó una pequeña fibra sensible en Jiang Cheng, quién no perdió tiempo en tomar de la camisa a Jin Guangyao y levantarlo del taburete, todo su cuerpo estaba temblando de ira y lo único que quería hacer en ese preciso momento era golpearle la cara al Jin para borrar aquella estúpida sonrisa, que era más aterradora que la del gato de Cheshire. Jin Guangyao no tenía derecho de hablar sobre su embarazo, él no sabía absolutamente nada.

—Eso no es asunto tuyo, Lan Huan y yo estamos casados así le guste a la gente o no y eso te incluye —Jiang Cheng soltó a Jin Guangyao empujándolo levemente.