-Señorita Kate, se encuentra en casa, ha recibido un telegrama-
La joven religiosa abrió la puerta, notando que frente a estaba estaba un joven de avanzada edad, en su mano sostenia un escrito dirigido a ella.
-Buenas tardes, perdon por interrumpirla a esta hora hermana Kate, pero creo que esto es de suma importancia- hablo el viejo cartero.
-Buenas tardes Sr. Edward, no se preocupe, ¿Me pregunto de quién será?- menciono la joven de piel lechosa
-¿Necesita alguna cosa mas hermana?- pregunto el viejo
-No, descuida, eres muy amable conmigo, pero si necesito algo, no dudes que te llamare- respondio la religiosa sonriéndole alegre al anciano.
El Sr. Edward asintió y se alejo.
La joven religiosa cerró la puerta y miro el reloj, aun eran las 4:00 pm, aun faltaba mucho para que el sol se ocultara, dejo el telegrama en la mesa de noche que había a lado de su cama, acomodo su vestido blanco y se inco frente a su cama, para continuar su oración.
Dentro de aquel pequeño cuarto donde ella descansaba, estaba una mesa con varios periódicos viejos, una libreta y lapicero donde ella anotaba algunos pendientes, una jarra con agua y una charola. Del otro lado estaba otro mueble, dentro del guardaba todas las cosas que ella suele usar cuando sale en sus misiones. Asi como también algunas prendas y zapatos.
Pasado el rato, cuando el reloj marco las 6 de la tarde, la joven de piel pálida termino su oración, se levantó de su lugar y tomo la toalla que había colgado en su mueble, dispuesta a tomar un pequeño baño, para poder prepararse para su siguiente misión. Después, de su gran mueble, saco un habito de color blanco, un corsé de piel de color negro, un par de botines de piso color negro, su cinturón plateado, un par de guantes blancos, se vistió cubriendo su piel blanca, cepillo y se recogió su larga melena castaña en una trenza larga, la cual al final anudo con un moño de listón dorado y la oculto dentro de su habito. Se miró al espejo, sus peculiares ojos rojos brillaban con intensidad, pero lo que más le inquietaba ocultar de los demás, excepto de su fiel amigo Edward, eran sus colmillos. Todos los días, le imploraba a los cielos por qué había recibido tal maldición, cuando ella se había entregado completamente a la luz. Sabía muy bien que lo que ella hacia no era correcto a los ojos de su Dios, pero desde que se había ordenado, su misión, su vocación, era ayudar a todas esas almas perdidas y aunque el método que ella usaba era muy sanguinario, sabía que era el único modo en que podía ayudar. Siempre estaba dispuesta a ser solidaria con los demás, nunca dejaba que su maldición la dominara, porque lo que la mantenía fuerte siempre, era su fe.
Miro el recado que había dejado en la mesa, lo tomo y se sentó en su cama a leerlo.
"Lo encontré, pero la situación es más complicada de lo que pensé, ven a Londres pronto, la luna sangrienta está cerca y hay una joven virgen que peligra."
Abraham Van Hellsing.
La joven sorprendida dejo caer el papel al piso, por fin después de tanto tiempo, había logrado encontrarlo, estaba refugiado en Transilvania, era de suponerse, pero aun así, debía prepararse bien, no solo su vida de ella peligraba, sino también la de aquella joven.
-¡Edward!- llamo a su amigo
-¿Qué ocurre hermana Kate?- pregunto su fiel amigo entrando a la habitación.
-Me podrías ayudar a preparar mi caballo, voy a ir a Londres-
-¿Ocurre algo malo?-
-Un viejo amigo, el nieto de mi amigo Van Hellsing necesita de mi ayuda, así que iré a verlo, es seguro que demore algunos días, pero no te preocupes, si te llego a necesitar, te enviare una carta lo mas pronto posible- explico la joven religiosa
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ALMAS CONDENADAS ©
VampireMi fe será mas fuerte que mi condena, rogare a los cielos por que me libere de este castigo, cometí un pecado grave y ahora, debo enmendar mi error, protegere a las demas almas, a pesar de que me teman, pero aun asi, impondre el nombre de mi salvad...