Capítulo 6: Largo viaje de la noche hacia el día

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Caminamos por los pasillos y por primera vez, noté que en realidad no había tanto silencio en las puertas del castillo que yo frecuentaba, sino que la gente parecía desaparecer cuando yo pasaba. Qué curioso, pero nunca me había dado cuenta.

Le di instrucciones a Alba sobre dónde podía ir y donde no. No quería que se acercara al cuartel de los soldados ni a los campos de entrenamiento a menos que yo estuviera allí para acompañarla. Intenté que no diera la impresión de que estaba presa: en cambio, le expliqué que lo que me preocupaba era su propio bienestar.

Me siguió por una escalera de piedra en curva hasta las habitaciones más alejadas de un extremo del castillo. Abrí la puerta de mi estudio y la sostuve para que entrara, cerrando la pesada puerta cuando pasó. Le expliqué que aquí era donde me encontraría casi siempre por la mañana temprano y por la noche, a veces incluso durante el día. Pasamos ante las estanterías que llegaban hasta techo y que albergaban mi biblioteca de pergaminos privados. Muchos eran de mapas y estrategias bélicas de otras épocas, otros eran obras de teatro o historias que me resultaban entretenidas. Me había olvidado de la afición de mi esclava a las historias hasta que se detuvo que se quedó mirando los cientos de pergaminos colocados de lado en sus estuches de cuero.

- ¿Dijiste qué sabías leer, Alba? – pregunté con una sonrisa divertida.

La muchacha estaba boquiabierta y echaba hacia atrás el cuello para ver hasta el estante más alto.

- Si, mi Señora – replicó alba suavemente.

- Pues eres libre de leer mis pergaminos en tu tiempo libre. Mi única norma es que no los saques de esta habitación sin mi permiso. ¿Queda entendido?

- Si, mi señora... muchísimas gracias – me miro y tuve la sensación de que por una mirada de adoración como la que me acabada de dirigir, yo estaría dispuesta a ceder en una serie de cosas con respecto a mi estilo de vida.

- Estos son mis aposentos privados, Alba – dije, llevándola por otra puerta que había a un lado de mi estudio – cuando esté con mis consejeros o en una reunión en mi estudio y necesites hablar conmigo, esperarás en mi antecámara o en el dormitorio. En ninguna circunstancia quiero que entres en el estudio mientras estoy reunida.

Intenté dejarlo lo más claro posible, sin expresar de verdad mi auténtica preocupación. Sabía como me podía poner, aunque solía ser ajena a mis estallidos temperamentales hasta que alguien me los señalaba. Estaba intentándolo, un poco más cada día o me aconsejaban sobre la marcha del imperio, que todavía podía ser un poco... ¿Cuál es la sutil expresión que emplea Noemí? Si, un poco difícil es el eufemismo que le gusta usar.

- Lo recordaré, mi Señora – afirmó alba, por fin, agachando la cabeza bajo el peso de mi mirada. Tal vez me había quedado mirándola demasiado tiempo, pero creo que fue la primera vez que hablaba sin que yo tuviera que hacerle una pregunta primero.

- Muy bien – repliqué.

Crucé mis habitaciones hasta la puerta que daba al pasillo del fondo. Justo enfrente de la puerta de mi dormitorio estaba la puerta que daba a las habitaciones de Alba. Los criados me habían dicho que ya habían terminado y solo estaban a la espera de mi aprobación. No tenía ni idea de lo que habían hecho en mi ausencia y no quería que Alba se llevara una decepción. Que idea tan rara, en verdad, preguntarme si a mi esclava le gustarían sus aposentos. Por los dioses, seguro que la chica ha dormido en las cuadras en alguna ocasión. Sacudí la cabeza y decidí que de todas formas iba a decir algo antes de entrar en la habitación – Alba, estas van a ser tus habitaciones. Si... bueno, si no te gusta algo, dímelo... y me... bueno, lo arreglamos ¿Vale?

Al Final Del ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora