❝Dijiste que morirías por mí, pero me mentiste❞
En donde NamJoon y SeokJin se prometieron que estarían en lo más profundo, completamente rotos y perdidamente enamorados, pero juntos.
Eso, hasta que uno termine saltando frente a una bala por el otro...
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—SeokJin, ya llegué.
Con eso, alertó su presencia en el cuarto mientras se quitaba los zapatos y los colocaba en el lugar en el que SeokJin le exigía que los dejara.
—Estoy aquí, Joon.
El moreno dejó que la sonrisa cálida se extendiera por sus labios. Caminó hasta el lugar donde SeokJin estaba, para encontrarse con que este no se hallaba solo. Un chico de pelo rojo furioso estaba parado en frente, con los hombros tensos, y los puños cerrados.
SeokJin se hallaba con la mirada baja, las manos juntas sobre su regazo.
Cuando entró, el chico se giró a encararlo, con la misma furia con que estaba mirando a SeokJin.
—Conque llegaste, ¿uh, NamJoon?
NamJoon enarcó una ceja, no entendiendo las intenciones del hombre.
—TaeHyung, basta— su novio imploró quedamente, agarrándole la manga del suéter descolorido.—Él no lo sabía.
El chico, TaeHyung, se zafó del agarre de Jin con brusquedad.
NamJoon atinó a nada más que mirar confundido la escena.
—¡Con una mierda!— TaeHyung se acercó amenazante a NamJoon, y extendió el dedo índice para señalar al más alto con él.—Escúchame, NamJoon. No vuelvas a dejar que mi hermano salga herido por una de tus estupideces, o te alejarás de él antes de que puedas herirlo más. Yo me encargaré de ello.
NamJoon se pasó la lengua por los labios, preguntándose por qué SeokJin se veía tan triste detrás de ambos, y por qué TaeHyung parecía dispuesto a lanzarse a su cuello.
No quería dejarlo así. No quería que pensara que lo estaba intimidando; sus puños se apretaron y sintió el familiar quemazón de la adrenalina antes de una pelea.
Sin embargo, se había prometido no sucumbir ante sus impulsos. No desde que se lo había prometido a SeokJin, y este se veía tan vulnerable mientras sujetaba a TaeHyung del pecho y se interponía entre ambos.
—Por favor— imploró, solamente mirando a su hermano menor. Parecía evitar mirar a NamJoon.—Tae, déjanos. Déjalo.
El apuesto rostro de TaeHyung se mantuvo frío, pero determinado.
—Si yo no me encargo de que no vuelva a suceder, entonces nadie lo hará. Ni siquiera tú, hyung.
—Me hiciste una promesa. Sé cuidarme solo, TaeHyung.
El pelirrojo sacudió la cabeza.
—Ya lo has demostrado, ¿verdad?— escupió con sarcasmo, con el cuerpo relajando la posición tensa.—Me voy. Pero mi amenaza sigue en pie, NamJoon.
