El corazón y el subconsciente de Janna parecían haberse puesto de acuerdo, por primera vez, desde que dejó la gran casa del señor Draven. Sobre todo luego de que tuvo aquella fantástica -y mortal- idea al pasar cerca del embarcadero. Ahora, sentada en uno de los tantos sofá del burdel donde la mantenían encerrada hasta que algún rico la reclamase, observaba por una pequeña ventana redonda al cielo mientras seguía en su angustia. Estaba insegura, ¿sería aquello una idea adecuada? ¿Cómo la llevaría a cabo, siquiera?
Necesitaría ayuda, eso era claro. No contaba con la aptitud física ni mental para burlar a quien sabe cuántos guardias, subirse a un barco sin ser vista y además sobrevivir quién sabe cuántos días en este. No podría sola, y al menos en su burdel, no había conocido a nadie que le inspirara suficiente confianza como para comentarle de sus intenciones. Sólo una persona venía a su cabeza cuando se trataba de esto, pero debía esperar a verla; desconocía su propio calendario de trabajo, así que no volvería hasta ella sino cuando su jefe se lo hiciera saber con horas de antelación. Mientras tanto, la ansiedad alimentada por sus intensos deseos de dejar aquél lugar de una vez por todas seguirían consumiéndola.
Debió esperar unos cuántos días para regresar al lugar donde se encontraría con su probable futura cómplice, la cama del señor Draven no era un lugar en el que jamás habría anhelado estar hasta ahora. Al parecer los rumores entre las chicas había sido cierto y él parecía tener cierta preferencia por ella, puesto que estuvo incluso dispuesto a pagar de más para tenerla por dos semanas y cancelar todas las citas que antes habían sido anotadas para Janna. Pero ella no tenía nada que opinar al respecto.
Pasó la primera noche de su jornada en silencio, esperó pacientemente a que el amo dejara la casa y actuó tal como solía hacerlo, ya que entre sus inseguridades estaba el ser descubierta; ya que aquella probablemente significaría la muerte y no podía permitir que esta fuese a ella una vez que había encontrado una razón para mantenerse respirando.
Una vez se aseguró de que todo estaba como lo usual y que cada mujer se ocupaba de lo suyo, fue hasta su objetivo.
—Mwa'ri.
Llamó su nombre, y la mencionada se volteó con cierta confusión. Interrumpió la charla que mantenía con Seríah, pero ella también estaba extrañada ante la aparición de la rubia.
—¿Qué pasa?
—¿Puedo hablar contigo un momento?
Intercambió miradas con la shurimana, quien simplemente le indicó con un gesto que estaba bien.
—Sí, por supuesto.
Guiándola en silencio, recorrieron parte de la enorme casa hasta un baño que se hallaba casi en el otro extremo. Durante el día, cuando el amo se ausentaba, los trabajadores podían recorrer esta tanto como quisieran siempre y cuando no dejaran rastro de que habían estado allí. De todas formas Draven no era una persona muy observadora así que raramente descubriría algún cambio pequeño.
Janna cerró la puerta luego de cerciorarse de que no había nadie más que ellas a lo largo del pasillo, y al voltear se halló a Mwa'ri con una mueca bastante asustada en su rostro.
—¿E-está todo bien?
La rubia suspiró ante su voz, y poniéndose firme, dijo:
—Sí. Sólo quería hablarte de algo un poco delicado.
—... Soy toda oídos.
—Necesito también que trates de ser comprensiva —aclaró antes de siquiera dar un indicio de qué iba a contarle—, te parecerá raro pero eres la persona con la que más contacto he mantenido entre mis compañeras, y sobre todo, la que más buena espina me da. Sé que no te conozco plenamente ni tú a mi, pero aún así creo que eres la indicada para decirle esto.
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La Dama del Viento || Yasuo x Janna
Fanfiction"Los días en los inviernos fríos parecían pintarse con calidez cuando ella lo miraba. Delicada y preciosa, se escapaba de sus brazos aún sin quererlo." NOTA: No hay magia presente en este Fanfic, por lo que por favor, tengan una imágen mas humana de...