Capítulo 1.
Mala Suerte.Agosto 14.
Su cabello azabache brillaba bajo la luz del sol, su cabeza recostada en los zig zags de la reja quemaba ante el ardor del metal.
Pero ella no la movía, ni un solo centímetro.
De cierta manera, el dolor hacia que volviera de su transe, que se diese cuenta de que estaba viva, sintiendo, pensando, deseando.
Pues, aquella pálida piel no venía de la nada.
Vivir en 4 paredes era una tortura diaria, comer, dormir, trabajar e incluso cagar en el mismo lugar todos los putos días, bajo el mismo techo y tras las mismas rejas la estaba volviendo loca.
Si es que no lo estaba ya.
Su cabeza estallaría en cualquier momento.
Sus pensamientos no salían del mismo diminuto cubo, dónde dentro, solo se encontraba un objetivo a alcanzar:
Huir.
Zulema levanta la vista, con el sol pegando en sus claros ojos esmeralda.
Su boca hizo aquel gesto típico en ella, volteada hacia su mejilla izquierda. Peina su lacio y corto cabello mientras se levanta del suelo, botando el cigarro dónde cayese.—¿A dónde vas exactamente?
La mano de la funcionaria en su pecho detuvo su caminar, estaba helada, sin importar que su gruesa chaqueta la cubriera.
—Al baño, ¿Me prohibiras mear también, Altagracia?
La voz de Zulema era calmada, ligera, como si tuviera todo el tiempo del mundo, pero Altagracia podía notar el narcisismo de aquella en el tono de su voz. Se sentía superior, y ella no lo permitiría.
—Mear y cagar si se es posible —La mira, riendo un poco pero conservando el silencio—te quiero aquí en 10 minutos, sino, ire a por ti y te meteré en aislamiento dos puñeteras semanas, ¿Entiendes?.
Zulema no suelta sonido alguno.
—¡Respondeme cuando te hablo, joder!
Altagracia ha tomado a aquella mujer por el cuello, ha hecho que golpee su espalda contra la pared más cercana y su cuello deba levantarse para no ahogarse.
—¿Entiendes que por tu culpa 3 presas casi mueren desangradas?, ¿¡Lo entiendes?! —Pregunta histérica, ahorcando cada vez más a la morena.
—Claro, como olvidarlo, las pobres lloraban como bebés en sus cunas—Respondió como pudo, racionado el aire que le quedaba pero sin dejar su tono divertido.
—¡Hija de-!
—¡Altagracia! —Su compañero le llama a lo lejos—Suéltala
Altagracia le da una última mirada a Zulema, antes de dejar su cuello y respirar para calmarse, en cuestión de segundos, ya estaba escuchando su cínica voz de nuevo.
—Joder... Si que tienes fuerza, Os hacen ejercitar mucho en la academia de polis, ¿eh?
Zulema no deja de sostener su ahora rojo cuello, con las marcas de los dedos de la funcionaria en el, encorvada y dando bocanadas de aire. Al recomponerse, endereza su espalda y mete sus delgadas manos en sus bolsillos.
—En 10 aquí, mi señora.
La mujer le dedica una sonrisa triunfante a su superior y corre fuera del patio.
Altagracia arde en ira. No es la primera vez que Zulema la saca de quicio, y desde el intento de fuga, solo quiere cortarla en pedazos, meterla en una bolsa de plástico y tirarsela a los perros.
Lastima que no esté permitido hacerlo.
Julio 30.
—¿Está todo listo?
Zulema se mueve de un lado a otro por toda su celda, ha hecho que sus compañeras salgan de ella para hablar con Saray.
—Es cuestión de salir, las demás estarán esperando afuera —Respondió la gitana
—Bien, bien, bien... Bien —Zulema sonríe y toma a Saray por el rostro—¡Que nos largamos Saraaay!
Y empieza a bailar, tarareando una canción al azar que se ha asomado por su cabeza.
—En solo unos días, estaremos bajo el sol con una limonada amarga y una cerveza helada en las manos
—¡Agh!, ¡Limonada amarga!, ¡Si que eres extraña, mujer!
Pero Zulema no la escucha, sigue bailando al compás de la música inexistente más allá de su cabeza, dando giros y riendo a carcajadas.
Agosto 5.
—¡No me jodas!
Al escuchar a los funcionarios correr, Zulema se había dando cuenta de que estaban jodidas.
Las prisioneras que habían logrado salir semanas atrás las habían recogido fuera de la cárcel al conseguir escapar por la rejilla de las duchas.
Pero no habían corrido lo suficiente, y los oficiales ya estaban pisandoles los talones.
—¡Arranca está carcacha, joder!
Jiménez no ha tardado ni dos segundos en pisar el acelerador y mover el coche.
Zulema saca de una de las maletas dos armas, una para Saray y una para ella.
—coño, coño, coño
La mujer de cabello azabache saca su cabeza por la ventanilla y ve dos coches de policía tras ellas.
El auto frena de repente.
—¡Mierda!, ¡Se ha quedado sin combustible!
Zulema la mira casi que asesinandola, se queja y sale del coche, ya tendrá tiempo para arreglar sus asuntos con aquella.
Sube a uno de los tejados del camino y apunta con el arma, abajo, los funcionarios les colocan las esposas a sus 4 compañeras. si tiene puntería le dará a los oficiales, si no, volverá a Cruz del Norte con unas suma de 7 años de condena.
Y cabum.
Sus opciones no han sido del todo exactas.
Jiménez, Martínez y Rodríguez ahora están el piso, con un tiro en diferentes partes de su cuerpo, casi que desangrándose.
Y sin notarlo, ahora ella tiene un tranquilizante en su espalda y ha perdido el equilibrio, viendo por última vez a aquellas tres siendo subidas a una ambulancia.
Linda anécdota.
Cómo de esas que le contarías a tus nietos frente a una fogata con chocolate caliente.
Lastima que ninguna murió.
Solo volvieron a la cárcel.
Lo cual es un final mucho menos interesante para una buena historia.
El lado agridulce aquí, es que desde aquello, Altagracia la odia más de lo que ya lo hacía, pues le ha traído muchos problemas su travesía, especialmente la parte de los disparos.
Pero simplemente es una aguafiestas.
¿Que no ve lo divertido que es disparar?
¡Pum, pum, pum!
No es su culpa que les haya dado justo a ellas.
Solo fue mala suerte.
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N/A
Eeeeyy primer cap.
Espero que les haya gustado lo poco que leyeron, estoy tratando de ponerle el mayor empeño posible a la redacción y a la historia, por lo que se me será un poco más difícil actualizar, pero haré lo posible.
Eso es todo :)
-Naty
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Almendra
FanfictionUn objetivo en mente, un traslado y una chica con nombre extraño. -¿Almendra?, ¿Como el fruto seco? Estas dos prisioneras, separadas por sus diferencias y ambición, se verán obligadas a olvidarlo todo y unirse por un bien común: Huir. -¡Suelta el pu...