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Nico di Angelo.
Estar lejos de un lugar por mucho tiempo, cambia cosas, te cambia a ti. Descubres que el mundo sigue, incluso cuando tú no estás, y eso te llevará a decidir si es bueno o es malo.
Hace un año y medio, no le tomé importan...
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Nico Di Angelo.
Tenía miedo. No podía negarlo.
Bueno, quizá miedo no era la palabra. ¿Asustado, tal vez?
Como sea, el punto es que no sabía que hacer.
Malika llevaba distante todo el día, y eso me preocupaba de sobre manera.
No entendía lo que le sucedía. No sabía si había hecho algo malo, o si simplemente estaba de mal humor.
Llevaba varias semanas haciendo pasar a la rubia por malos ratos y no quería que eso continuara. Malika no merecía eso.
Caminé al laboratorio con una bolsa en mis manos. Esperando que de esa forma, la científica me perdonara.
Cuando entré al Bunker 9, pasé sin saludar a los hijos de Hefesto que trabajaban allí a esa hora. No me sorprendía que se hubieran perdido el almuerzo.
Al momento de entrar al ascensor, confirmé que algo no iba bien. La voz de Malika no me había saludado como usualmente lo hacia, y tampoco me había suministrado con dulces.
Definitivamente algo estaba mal con mi mejor amiga.
-Hey.- saludé cuando las puertas se abrieron. La rubia al otro lado de la habitación no respondió.
Parecía estar muy ocupada con uno de sus experimentos, ya que en las cañerías que transportaban los fluidos necesarios para sus locuras, los gases se movían a una rapidez constante.
Dejé la bolsa sobre el mesón más cercano y me intenté acercar a la científica, pero una ráfaga de aire me detuvo.
Calix había pasado volado justo frente a mí, interrumpiendo mi paso. Era claro que el dragón no quería que me acercara.
Brunette y Ferret pasaron jugueteando junto a mis pies.
Si que tenemos un zoológico aquí dentro.- pensé antes de acercarme a Malika.
