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La señora Everdeen aún podía escuchar el fuerte viento que golpeaba la casa.

Su cuerpo laxo y cansado, recostado sobre la pequeña cama del segundo piso de aquella casa, aquel hogar que ni en sus sueños pudo haber imaginado estar. Se encontraba desnuda bajo el cuerpo de aquel hombre casado. Aquel hombre que se encontraba sobre ella, desnudo al igual que ella, metido entre sus piernas con su miembro aún dentro de ella. Su cabella en el cuello de la mujer, respirando ya sin esfuerzo. Dandole pequeñoa besos en su hombro.

Ella aún sentía los musculos de su vagina contraerse debido al orgasmo vivido hace pocos minutos. Aún succionando el miembro ya laxo de él.

Aún su mente estaba nublada, sin saber como es que llegó ahí.




Dos horas antes...

Su hija Katniss estaba en los juegos del hambre.

Su corazón ardía, ardía de dolor.

Quizás no había sido la mejor madre, pero la amaba. Amaba a sus hijas más que nada en mundo, al igual que a él, su difunto marido. Cuando el murió entro en shock. En un mundo de oscuridad y temor. Ahora, años después se dio cuenta que tenía que haber salido de ahí, tenía hijas pero dejo embarcarse por el dolor de la perdida que las dejó abandonadas. Katniss nunca la perdonó y estaba segura que nunca la perdonará. Primrose era más llevadera y la había perdonado.

Ella no podía juzgar a Katniss.

Y ahora, su Katniss, aquella niña primer fruto del gran amor que se tuvo ella con su marido había ido a los juegos del hambre, protegiendo a Primrose.

Rogaba al cielo que sobreviva.

Que viva.

No podía más dolor que ya lo vivido.

Gale, el amigo de Katniss había dejado una carne de conejo hace pocos minutos. Primrose comenzó a quitar las sábanas de la cama lista para irse a dormir. Primrose había estado despierta desde temprano, cuatro de la mañana, al igual que ella. Para hacer brevajes para los enfermos en el invierno. En esta época del año abundaba. Primrose no había descansado en el día, pero ella si, a las tres de la tarde hasta las seis había dormido, sin proponerselo, pero como Primrose no, ahora a las 8 de la noche ya estaba haciendo la cama para dormir.

La mujer se acercó hasta su hija.

-voy al quemador-susurró-a entregar los brevajes a Sue-

-voy contigo-dijo decidida.

-no, Primrose. Duerme. Yo ya descansé. Descansa tu. Si puedo caminar hasta aya y regresar-

-esta nevando, mamá-

Asintió-no te preocupes. Descansa-

Primrose no discutió. Estaba molida de sueño.

A los pocos minutos la señora Everdeen salió de su hogar con un gran abrigo que la cubría totalmente. Estaba nevando y el tiempo parecía que iba a empeorar, pero necesitaban el dinero que Sue le daría por los brevajes. Le había hecho una promesa a Katniss e iba a cumplirla.

Un pequeño desliz (Sr.Mellark y Sra.Everdeen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora