LEO

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El teniente Conway permanecía sentado, con los brazos cruzados sobre el pecho, la mirada castaña fija en el androide que tenía frente a él con una mesa de por medio. Volkov se mantenía en silencio, de pie justo a su lado.
A simple vista era obvio quién era la víctima. El androide que respondía al nombre de Leo estaba severamente dañado. Su dueño lo usaba, a juzgar por las marcas de golpes en el ochenta por ciento del cuerpo, como saco de boxeo, y por las quemaduras en brazos y rostro, como cenicero también.
Jack sabía que era un simple androide, una máquina que no siente dolor, sin embargo no lo parecía, su mirada estaba llena de terror, igual que un perro luego de ser apaleado por su dueño.
—¿Por qué lo atacaste? —Cuestionó tratando de mantener el tono calmado y no asustar de más al androide.
—Si no respondes tendré que escanear tu memoria. —Advirtió Volkov con la misma calma en la voz. Sin embargo sus palabras fueron como un detonante que liberó el terror en el androide detenido quien comenzó a rogar de forma violenta que Viktor no cumpliera su amenaza.
Conway giró el rostro y miró a su compañero, su perfil de nueva cuenta tenía ese semblante confundido, como si la forma de actuar del androide no estuviera como un dato calculado en su sistema. —Entonces habla. ¿Por qué lo atacaste? —Repitió su pregunta.
El androide dejó caer la cabeza, se abrazó a sí mismo todo lo que le permitían las esposas y habló en voz baja. —Creí que iba a matarme...
La mirada de Volkov se encontró con la del teniente, buscaba en él la seguridad de que había escuchado bien. —Tú, no estás vivo. Eres un androide.
—¡Lo estoy! —Alzó la voz Leo golpeando la mesa con ambas manos.
Conway por puro hábito llevo la mano al arma que portaba en la pechera. Volkov dio un paso al frente.
—Y él te hizo daño. —Hablo el teniente, intentando calmar al androide.
—Al principio todo iba bien, pero enfermó, las pastillas lo enfermaron. —El androide se detuvo por un momento. —Entonces comenzó a golpearme, él... creí que iba a matarme... —continuó Leo, alzando el rostro y mirarlos a los ojos. —Yo no quería morir... quería que se detuviera... —el androide volvió a bajar la cabeza y se abrazó a sí mismo.
Conway había visto esa misma actitud en muchas víctimas antes. Ese miedo, esa desesperación que te lleva a actuar por puro instinto de supervivencia. Sabía que el robot les ocultó información, quizás por vergüenza, aunque eso era una contradicción a toda regla pues se suponía que los androides no eran capaces de sentir o tener emociones. Son máquinas, como una lavadora o una tostadora.
Pero no podía negar lo evidente. De algún modo, los androides estaban desarrollando una habilidad fuera de su programación que los llevaba a tener sentimientos meramente humanos. —Te hizo daño y por eso lo golpeaste. —Informó queriendo terminar ya con el interrogatorio.
—¡No! —Exclamó Leo. —¡No lo golpee! Él me atacó con un cuchillo... yo lo empuje y huí... me escondí en un contenedor de basura... hasta que me encontraron...
—Ven conmigo Volkov. —Ordenó el teniente al ponerse de pie y salir de la sala de interrogatorios. —¿Crees que dice la verdad? —Cuestionó una vez estuvieron afuera.
—Creo que tiene un fallo que lo hace emular sentimientos humanos. —Respondió Volkov con su voz fría y carente de emociones.
—¿Así que tú no crees que él realmente siente? —Conway achico los ojos, mirando fijo a su compañero.
—Los androides no sienten, teniente.
—Ya... —el teniente se rió de sí mismo. Por momentos, cuando observaba por mucho tiempo a su compañero, olvidaba que era un simple androide. —Encárgate del resto. Yo me largo por hoy. —Dijo de mal humor. No le gustaba darse cuenta que por alguna desconocida razón con Volkov no llevaba puestas sus barreras.
De muy mala gana salió de la comisaría, subió a su auto y condujo por un rato antes de detenerse frente al puesto de hamburguesas en el que solía comer, cuando recordaba hacerlo. Ordenó una hamburguesa doble con queso y una vez se la entregaron fue a sentarse en el capo de su auto para comer tranquilamente.
—No debería comer eso, teniente. —Hablo Volkov justo a su lado.
Ni siquiera lo había sentido llegar.
—Está consumiendo más de mil calorías en una sola comida...
—Cómeme la polla. —Gruño dando una mordida a su hamburguesa.
—¿Es eso una orden?
El teniente Conway casi se ahoga al escuchar la respuesta de su compañero. ¿De verdad le había preguntado eso? Nah, seguro escucho mal. Dejó de toser los pulmones y siguió comiendo, ignorando al androide que permanecía en silencio a su lado.

I DON'T HAVE A HEART Donde viven las historias. Descúbrelo ahora